La cuarta revolución industrial estará conformada por una fresca oleada de innovación en áreas tales como los coches autónomos, la robótica inteligente, materiales más ligeros y más resistentes y los procesos de fabricación desarrollados entorno a la impresión 3D.

En la industria moderna, los datos son la esencia, los que dictan el equilibrio entre el suministro y la demanda y la subsecuente producción, distribución y decisiones de almacenamiento. Podemos fijarnos también en ejemplos populares como Uber y Airbnb, que ha utilizado datos, tecnología basada en la nube y el Internet de las cosas (IoT) para desarrollar modelos de negocio disruptivos que han alterado radicalmente los mercados tradicionales en los que operaban. La cuarta revolución industrial no se trata simplemente de cómo las empresas usan la tecnología para lograr la eficiencia operacional y reducir costes en sus espacios de trabajo y cadenas de suministro preexistentes. Se trata de colocar la tecnología en el corazón de su estrategia de negocio para otorgarles ventajas frente a sus competidores. Antes de llegar ahí, necesitamos pensar en los inputs y los outputs del Internet de las cosas. ¿Qué es? ¿Qué supone? ¿Cómo puede mejorar el mundo? Estas son las preguntas que debemos empezar a contestar.

IoT: conectando 50 mil millones de dispositivos

María José Miranda (5)Lo primero a considerar cuando miramos al IoT son los dispositivos que lo conformarán -el input, si preferimos-. En 2008, había más “cosas” conectadas a Internet que gente en la tierra. En 2020, Cisco estima que habrá 50 mil millones de dispositivos conectados. La explosión de terminales no se debe exclusivamente al crecimiento de estos equipos conectados a los que estamos acostumbrados.   Pese a que el número de smartphones, tabletas y wearables ha aumentado, el crecimiento dramático de productos conectados se debe a los dispositivos que anteriormente eran “torpes” y ahora se han convertido en “inteligentes”. Desde bombillas hasta maquinaria industrial y desde teteras hasta robots, el número de dispositivos que están conectados a Internet y que se pueden comunicar con otros sistemas conectados es asombroso.

Teniendo en cuenta la cada vez mayor dependencia de los dispositivos inteligentes en los sistemas automatizados, hay unas cuantas consideraciones para los diseñadores y fabricantes. Por ejemplo, los dispositivos inteligentes son sistemas esencialmente “siempre encendidos” -están constantemente recolectando datos y comunicándose-. Esto necesita de la evolución de sistemas de bajo consumo para reducir los gastos de funcionamiento de los ecosistemas inteligentes. Además, cuando los objetos tradicionalmente “torpes” son sustituidos por sus equivalentes “inteligentes”, existen problemas potenciales de seguridad. Por lo tanto, la explosión de dispositivos no sólo supone un reto en términos de volumen añadido, complejidad y tráfico conectado al ecosistema industrial, sino que cada nuevo dispositivo es una debilidad potencial de seguridad.

Del input al output (al resultado): cosa a cosa (producto a producto)

Una de las capacidades clave que permite al IoT funcionar como una red es la comunicación máquina-máquina (M2M). Dicho de una manera sencilla, es el proceso por el que los objetos se comunican unos con otros a través de una conexión a Internet. La comunicación M2M se basa, en primer lugar, en los sensores incluidos en el propio dispositivo, pero también en las redes que conectan los dispositivos. En un entorno en el que el Internet de las Cosas se ha extendido y ha tenido un impacto crítico en las operaciones del día a día, estas redes deben ser altamente resilientes, flexibles  e inteligentes. Por otra parte, el número de dispositivos que se añade a las redes del Internet de las Cosas y los volúmenes de datos que aportan solo puede aumentar, así que las redes deben estar preparadas para el futuro y ser adaptables.

La seguridad a nivel de dispositivo es un aspecto que será necesario abordar, pero la seguridad de los datos es un gran desafío que no va a desaparecer en breve. La seguridad de la red supone un gran caballo de batalla cuando en la conversación sobre el IoT aparece la seguridad y la protección de los datos. Por ejemplo, una de las ventajas del Internet de las Cosas para la sanidad es la capacidad de reunir datos médicos en tiempo real de dispositivos como los wearables, para así monitorizar más estrechamente la salud de los pacientes -particularmente aquellas afecciones crónicas como la diabetes, que requieren evaluación y tratamiento frecuentes-. Sin embargo, estos datos médicos son extremadamente sensibles por muchas razones, sobre todo por el hecho de que se trata de datos personales, pero cuyo registro tiene también un alto valor financiero. Por lo tanto, la seguridad necesita estar a un nivel que impida que las amenazas externas puedan acceder y robar registros de datos dentro de una red industrial, lo que es un gran desafío.

¿Cuál es el output (resultado) del IoT?

En última instancia, el output (resultado) del IoT ha de ser que las empresas puedan aumentar sus beneficios: proporcionando a sus clientes un mejor servicio y aumentando su fidelidad, haciendo que la cadena de suministro sea más eficiente o siendo capaz de desarrollar nuevos productos a mayor velocidad que la competencia.  Los miles de millones de dispositivos y redes de alto rendimiento que conforman el IoT permitirán una mayor automatización, mejores comunicaciones y mayor productividad. Sin embargo, la clave para obtener el valor estratégico derivado del IoT que revolucionará las industrias, generará modelos de negocios disruptivos y hará realidad la cuarta revolución industrial son los datos. En el entorno del IoT, los datos de miles de millones de dispositivos se recogerán en tiempo real y se transportarán a través de las redes hacia sistemas IT y de almacenamiento.

La gestión de estos datos es un reto monumental, puesto que la inmensa mayoría de ellos no tendrán ningún valor ni aportarán casi nada. Por ello, se necesitarán sistemas de análisis y algoritmos complejos  para decidir si merece la pena almacenar conjuntos de datos específicos o si deberían ser descartados. Además, es necesario responder a preguntas sobre los datos para contextualizarlos frente a otros conjuntos de datos. Necesitamos también comprender qué datos han de ser priorizados o tratados con extremo cuidado en aspectos de privacidad y seguridad, basándonos en su importancia y sensibilidad. Las empresas que sean capaces de aprovechar todo el potencial de los datos del Internet de las Cosas serán capaces de trabajar de una manera que es más curiosa para el cliente: empleando los datos para notificar ventas, para el marketing, la comunicación y la estrategia.

La gestión de los datos y el análisis están en el corazón mismo del IoT puesto que las empresas necesitan reunir inteligencia procedente de los datos producidos por los dispositivos para informar mejor para la toma de decisiones operacionales y estratégicas. La tecnología Data Fabric de NetApp permite que el aluvión de datos recopilados de los dispositivos del Internet de las Cosas sea movido entre distintos entornos de almacenamiento con mayor agilidad. Esto ayuda a los que toman decisiones, que buscan tener perspectiva y valor de múltiples conjuntos de datos para almacenar, gestionar, organizar y analizar datos más eficientemente para maximizar el potencial del IoT.

Los datos son uno de los activos de más valor que las empresas tienen a su disposición. Recopilando datos en tiempo real de una manera tan masiva, el valor de estos aumentará de manera exponencial a medida que veamos que comienza a tomar forma el despliegue del IoT.

 

María José Miranda

Directora General de NetApp Iberia