La industria automovilística se ha caracterizado siempre por ser motor de cambio e innovación en la industria, adaptando en los vehículos los avances desarrollados en todos los campos de la ingeniería como la petroquímica, la automática, la tecnología de materiales, la tecnología de fabricación, la electrónica y un largo etcétera que, a lo largo de los años, ha ido incorporando paulatinamente nuevas prestaciones a nuestros automóviles.

Los dos últimos retos a los que se está enfrentando el sector significarán un verdadero cambio de paradigma que renovará desde sus cimientos nuestra forma de entender el transporte privado. Por un lado, abandonar los motores de explosión que dominan el mercado desde principios del siglo XX conllevará una adaptación profunda de nuestro entorno a los coches eléctricos y las electrolineras, vitales para la expansión y aceptación del vehículo eléctrico, tanto así como las medidas para reducir los vehículos contaminantes, estudiándose fechas para poner fin a la venta de vehículos diésel en muchos países. Por el otro, delegar la conducción a un ente virtual, permitir que sea nuestro propio vehículo el que autónomamente nos lleve a nuestro destino eliminando la figura del conductor, convirtiéndonos en meros pasajeros de nuestro propio automóvil.

Aurelio AzañaEn la actualidad, cerca del 94% de los accidentes de tráfico mortales se deben a un fallo humano. ¿Qué pasaría si disminuyéramos o eliminásemos el factor humano de la ecuación? Las asistencias a la conducción se van integrando lentamente en nuestros vehículos con la intención de reducir la fatiga del conductor y mejorar su reacción ante posibles eventos; poco a poco la AI del vehículo irá tomando el control hasta que sea completamente autónoma y capaz de conducir el vehículo sin mediar la asistencia del ser humano.

Para muchos, tanto el coche eléctrico como el coche autónomo son una utopía aún. Es cierto que se ha dado bombo a estas tecnologías demasiado pronto y eso crea desconfianza en los consumidores, pero tampoco hay que despreciar el gran esfuerzo que está poniendo el sector por conseguir un coche eléctrico autónomo cien por cien funcional y seguro. Para 2030, las automovilísticas vaticinan que el 95% del parque automovilístico ya serán de vehículos autónomos: habrá más de 220 millones de unidades en las carreteras de todo el mundo, moviendo un mercado valorado en unos 37.000 millones de euros.

Actualmente, hay cerca de 30 empresas desarrollando su propio vehículo eléctrico. A las grandes empresas automovilísticas se unen, y se pueden considerar incluso los precursores del vehículo autónomo, los gigantes tecnológicos como Google y Apple, que llevan más de una década trabajando en concretar esta idea que no hace tanto tiempo parecía sacada de un libro de ciencia ficción. El prolífico Elon Musk también ha puesto su granito de arena con su compañía Tesla Motors en el campo del vehículo eléctrico y autónomo. Entre Tesla y Google, llevan varios millones de kilómetros conducidos de forma autónoma por las carreteras de California.

Probablemente, en un escenario en el que no haya interacción humana, es decir, únicamente tenga que lidiar con otros vehículos autónomos y la señalización de una vía, el coche autónomo ya estaría listo para salir al mercado, pero es un escenario irreal, ya que tendrá que convivir con conductores humanos y viandantes. La aproximación actual al control automatizado es insuficiente, ya que los patrones son finitos y estrictos, lo que choca frontalmente con la forma de actuar del ser humano. Por ejemplo, solemos pisar el acelerador cuando vemos un semáforo en ámbar, cuando la normativa nos pediría que frenásemos en condiciones de seguridad; en caso de tráfico denso, bloqueamos intersecciones que deberíamos dejar libres aunque el semáforo esté en verde, si interpretamos que hay riesgo de quedarnos en medio. En estos casos, el comportamiento “educado” del coche autónomo, respetando a rajatabla las normas, puede provocar que se interrumpa el tráfico o incluso accidentes.

automated_driving-2Es por ello que nuestro vehículo deberá aprender del entorno en el que se mueva, ya que tampoco se comportan igual respecto al tráfico europeos, indios, chinos, etc., lo que impide, de igual forma, generar un patrón estricto de comportamiento. Se está trabajando a marchas forzadas en el desarrollo de inteligencias artificiales que sean capaces de adaptarse a las condiciones que le rodean, así como aprender continuamente de las decisiones que tome en la conducción: el deep learning adaptado a un vehículo.

Otro factor que incomoda y preocupa a partes iguales a cerca del 25% de los encuestados de un estudio reciente es la opacidad de los sistemas propietarios que controlarán el vehículo, lo que restará control real sobre el coche y nos deja a merced de lo bienintencionado que sea el fabricante. Por ilustrarlo más gráficamente, en el mercado de smartphones comprobamos cómo nos pueden monitorizar en tiempo real sin nuestro consentimiento, así como fabricantes que abandonan terminales dentro de su periodo de vida útil sin actualizaciones de software críticas que nos dejan expuestos a fallos en su funcionamiento, así como brechas de seguridad que pueden ser aprovechadas por los hackers para tomar el control de nuestro vehículo de forma remota, con la infinidad de posibilidades criminales que conlleva.

A pesar de los retos que aún quedan por solventar, es sólo cuestión de tiempo que el vehículo autónomo sea una realidad y cambie por completo nuestra forma de entender la conducción, mejorando nuestro confort tan sustancialmente que el 80% de los encuestados opinan que será el vehículo ideal. ¿Aprovecharemos el tiempo relacionándonos con los demás pasajeros, nos dedicaremos al ocio, nos echaremos una siesta o trabajaremos de camino a la oficina? Sólo quedan unos años para que cada cual pueda encontrar su propia respuesta en su vehículo autónomo.

 

Aurelio Azaña

Decano del Colegio de Ingenieros Industriales Andalucía Occidental