La moda es, según la RAE, el "uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos". Aunque curiosa, la definición queda lejos de su significado actual. Envuelta en frivolidades y apariencias, la moda posee además elementos de gran importancia que interactúan con la economía y la sociedad, otorgándole mayor significado. Para conocerla mejor, hay que analizar sus múltiples esferas. Desde el punto de vista económico, además de los empleos e ingresos generados, hay que observar el despegue que el sector está teniendo en el comienzo del nuevo milenio. Como ejemplo, Andalucía cuenta con más de 3.000 empresas dedicadas al textil y la moda, siendo los subsectores más representativos el prêt a porter, la moda infantil, la moda flamenca, la nupcial, la marroquinería y el calzado, con una producción que supera los 570 millones de euros.

Además, el esfuerzo de empresas y administraciones por conquistar mercados internacionales está permitiendo un desarrollo importante de la moda. Las misiones comerciales de las distintas administraciones, como la Agencia Andaluza de Promoción Exterior (Extenda), ha llevado a muchas firmas a mostrar sus productos en las mejores pasarelas europeas, americanas y japonesas. Al mismo tiempo, se asientan con firmeza las regionales y locales, entre las que destaca el Salón Internacional de la Moda Flamenca (SIMOF), que ha cumplido 14 años y mostró este año 1.400 trajes de flamenca en 32 desfiles y los productos de 90 firmas del sector. A ella se suman otras: Andalucía de Moda de Sevilla, la Pasarela Centro de Granada o la Semana de la Moda y el Certamen Regional de Jóvenes Diseñadores de Jaén. Sin embargo, aunque Andalucía ocupa el quinto lugar en el escalafón de regiones exportadoras de prendas textiles, quedan problemas por resolver. La consolidación de un entramado industrial que respalde al diseño de las prendas (faltan patronistas o modistos) se suma a la necesaria superación de la desunión de los agentes, que les permitiría acometer un buen plan sectorial (fomento del diseño a través de la creación de cursos o becas, apuesta por la promoción exterior e incorporación de las nuevas tecnologías a la industria). La Federación de Moda de Andalucía (FEMA), que engloba a más de 500 empresas del sector, es el primer paso. Pero además, el sector debe enfrentarse a los aspectos más ásperos de la globalización: la competencia feroz de los mercados asiáticos y una consecuente balanza comercial negativa, en la que pesan más las importaciones que las exportaciones. De momento, las empresas de moda españolas cuentan con un nuevo plan de internacionalización que, durante los próximos cinco años, pondrá en marcha iniciativas para impulsar la actividad de las compañías en el exterior.

Por otra parte, el sector tiene unas enormes implicaciones sociales y una gran influencia sobre la población más joven. En este sentido, las imposiciones de la Pasarela Cibeles en cuanto a masa muscular, medidas y peso de sus modelos pretende alejar a la moda de una imagen enfermiza y ejemplificar con ello. También, el reciente estudio antropométrico y morfológico de las españolas del Ministerio de Sanidad, además de clasificar los cuerpos femeninos según su contorno en cilindro, diábolo y campana, ofrece a los fabricantes datos y herramientas para amoldar las tallas al perfil de la mujer de ahora, rompiendo la tendencia actual.

Finalmente, la conciencia ecológica también ha contagiado a la industria textil y aspectos como el desarrollo sostenible, el comercio justo y las energías renovables ya están imponiéndose en el sector. Tres son los aspectos que debe tener en cuenta la industria textil (una de las cuatro que más recursos naturales consume, según la Agencia de Protección Medioambiental) para que su producción pueda ser calificada como verde: el medio ambiente, la salud de los consumidores y las condiciones de trabajo de los empleados. Entre sus grandes retos: la eliminación de sustancias químicas tóxicas, además del uso de fibras naturales, como el cáñamo y el bambú -cuyo cultivo necesita cuatro veces menos agua que el algodón tradicional- o el algodón biológico -sin pesticidas ni abonos químicos y cuya producción necesita menos agua-. Los cambios precisan su tiempo, pero sólo exigen una revisión de la cadena de producción que no se traslada en un aumento de costes.

Así, cuando durante la Feria de Abril de Sevilla, o la de Córdoba, Jerez y tantas ciudades y pueblos andaluces veamos el desfile incesante de los trajes de flamenca, quizá debamos reflexionar sobre lo que no se ve: las implicaciones económicas, sociales y éticas de un sector con mucha más influencia sobre la sociedad que embellecer a hombres y mujeres.

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