El Banco de España ha situado para este año el crecimiento del PIB en el 2,8%, antes de moderarse hasta el 2,3% y el 2,1% en 2018 y 2019, respectivamente, según sus previsiones macroeconómicas, que no incorporan la información contenida en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado y de la Seguridad Social de 2017, que fue aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 31 de marzo.
En comparación con las proyecciones precedentes, publicadas el pasado 14 de diciembre, estas cifras suponen una revisión al alza de tres, dos y una décimas en el crecimiento del PIB previsto para 2017, 2018 y 2019, respectivamente.
El organismo señala que estos cambios tienen su origen en factores de “distinta índole”. En el corto plazo, la información más reciente referida a la economía española indica que la actividad ha mostrado en los meses iniciales de 2017 un comportamiento “más favorable” que el anticipado en diciembre.
Además, argumenta, los indicadores relativos a la evolución de la actividad y el comercio globales apuntan también a un comportamiento más expansivo de los mercados exteriores, lo que ha motivado una revisión al alza del crecimiento de las exportaciones. Por último, se ha considerado un comportamiento algo menos dinámico de las importaciones, en línea con su evolución reciente.
Las proyecciones contemplan una prolongación de la fase de crecimiento de la actividad y el empleo de la economía española a lo largo del período 2017-2019, apoyada en algunos de los factores que han estado presentes “durante buena parte de la actual etapa expansiva”, como las ganancias de competitividad acumuladas desde el inicio de la crisis y las condiciones financieras favorables, a las que contribuye el “tono acomodaticio” de la política monetaria.
No obstante, apunta el Banco de España que, a medida que avance el período de proyección, se espera que tenga lugar una cierta ralentización de la actividad, conforme se vayan disipando los “efectos desfasados” de las caídas pasadas en los precios del petróleo y en los tipos de interés, y la política fiscal cambie su orientación, tras mostrar un “carácter expansivo” en el bienio 2015-2016.
Por componentes, espera que el avance del producto siga apoyado en la demanda nacional, para la que, no obstante, prevé una prolongación de la desaceleración observada en 2016. Por su parte, la demanda exterior neta continuaría contribuyendo positivamente, a lo largo del horizonte de proyección.
Respecto al mercado de trabajo, la proyección incorpora el mantenimiento de ritmos elevados de creación de empleo. El aumento de la ocupación permitirá descensos adicionales de la tasa de paro, cuyo nivel disminuiría hasta el entorno del 14% a finales de 2019.
En el ámbito de la inflación, tras el descenso del 0,2% en 2016 del índice de precios de consumo, prevé un aumento del 2,2% en 2017, reflejando la “intensa aceleración” de los precios de la energía en el período reciente. Posteriormente, se esperan incrementos del IPC más moderados, del 1,4% en 2018 y del 1,6% en 2019, en términos de las medias anuales, como consecuencia de la desaceleración del componente energético.
Respecto a la deuda pública, el organismo pronostica que continúe en niveles “muy elevados”, lo que subraya la necesidad de retomar el proceso de consolidación fiscal, al objeto de lograr una reducción sostenida del endeudamiento público.
“Esto resulta particularmente importante tanto para recuperar márgenes de maniobra ante eventuales escenarios adversos de crecimiento como para reducir la vulnerabilidad de la economía ante eventuales endurecimientos de las condiciones financieras”, apunta.