Este verano, hasta el tabanco me lo han cerrado. En cincuenta años es la primera vez que cierran en verano. Felipe el tabanquero ha decidido que ya estaba bien y que los tiempos habían cambiado también para una institución tan antigua como ésta. Y no ha habido modo de convencerlo de que en pro del turismo hay que mantener abierto hasta en agosto. Y es que tiene razón mi buen amigo al cerrar en agosto. Que no venía nadie –a excepción de unos cuantos parroquianos y de mí -, que todo el mundo se va a la playa. Y no me puedo quejar, pues parte de la culpa del cierre la tengo yo que pedía en mi último artículo que nos tomáramos un respiro, que ya era hora y que nos lo teníamos bien merecido. Así que me he quedado sin el paseito de rigor de todas las tardes.

Paseito barato, con el coche aparcado a la puerta de casa, que hasta el diesel me ha subido. Aprovechando que ya estábamos embalados por las carreteras en buscas del lugar de veraneo, con la alevosía de todos los años, le han dado otra subidita al combustible. Resultado: el precio de los carburantes es en estas fechas un 25 % más caro que en los últimos 5 años. El 50 % corresponde a impuestos, o sea que al Estado no le ha ido tan mal como a mi bolsillo, que tengo coche de gasóleo y los impuestos sobre éste alcanzaron el 52,8 %. Así que para paliar los gastos, me pensaba ir yo en autobús hasta el centro y después pasear por las umbrosas calles del casco antiguo hasta el tabanco, en busca del frescor del atardecer. Y allí compartía con mis compañeros de tertulia, todas esas tonterías que sacan en verano para tenernos entretenidos, que ya no son ni serpientes, que son modestas lagartijas, que no acaparan la atención ni de los más necios -¡y no será porque éstos escaseen! Que si poyeya, que si posado en Ibiza, que si no sé qué de visitas a la cárcel de Alhaurín, donde los primeros presuntos chorizos del asunto municipalurbanístico echan unas vacaciones custodiadas, sin devolver, ¡claro está! ni un euro, pero pobrecitos míos, que se deprimen un poco… Y todos chupando pantalla televisiva, para distraernos de disgustos como la subida del precio de los carburantes, o las castañas que se estaban pegando en el sur del Líbano, o el envío de soldados españoles a aquella zona, o la noticia – que parece como si no fuera con la economía de los de a pie- de que el déficit exterior aumenta en un 31% y se pone por encima de los 37.800 millones de euros -¡que no es moco de pavo!- o que los ingresos por turismo caen un 12 %.

Y, entremedio, y por aquello de no comenzar el curso con malas noticias solamente, y aunque sea la lagartija –antes serpiente- de finales de verano que nos haga olvidar que en septiembre nos tocará pagar los gastos del arranque del curso, podemos decir que entre tanta col, hay una lechuguita; y yo la pongo aquí porque nos da esperanza: la producción nacional ha crecido un 3,6% anual. Claro que también han crecido los precios, y en algunos sitios de nuestra geografía no se ha notado mucho el crecimiento. En fin que crecemos. Buena cosa.

Su contrapunto es que estamos endeudados hasta los dientes. Y los ciudadanos de la provincia de Cádiz, más. Tenemos sueldos muy bajos, soportamos un índice de paro que clama al cielo y ahorramos como media tres veces menos que el resto de España. Nuestro nivel de endeudamiento supera, según el Banco de España, el 70 % de la media. Y por mucha “charanga y pandereta” que queramos echarle, por mucha distracción televisiva, y por mucho que nos alegremos con todos los romances del verano, vivimos lo que se llama “vivir al día” y… llegamos a final de mes de puro milagro.

Y aunque, como el clásico dicho, siempre nos quedará París. Aquí nos va a quedar un puesto de camarero, que aquí vamos a terminar por fabricar sólo tapas –estupendas, eso sí- , lástima que el turismo de ahora gaste menos que el de antes, así que ni esta esperanza nos va a valer esta vez. Mientras tanto seguimos con las peleillas políticas, descafeinados por las vacaciones, que no llevan sino a aburrirnos, ¿por qué si no, nos íbamos a dedicar a informarnos sobre en nuevo lío de verano entre Blancanieves y Pulgarcito, o entre otros dos personajes de parecida calaña? Pero, ya digo, son disquisiciones que me trae el calor sin el menor consuelo, pues ha cerrado el tabanco y me ha dejado al pairo. Y para colmo, cuando no queda otra noticia me recuerdan lo del “síndrome post-vacacional”. ¡Igual es eso lo que nos aqueja y lo demás son imaginaciones mías! Lo extraño es que me venga a mí sin haberlas hecho. Pues que les pase pronto a los que las han padecido y a trabajar, que inaplazablemente empieza el curso.