Si de algo está sirviendo esta crisis (como todas) es para hacernos aguzar el ingenio y para optimizar los recursos de nuestras empresas.

En un restaurante, una de las medidas más inmediatas que se suele tomar es hacer un repaso exhaustivo de proveedores y costes de cada plato y de cada tapa. Si es habitual que esos costes se controlen habitualmente, en años difíciles se llega a hacer compulsivamente, y una de las primeras consecuencias que podemos apreciar es que los productos de temporada nos hacen ahorrar costes.

Quizá suene obvio, pero, cuando todo va bien, los clientes no faltan y la caja nos hace grata compañía musical con su tilín, nos volvemos un poco acomodaticios y nos dejamos llevar por la bonanza del ambiente. Así hasta que Santa Bárbara nos manda aviso con un par de truenos de la que se avecina. Es entonces cuando repasamos facturas por delante y por detrás, cuando comparamos precios entre varios proveedores y cuando pedimos presupuesto casi hasta para respirar.

Yo les quiero proponer un juego, especialmente a mis colegas, porque es muy difícil -por no decir imposible- que un particular guarde las facturas pormenorizadas del mercado o supermercado de los últimos cinco años.

Si repasáramos el precio de las materias primas más habituales de nuestras recetas mes a mes, durante esos cinco años y hacemos con ellos un gráfico, nos llevaremos la sorpresa de que no resultaría una suave línea ascendente, sino que habrá picos que, generalmente, coincidirán con los mismos meses de cada año, lo cual nos hará pensar que, si hacemos hincapié en nuestros menús en los platos que en cada estación contengan los ingredientes de mejor precio, estaríamos matando tres pájaros de un tiro: aumentando beneficios, dándole más variedad a nuestros clientes y haciendo una cocina más saludable.

¿Y cómo se traslada todo esto a la economía familiar? Pues quizás de una forma mucho más simple de lo que imaginamos. ¿Qué tal si cambiamos el supermercado por el mercado de abastos? ¿El plástico por el papel de estraza? ¿O el marketing por el sentido común?