El 28 de abril, el movimiento sindical internacional conmemora el ‘Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo’ y, con tal motivo, se multiplican los espacios en los que se habla de la importancia de la prevención, de cuántos trabajadores y trabajadoras han perdido la vida o parte de su salud en el ámbito laboral, y de cuánto queda por hacer.
Pero no nos engañemos, perder la vida o enfermar por causas laborales no puede ser visto como algo inevitable o como un efecto colateral de la producción, sobre todo cuando nuestra historia más reciente ha dejado claro que cuando se trabaja y se invierte en prevención, la siniestralidad baja.
Lo demuestra la tendencia que se dio en España y en Andalucía desde 2002 hasta el comienzo de la crisis, periodo en el que hubo un aumento de la actividad a la vez que una bajada de la siniestralidad, lo que desmonta los principales argumentos que se es-grimen actualmente para explicar esta escalada de accidentes en la que estamos inmersos. Para CCOO la explicación es clara; a partir de ese año empezaron a visibilizarse las consecuencias del abandono progresivo de la inversión en prevención pública y, sobre todo, privada, que se había dado con la crisis, lo que unido a la reforma laboral y a otras normativas que relajaban el cumplimiento normativo y la organización de la prevención en la empresa, permitieron degradar condiciones de trabajo y, consecuentemente, la salud de las personas trabajadoras.
Con ello, perdimos la oportunidad de seguir en la senda adecuada en la que se había situado el mercado laboral en materia de salud laboral, para adentrarnos de nuevo en el camino de la precariedad cuya cara más visible es la siniestralidad, pero también las enfermedades laborales, de ahí que desde CCOO insistamos en la necesidad de retomar el rumbo, no sólo para restablecer los derechos perdidos, sino para instaurar una verdadera cultura preventiva en las empresas.
La Ley de Prevención de Riesgos Laborales es una normativa que ilusionó al mundo del trabajoya que habilitaba instrumentos valiosísimos para la prevención de la siniestralidad, como la vigilancia de la salud, la investigación de accidentes y enfermedades, y la participación de la representación sindical. El problema viene cuando esa normativa o esas herramientas dejan de ser una prioridad en las empresas, utilizándose como mucho de manera descafeinada, y los gobiernos, no sólo miran para otro lado, sino que favorecen que así sea al no impulsar figuras tan importantes como la inspección de trabajo, o limitar la capacidad de los agentes económicos y sociales en la Negociación Colectiva.
En estos momentos, sólo en Andalucía hay 445 convenios colectivos pendientes de negociar para 2016 que afectan a 281.748 trabajadores y trabajadoras. Sin duda, sería un paso importante para ese retorno a la senda adecuada que, además de negociarse, -antes que después-, en los mismos se incluyeran medidas preventivas y de organización del trabajo. La participación de la representación sindical es una pieza clave para garantizar la prevención en las empresas reconocida en todos los indicadores de calidad, además de un derecho reconocido en la Ley.
Esta cuestión, de indudable garantía para la salud laboral, es una asignatura en Andalucía, donde los comités de seguridad y salud apenas se han constituido. Queda demostrado pues, que si hay algo que evita la siniestralidad, la accidentabilidad laboral y las enfermedades profesionales es la prevención, por lo que esta tiene que volver a ser prioridad tanto para los gobiernos como para los empresarios, que deben entender que la prevención mejora la productividad y que la inversión en salud laboral, no sólo no supone un gasto, sino que es un ahorro. Además de una nueva política de prevención desde las administraciones, es necesario un cambio en la práctica diaria de las empresas.
Los empresarios tienen en sus manos hacer las cosas bien y la acción debe partir del compromiso por preservar y promocionar la salud de las personas. Es fundamental una vigilancia de la salud específica, investigar en profundidad todos los accidentes y enfermedades profesionales, sobre todo estas últimas, que siguen siendo la cara invisible de la siniestralidad laboral, con un ocultamiento tremendo y con cifras oficiales que rayan la ridiculez. Eso, sin olvidar la importancia de la participación sindical, que hará cambiar las estadísticas y los indicadores de nuestras empresas, y sobre todo la calidad de vida de las personas trabajadoras que no correrán el riesgo de dejarse la salud en su puesto de trabajo. En ello estará CCOO, desde el convencimiento de que el mayor capital que tiene cualquier empresa es su capital humano.
Francisco Carbonero Cantador
Secretario General de CCOO-A
@carboneropaco