Hace algunas semanas, hablábamos en estas mismas páginas de la guerra por el talento, un tema que sorprende en un país con 3,5 millones de parados y con cientos de miles de prejubilaciones “a saco” fomentadas desde grandes empresas que sólo ven a las personas como “unidad de costo”. Sin embargo, el simple hecho de reconocer que existe el talento ya es una novedad y si, además, alguna empresa apuesta por ello, entones es una maravilla.

Pero hay más, porque una ciudad española, Bilbao, es la segunda ciudad del mundo, después de Zúrich, más capaz de retener talento, ¿qué bueno, no? Quién iba a decir que, además, de pintxos, txiquitos, pistos y una  gastronomía excepcional, la renovación de la ría, el Guggenheim  y, sobre todo, el calor humano de su gente, se convierta en una ciudad “super” atractiva según el Indice de Competitividad Global en Retención de Talento. La educación, la sanidad también tienen que ver y, cómo no, las oportunidades laborales y la calidad.

Miquel Bonet2La verdad es que la gente, y con ella su conocimiento, su capacidad, su competencia y su buen hacer, acaba yendo donde se siente valorada y está claro que cuando no hay valores, ni cultura ni reconocimiento, sólo queda la rutina  en la que esconde su mediocridad. Mucha gente preocupada a su vez por no destacar, ni mejorar, para eludir la responsabilidad de comprometerse y tener que tomar decisiones.

A veces les digo a mis alumnos y a la gente más joven que yo que se atrevan a salir a la luz, que se olviden de los miedos, que afloren su humanidad, que se dejen conocer, que no teman todo eso que no entienden y que se resistan a ser simplemente “recursos” humanos, pues es mejor sentirse como humanos con recursos; también que sean capaces de generar valores emocionales, disfrutando de lo que hacen, porque esto es percibido por los demás y no puede ser copiado, ni mucho menos digitalizado, por mucho que se empeñen el marketing y la logística en tratarnos como volubles consumidores y cautivos de la satisfacción inmediata.

Todos tenemos determinado talento ¡Queda claro!. De lo que se trata es de conocerse lo suficiente para descubrir cómo es y qué podemos hacer con lo que tenemos, ver nuestras capacidades, distinguir las limitaciones y ser capaces de desarrollarlo y ofrecerlo al servicio de aquellos que puedan disfrutarlo. Pienso que debemos renunciar a este paradigma que nos hace devotos del culto egoísta y renunciar a esta realidad que el exceso de tecnología impone un mundo de solitarios con iphone, pues por muy conectados que estemos y por muchas redes sociales en las que proclamar nuestros hábitos vitales, que seguro que de verdad no interesan a nadie, sería mejor apuntar hacia un paradigma holístico en el que cada uno forme parte de un todo y que nuestro talento sirva a nuestro”vecino”, porque seguro que “tú tienes lo que a mi me hace falta” se trata de pasar de la competitividad a la cooperación, sólo eso.

Las empresas no deben ser un refugio de empleados que alquilan su tiempo a cambio de un salario, sino un proyecto común de colaboración en los que la suma de los talentos individuales y de  sus valores determinen un diferencial que pueda ser atractivo para todos, a los de dentro porque encuentran un sentido al levantarse por la mañana y a los de fuera, o sea “los clientes”, porque descubramos que es mucho más importante el servicio “humano” que hay detrás de un producto que éste por sí mismo. Puede que un dia la guerra por el talento se convierta en la guerra por ser más felices. ¿Es una utopía? Puede ser, pero sin utopía no nos queda siquiera la esperanza.

 

Miquel Bonet

Abogado, profesor, autor de “Búscate la vida”