No se asusten, que no han cogido por error la Hoja Parroquial en vez de Agenda de la Empresa, pero es que en todas partes cuecen habas, y si a la Iglesia le falta mano de obra, a la hostelería ni les cuento.

Estamos en plena crisis financiera e inmobiliaria (lo dice Solbes, no un servidor, que conste). Obras paradas, promociones enteras de viviendas sin vender y cosas así. Paro. Fontaneros, albañiles, electricistas, alicatadores y un largo etcétera de profesionales de verdad y advenedizos que, de la noche a la mañana casi, han pasado a ser, de objetos de deseo por parte de los empresarios del ramo a un  número más en el INEM; perdón, que ahora se llama SAE.

Hace no demasiados meses encontrara a alguien dispuesto a trabajar en hostelería era una entelequia. Hoy en día rara es la semana en la que no nos dejan un buen puñado de currículum vítae solicitando plaza de camarero o cocinero. Pero… ¿son camareros o cocineros los solicitantes? Para nada. Lees sus historiales y la inmensa mayoría provienen del sector de la construcción. Profesionales o amateurs del palaústre que, ante la crisis del sector, necesitan trabajar en lo que sea. Son trabajadores que, en cuantito el ladrillo vuelva a decirles ven, como en el bolero, lo dejan todo.

Faltan vocaciones. Y no me vale el éxito de las escuelas de hostelería, porque, después de cuatro o cinco años de carrera en ellas que les cuesta un pastón a los padres (en la mayoría de los casos), bastantes de esos chavales salen al mercado creyéndose unos Adriás cualquiera, y luego llegan las desilusiones, o el echarle la culpa a una clientela "que no está a mi altura" (más bien a una "no clientela") cuya ausencia da al traste con ese restaurantito que se le montó al niño con los ahorros familiares de media vida e incluso rehipotecando el piso de papá si fuere necesario.

¿Cuántos niños contestan que quieren ser camareros o cocineros al serles preguntados? Nuestro gremio se surte en buena parte de personal que no tiene otra opción mejor en ese momento.

¿Y por qué es así? Los sueldos no son malos. Socialmente cada vez estamos mejor valorados. El gran hándicap de la hostelería son los horarios. Cuanto mayor es una fiesta más trabajamos. Fines de semana, Semana Santa, Navidades… Quizás una buena parte de culpa sea de nosotros, de los empresarios, que no hemos sido capaces de buscar soluciones compensatorias para esa desventaja; y no me estoy refiriendo solamente a lo económico, sino a flexibilidad en horarios y turnos, que son posibles; por supuesto que son posibles.

La única manera que tenemos de crear vocaciones en nuestro gremio es hacerlo apetecible para los trabajadores. El cómo es algo que cada uno debe rumiar en su interior, pero, si nos hacemos llamar empresarios, ésa es una de nuestras principales responsabilidades; si no, al igual que hay camareros sin vocación, habrá (de hecho los hay) advenedizos que montan un negocio de hostelería porque creen que son de los más fáciles y rentables. Pobres… Por eso prefiero que me llamen tabernero en vez de restaurador: lo segundo se adquiere; lo primero se mama.

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