Suena antigua la frase, no me lo nieguen. Aún recuerdo los consejos de don Juan Plata, mi primer maestro en el Colegio de San Francisco de Paula (laico y liberal , no se me asusten):

-Niño, que llega la Cuaresma. Pensad en los pobres niños que no tiene ni para comer. Ayunad. Dejad pasar una comida en blanco y decidle a vuestros padres que lo que cueste ese plato no cocinado lo den de limosna en la parroquia.

Lo malo es que las madres no nos dejaban pasar ni una; sobre todo si el día que pretendíamos ‘ayunar’ era el que había ese guiso que no nos gustaba.

-Anda, niño, déjate de monsergas y cómetelo todo.

Cuaresma en Andalucía significa vuelta a la vida. Habrá quien lo lleve con más religiosidad que otros. Incluso habrá quien se la niegue. Pero el sol vuelve a salir más temprano haciendo que, poco a poco, los días se alarguen y el azul vuelva a dominarnos.

Cuaresma en Andalucía significa tradición. En las costumbres. En los ritos. En el folclore. En las creencias. Y, por supuesto, en la gastronomía.

Cuaresma en Andalucía es bacalao, espinacas, torrijas, pestiños. Vuelve a oler a miel y a vino en las cocinas. Es bueno rescatar esas antiguas recetas de nuestras abuelas. Es sano.

Cuaresma en Andalucía es resurrección. O Resurrección, así, con mayúsculas, según nuestro credo. En estas vísperas nos desperezamos del largo invierno y nos preparamos para revivir. Volver a vivir. Y para eso hay que morir antes. Viejo mito del Ave Fénix

Cuaresma en Andalucía sigue siendo ese plato de arroz con leche o de bacalao con tomate encima del aparador del comedor, primorosamente tapados por blancos y entrañables paños de madre.

Cuaresma en Andalucía es canela y clavo. Incienso y azahar. ¿Tópico? Tal vez, pero no menos cierto.

Y Cuaresma en África, en media Asia y en otras muchas partes de este mundo seguirá siendo sinónimo de guerra. De guerra y hambre. De niños muertos sin haber tenido ninguna oportunidad.

Quizás esta Cuaresma sea buen momento para volver a la vieja costumbre del ayuno y la abstinencia. Para renunciar voluntariamente a algo y ayudar al prójimo con su importe. Sin que tenga que ser necesariamente algo de comer. Sin tener que irnos a África. Igual en la puerta de al lado hay alguien pasando verdadera necesidad.

En cualquier caso no deberíamos dejar que la Cuaresma dejase de ser motivo para que se vayan de nuestra memoria tantas y tantas recetas que han hecho grande nuestra cocina.

Y, hablando de arroz con leche, mi abuela María pinchaba en la piel del limón un par de clavos de olor. Mi tía Resure le echa unas gotitas de anís dulce. Hay quien le añade casi al final un par de yemas de huevo muy batidas…

¿Cómo lo hacían en tu casa? Anda y pregunta antes de que sea demasiado tarde.

Enrique Becerra
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