“En una única ocasión, en Venusberg, se expansionó el fuego sensual de Wagner. Allí están Rubens, la pradera báquica, la tempestad irreprimible, la salvaje sensualidad”. (Emil Ludwig)
A través de toda la partitura, desde la obertura al coro de peregrinos, desde la plegaria de Isabel a la romanza de “la estrella vespertina”, desde el Venusberg a la narración de Tannhäuser, reina un alto valor dramático y poético en la expresión vigorosa de las pasiones, en el estremecimiento de la acción, en el entusiasmo de la sensibilidad y del arte… Por todo ello, Tannhäuser puede considerarse como la primera de las óperas wagnerianas.
No era la primera vez que la historia del caballero rapsoda, embriagado por Venus y redimido por la piadosa Isabel, se representaba en el coliseo sevillano que, en 1997, quedaba fascinado por la versión de WernerHerzog, si bien el director de escena de la presente producción, AchimThorwald -él mismo destacado actor, a quien se recuerda por El cazador furtivo de Weber (2011)- proyecta una visión distinta, en la que la exigencia vocal va unida a una gran presencia actoral. Cuenta para ello con un elenco de altísimo nivel: Peter Seiffert, tenor poderoso y expresivo; Ricarda Merbeth, convincente Elisabeth; Martin Gantner, excelente barítono lírico; Attila Jun, Landgrave, en cuya corte se exalta el amor erótico; la mezzo Alexandra Petersamer, una Venus exuberante, a lo que hay que añadir la extensa nómina de voces españolas, algo que Halffter tiene siempre presente: Vicente Ombuena, Damián del Castillo, José Manuel Montero, David Lagares y Estefanía Perdomo, si bien la incorporación del ballet, debido a la coreógrafa Carolina Armenta, tal vez no refleja el clima de bacanal evocado, precisamente, en la presente “versión París”.
En cuanto a Pedro Halffter, cuya preferencia por intérpretes españoles es digna de elogio, nos consta que ha dedicado gran parte de su vida profesional a la difusión del complejo legado wagneriano -todo una proeza- gracias a la cual los melómanos sevillanos (y también muchos venidos de otros lugares) han podido disfrutar develadas inolvidables consagradas al genio de Bayreuth, verdaderos hitos que al paso del tiempo se nos antojan irrepetibles.
La ROSS, siempre pletórica de recursos (¡oh ironía!) bajo la batuta de Halffter, demostró una vez más cuán cerca está de la perfección, gracias a su sonido empastado y cálido, cualidades sólo exigibles en agrupaciones de alto nivel, por no mencionar la perfecta sintonía entre foso y escenario, todo un éxito al que contribuyó de forma notable el Coro del Maestranza, enfrentado a una partitura compleja en la que la voz humana tiene un protagonismo manifiesto. Por todo ello, no resulta exagerado afirmar que este Tannhäuser –en palabras de un ilustre colega-“es digno de cualquier gran teatro de ópera del mundo”. ¡Y nuestros políticos, sin enterarse! A propósito, ¿cuántos de entre ellos acuden al Maestranza?
MFR