Sí, porque como dice mi amigo Felipe, el tabanquero, “de mayor quisiera ser catalán”. En toda esta gresca, que ha dominado las discusiones entre los parroquianos que frecuentan el tabanco, y que tenía como eje central el Referéndum para el Estatuto de Autonomía andaluz, y en donde se discutía a ciegas sobre un articulado estatutario que nadie había leído y que no conocía de verdad, el punto de referencia, y por agravio comparativo, era el Estatuto catalán. “El territorio es tres veces mayor, y somos más”, decía Felipe, “y nuestra consignación es menor”, y ahí se lanzaban mis compañeros de tertulia, con uñas y dientes, a enarbolar lo de la España solidaria, lo de igualdad para todos, y ese largo etcétera de rotundas afirmaciones huecas de nuestros gobernantes, a los que no le causa rubor decir Diego en lo que legalmente han dicho digo. Y yo tomando nota con mi copa de fino, que por lo visto ya no es, momentáneamente, bebida tan peligrosa, a pesar de la señora. Salgado, y puedo bebérmela tranquilamente, que a casa puedo volverme a pie, sin tener que conducir mi coche. Y percibo al instante que, aprovechando que la letra pequeña de los contratos no se lee, porque la vista es flaca y la redacción farragosa, algunos se han propuesto durante la campaña que el articulado del Estatuto andaluz estuviese editado en letra pequeña, para que su lectura fuera más dificultosa y, al final, no nos enterasemos de lo que votábamos. No me extraña que, regalados con un día soleado, la gente se vaya al campo y haga caso omiso de lo que nos jugamos con este Estatuto y, sin el menor rubor, dijesen “de hecho” que este Estatuto debe ser el de ustedes, señores políticos, porque por lo visto no es el nuestro, pues vamos y nos abstenemos un sesenta y tantos por ciento de los andaluces. El asunto es, por mucho que se quiera ocultar, dándole otras lecturas, por lo menos inquietante. Resulta que para algunos políticos esto no es sino fruto de la seguridad de la mayoría de que, aunque no fuesen a votar, el Estatuto saldría para delante. Desde luego, el que no se consuela es porque no quiere. Sólo el 36% de los andaluces ha ido a votar. Y de ese porcentaje ha votado que sí la mayoría, también hay que decirlo, y cerca de un 10% ha dicho no. Es decir, que si al alto porcentaje de abstención le añadimos los votos en blanco y los noes, el aplastante sí ha sido más bien escaso. También hay que decirlo. Que el dato da para pensar es también obligado, aunque no haya peor ciego que el que no quiere ver. Y en la noche del escrutinio, ciegos hemos tenido para rato. Ciegos obligados, ciegos interesados, ciegos fingidos, pero, aparentemente, ciegos.Y, para darle la razón a mi amigo Felipe, salen algunos políticos, y afirman, como análisis supremo, que “este Estatuto nos equipara con los catalanes”. O sea, que lo único que interesa aquí es Cataluña, no Andalucía. ¡Y vueltas a lo mismo! En fin, que seguimos siendo en comparación con y no en lo que queremos ser. Que no hay quien nos saque de pobres.Tenemos Estatuto, sí, es cierto, pero a demasiados pocos les interesa. Y algún político hasta se ha atrevido a decir que los que han pasado de acudir a las urnas, y esto no es baladí y convendría analizar de verdad por qué no lo ha hecho, va y tacha a los que “han pasado” de traidores. Aquí el político, cuya palabra me asaltaba esta mañana por la radio, se ha pasado tres pueblos. Tenemos nuevo Estatuto, es verdad, y nos congratulamos por ello, aunque, quizás, a juzgar por los resultados, pocos se han enterado de su contenido. Los políticos andaluces, desde luego, se han preocupado demasiado poco por decirlo. En la campaña todo eran vaguedades, sin entrar en la letra de las cosas, y comparaciones con otros. Y lo más probable es que a muchos andaluces no les apremiara tanto como parecía esta reforma, sino que les preocupaban otros problemas serios que nos afectan y que con éste o con el anterior, nuestros gobernantes estaban obligados a poner solución. Pero es que algunos políticos siguen sin querer ver las cosas y, con calzador, quieren hacer coincidir sus intereses con lo que interesa a la gente. Es otra lectura perfectamente legítima.En fin, que todos nos congratulamos con que esta reforma salga para adelante, pero sería de desear que los que mandan aprendieran, que ya es hora, una doble lección: que tienen que explicar con mayor claridad las cosas, que además de hablar conviene escuchar. Aunque no se atrevan a analizar con sinceridad y en público estos resultados, podrían tomar nota, aprender la lección y sacar consecuencias constructivas de esta abstención masiva, les guste o no les guste. Que no hay peor ciego que el que no quiere ver, como repite mi amigo Felipe, pero que también es cierto que enmendarse es de sabios. Juan Félix Bellidojfelixbellido@yahoo.es