La minería del siglo XXI, aun habiendo experimentado un desarrollo tecnológico impresionante, y en especial en lo relacionado con aspectos de seguridad y prevención ambiental, continúa generando rechazo social frente a nuevos proyectos, pero también es notable la aceptación una vez que los proyectos inician su andadura.

Es una actividad dependiente de los ciclos económicos que afectan a la demanda y oferta de los metales básicos, y es posible observar en las últimas décadas curvas senoidales con periodos de alzas de precio y, por consiguiente, lanzamiento de inversiones en exploración y explotación, y de caídas que conllevan a cierre y paralización de proyectos.

Que los territorios, y en especial los estados nacionales, tengan próximos a su superficie concentraciones relativamente altas de ciertos minerales, son anomalías geológicas que se deberían considerar como una ventaja estratégica. Los yacimientos minerales están donde la evolución geológica de nuestro planeta ha producido esos enriquecimientos y no se pueden trasladar a otros lugares.

Manuel José García GómezLa actividad minera está dentro del sector primario y posee un efecto tractor evidente, y, en general, está demostrado que favorece a las comarcas y zonas geográficas donde se desarrolla, siendo su principal inconveniente los ciclos en los mercados, y que el agotamiento de las reservas implica que se pueda pasar desde periodos de florecimiento a otros de decadencia. A pesar de ser una realidad histórica, no debería ser una rémora para la promoción de proyectos mineros; conocida esta característica se debería actuar en consecuencia y teniendo en cuenta que es una actividad tractora, pero que no debe ser el único motor de territorios.

Al ser la minería una actividad dependiente de la demanda de metales, y estos tener un mayor valor añadido, la industria metalúrgica asociada, aunque haya tenido vaivenes en su desarrollo en la historia, es mucho más estable e interesante para el desarrollo de regiones. Una combinación de las actividades mineras y metalúrgicas sería mucho más deseable que sólo la primera, pero el factor de escala en muchas ocasiones lo complica, ya que para las instalaciones metalúrgicas se necesitan volúmenes de minerales que no se pueden proveer por las minas de la zona geográfica próxima.

Sin embargo, es una evidencia que, a nivel mundial, muchas plantas metalúrgicas de refino y transformación de metales están ubicadas en países y zonas geográficas con poca actividad minera, y que los movimientos de transporte de minerales y concentrados son una realidad internacional, y una actividad en si misma de gran relevancia económica. Es por ello por lo que no se descarta que, a pesar de la falta de suministro local de minerales y/o concentrados, se puedan implantar proyectos de beneficio metalúrgico. Debería ser una actividad prioritaria de la agenda de las políticas y planes de industrialización, y que conllevaría benefícios sociales y un mayor posicionamiento estratégico ante la demanda de materias primas que nuestra sociedad necesita y necesitará.

La política de la Unión Europea en el ámbito del programa de ‘Raw Materials’ es una muy buena oportunidad para promover la cadena implicada en la producción de metales: exploración geológica, minería y metalurgia. La dependencia de los países europeos de ciertos metales es una cuestión geo-política, y la conjunción de minería y metalurgia es gran parte de la solución.

Que la minería sea visualizada como la actividad clave para la obtención de los metales que usamos cotidianamente, y la metalurgia como su industria asociada nos debe hacer ver que existe una oportunidad estratégica que contribuye de forma sustancial a la transformación industrial de nuestro país, tantas veces mencionada, pero poco efectiva hasta ahora.

 

Manuel José García Gómez

Vicepresidente Ejecutivo/CEO en AGQ Mining & Bioenergy

Director Técnico Máster en Gestión del Medio Ambiente en la Empresa EOI Sevilla