Podría decirse que flamenco es un término aún hoy difícil de aprehender. La Real Academia de la Lengua lo define en su última actualización como “ciertas manifestaciones socioculturales asociadas generalmente al pueblo gitano, con especial arraigo en Andalucía”. Pese a las referencias y aplicaciones constantes que se hacen de él, a mi modo de ver el flamenco sigue siendo un gran desconocido. Quizá porque su origen realmente no está documentado, aunque sí adjudicado a una parte de la población, el colectivo gitano, que lo ha enriquecido con el paso de los años hasta llegar a lo que hoy es. A mi modo de ver, el flamenco ha pasado de ser una manifestación estrictamente popular, casi diríamos marginal, a convertirse en un producto cultural múltiple. Por una parte, hay un flamenco ‘culto’, identificado con lo exquisito y apreciado por los gustos más refinados. Por otra, se usa lo flamenco para comercializar productos de escasa calidad y consumo masivo. Entre medias, hay un amplio abanico de posibilidades en el que todos podemos identificarnos, con espectáculos a la medida de nuestras exigencias.

En este sentido, parece que las administraciones tienden a defender y promocionar el flamenco como un producto cultural de la máxima calidad, bajo el elemento común de ser seña cultural de Andalucía. Pero si lo primero es indudable, tengo mis reticencias a la hora de pensar que el flamenco sea una seña cultural exclusivamente andaluza y que todo lo andaluz tenga que ser necesariamente identificado con lo flamenco. Esta identificación puede acabar banalizando ambos conceptos, por el uso indiscriminado que se pueda hacer de la etiqueta ‘Flamenco andaluz’, aplicada a cualquier iniciativa, tenga o no un mínimo de calidad. Sea como fuere, hay que admitir que el flamenco se ha convertido en sinónimo de rendimientos económicos, en un valor en alza, porque ‘lo flamenco’ vende y su uso promocional en el exterior se basa en generar una imagen de calidad y autenticidad de la región y en identificar el fenómeno flamenco con Andalucía, como algo que la hace diferente y genuina.

La fascinación por el flamenco y su fomento como algo que enriquece la oferta turística andaluza y permite descubrir pueblos y enclaves parece que también ayuda a desestacionalizar la actividad turística andaluza, algo fundamental para romper con el tópico del turismo de sol y playa. A falta de que pueda ser nombrado Patrimonio Oral de la Historia, está claro que resulta uno de los mayores atractivos para el turismo extranjero y este mes de febrero, desde luego, nos da una buena muestra de todo ello. De entrada, destaca la celebración de la Feria Internacional de Turismo (Fitur 2007) hasta el 4 de febrero, la más completa oferta de negocios y destinos turísticos de todo el mundo, donde Andalucía acude con un abanico de propuestas, entre las que destaca el turismo asociado al flamenco. Coincidiendo con Fitur, se presenta la edición 2007 del Festival de Flamenco USA, que se desarrollará entre febrero y marzo en varias ciudades de las costas Este y Oeste estadounidenses. Se repite así la fórmula de utilizar el tirón del certamen para desarrollar una amplia campaña promocional en EEUU y poner en valor el atractivo de la Comunidad como destino turístico de flamenco. El mercado estadounidense, formado por 291 millones de potenciales clientes, es -tras Alemania- el país con mayor gasto turístico internacional y el quinto mercado estratégico de Andalucía, con un gasto medio por turista que duplica el de franceses y alemanes. Pero no sólo la Administración regional fomenta este recurso, también las administraciones locales lo hacen, como la empresa pública de la Diputación de Sevilla para la promoción del desarrollo económico y del turismo, Prodetur, que presenta una nueva oferta en torno a los festivales de flamenco de la provincia.

La apuesta de la Junta de Andalucía por el flamenco se evidencia también en la puesta en marcha de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco y sus dos grandes líneas de actuación: promoción exterior e interior. Así, ha colaborado por vez primera en el Festival Flamenco de Nimes, recién concluido, y celebra hasta el 4 de marzo en Madrid el Festival Andalucía Flamenca, que reúne a algunos de los artistas más representativos del flamenco actual. Pero aún más, la Administración ha reactivado las ayudas para la producción de espectáculos y la organización de giras de arte jondo, congeladas desde el año 2004, estableciendo dos plazos para su entrega (al estreno de las obras y en función de las representaciones) para evitar lo ocurrido en anteriores ocasiones.

Pero el flamenco no se entiende hoy, únicamente, como baile, cante y toque. El fenómeno flamenco hace tiempo que llegó a las pasarelas, si bien su integración en la industria textil va tomando cuerpo poco a poco. Del peso que está ganando la moda flamenca es muestra evidente la celebración de la XIII edición del Salón Internacional de Moda Flamenca, SIMOF 2007, entre los días 15 y 18 de este mes en Sevilla. La muestra se ha convertido ya en un auténtico fenómeno social, punto de encuentro de famosos y proto-famosos, con un importante seguimiento informativo y gran afluencia de público, pero sobre todo que reúne a un creciente número de expositores, lo que además de la difusión, garantiza el negocio.

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