Recomendaciones de política energética para la transición
1. El modelo energético en 2050
El presente artículo parte de la premisa de que los objetivos medioambientales para 2050 se cumplirán y se desarrollarán las condiciones económicas, regulatorias y tecnológicas para dicho cumplimiento. Para ello, se consideran exclusivamente aquellas combinaciones de actuaciones y políticas energéticas (que denominaremos las “palancas de descarbonización”) que llevarían al cumplimiento estricto de dichos objetivos en 2050, descartando las alternativas que no permitan dicho cumplimiento o sobre las que exista mayor incertidumbre.
Por estas razones, este estudio presta especial atención a la transición entre el modelo energético actual y el que necesitamos en 2050. Las actuaciones o “palancas” a considerar para la transformación del modelo energético son de carácter muy diverso y se pueden agrupar en tres grandes categorías:
– Cambiar a vectores energéticos con menores emisiones: sustituir combustibles y vectores energéticos de mayores emisiones por otros de menor emisión.
– Instalar generación eléctrica libre de emisiones: sustituir generación eléctrica emitida por energías renovables.
– Fomentar la eficiencia energética: desarrollo de actuaciones dirigidas a realizar procesos de forma más eficiente, o simplemente no desperdiciar energía en consumos innecesarios.
1.1 Transformaciones necesarias en el modelo energético
En el pasado todo el crecimiento económico estuvo asociado a un mayor consumo de combustibles fósiles. La situación de crisis de 2005 a 2007 ha hecho que se reduzca la demanda coyunturalmente por razones ajenas a la eficiencia y al cambio de vector. Sin embargo, cuando mejore la coyuntura económica, si no se cambian los vectores de consumo, no se podrán alcanzar los objetivos. El mayor potencial de descarbonización se consigue con la electrificación de la demanda mediante energías renovables.
En este contexto, las actuaciones para la descarbonización del modelo energético serían:
– Sustituir el consumo de productos petrolíferos, limitándolos a sectores y usos en los que no hay alternativa viable libre de emisiones (por ejemplo, transporte aéreo o determinados procesos industriales) mediante la electrificación de la demanda y la utilización de vectores energéticos con menores emisiones.
– Desarrollar un parque de generación eléctrica basado en energías renovables. El nuevo mix de generación eléctrica debería tener hasta el 90-100% de origen renovable (el 38% de la generación ha sido renovable en 2015). Alcanzar este nivel de penetración significará instalar entre 145-201 GW de generación eléctrica renovable (eólica y solar fotovoltaica(1)) hasta 2050, así como la capacidad de respaldo/almacenamiento suficiente para garantizar la seguridad de suministro.
La elevada necesidad de nueva potencia renovable requiere, a su vez, de una capacidad relevante de respaldo y flexibilidad que, inicialmente, será proporcionado por el parque térmico, nuclear e hidráulico actual. Esta capacidad firme irá siendo complementada con otras opciones de capacidad firme y flexible: las interconexiones internacionales, la construcción o repotenciación de centrales de bombeo, la gestión de la demanda, las nuevas tecnologías de almacenamiento y, en caso necesario, por la construcción de nuevas centrales de gas.
Es difícil prever cuándo las nuevas tecnologías de almacenamiento estarán disponibles en volumen y a coste competitivo para proporcionar la flexibilidad y el respaldo necesarios para las puntas de demanda, pero, en cualquier caso, existe la duda razonable de que en el horizonte 2030 las tecnologías de almacenamiento puedan proporcionar un respaldo significativo. De la misma manera, se podrían argumentar dudas razonables de que estén disponibles a tiempo, suficiente nueva capacidad de interconexión internacional, o nuevos mecanismos de gestión de la demanda que aporten una parte relevante de ese respaldo necesario. Por tanto, durante la transición a 2030 parece imprescindible asegurar que las tecnologías convencionales de respaldo ya instaladas se mantienen en el sistema, mientras las nuevas se desarrollan y penetran en función de las necesidades y de su desarrollo tecnológico.
Así pues, la generación convencional debe jugar un papel clave para que la transición se produzca de una forma eficiente y manteniendo la seguridad de suministro mientras aumenta la penetración de renovables.Por eso, es necesario evitar el cierre anticipado, durante el período transitorio hasta 2030, de centrales que ya están instaladas en el sistema sin que las nuevas tecnologías de almacenamiento estén maduras y desplegadas, y adaptar el diseño del mercado mayorista, para valorar adecuadamente la firmeza, cosa que no ocurre en el actual mercado de energía.
– Implantar medidas de eficiencia energética. Estas medidas deberían partir del ritmo de reducción anual de la intensidad energética final(2) alcanzado durante los últimos años (1,6% anual considerando el impacto que la crisis económica ha tenido en la demanda de energía) y tratar de mantenerlo o incrementarlo hasta el 2,2% anual mediante inversiones y actuaciones decididas de eficiencia energética y conservación, fundamentalmente en nueva edificación, rehabilitación de edificios existentes y nuevos procesos industriales.
1.2 Inversiones necesarias durante el periodo 2016-2050
Para conseguir todos estos cambios, serán necesarias una serie de medidas profundas, coordinadas y consistentes en el ámbito de las políticas económica, energética y de transporte e infraestructura, de la reglamentación urbanística y de construcción, que implicarán a todos los niveles de las administraciones públicas. Estas medidas serán necesarias para incentivar un esfuerzo inversor muy relevante y sostenido durante un largo período de tiempo. Las principales actuaciones supondrán, entre el año 2016 y 2050, una inversión acumulada(3) de entre 330.000 y 385.000 millones de euros (ver Cuadro 1), lo que equivale a una inversión anual media de unos 10.000 millones al año (estas cifras no incluyen las inversiones necesarias para el cambio modal del transporte pesado a ferrocarril).
1.3 Beneficios de la descarbonización
Más allá de la contribución a la lucha contra el cambio climático, la descarbonización tendría tres impactos positivos: menor dependencia energética de las importaciones, menor precio de la electricidad para el consumidor y mayor eficiencia energética:
– Menor dependencia energética de las importaciones: en 2013 España realizó unas importaciones brutas de 416 millones de barriles equivalentes de petróleo (nuestra producción interior es despreciable) por un importe de 34.000 millones de euros, mientras que en 2050 se estima un consumo de 6,6-15 millones de barriles equivalentes(4), por lo que, independientemente del precio al que pudiera cotizar el petróleo a dicha fecha, es de suponer que la importación de dichos productos petrolíferos tendría un coste total bastante inferior al actual.
– Menor precio de la electricidad para el consumidor: el precio medio de la electricidad para el consumidor se reduciría desde los actuales 120 euros/MWh hasta los 65-75 euros/MWh en 2050. La evolución se debe básicamente a que, aunque haya que realizar importantes inversiones en generación libre de emisiones y en redes, que deberán ser soportadas por los consumidores, estos costes se diluirían entre una mayor demanda (de 258 TWh en 2015 a 410-570 TWh en 2050) resultando en un descenso del precio medio del kWh. Asimismo, influiría en la bajada del precio de la electricidad antes del 2030 la amortización completa del actual déficit de la tarifa y la disminución progresiva de los importes, hoy imputados en los peajes de acceso de las ayudas a las plantas de generación renovable actualmente en funcionamiento.
– Mayor eficiencia energética: electrificar la demanda con energías renovables conlleva una enorme ganancia de eficiencia energética y, por tanto, reduce el consumo energético total del país (de hecho, es la medida con mayor impacto en la reducción de emisiones).
2. Recomendaciones de política energética para una descarbonización sostenible
A partir del anterior análisis de la visión a largo plazo (2050) y de la transición, se propone un conjunto de recomendaciones de política energética para direccionar nuestro modelo energético hacia una descarbonización eficiente (ver Cuadro 2).
La transición tendrá que realizarse de modo paulatino, pero decidido, hacia el cambio de la estructura energética del país, al tiempo que se mantienen la seguridad y la competitividad del suministro energético.
(1) Se ha incluido la instalación de 8 GW de nueva hidráulica y biomasa.
(2) Demanda de energía final total del país / Producto Interior Bruto.
(3) No incluye usos no energéticos del petróleo ni transporte aéreo y marítimo internacional .
(4) Demanda eléctrica en barras de central.
Un mayor detalle de estas recomendaciones elaboradas en Deloitte la pueden obtener en el informe ‘Un modelo energético sostenible para España en 2050: Recomendaciones de Política Energética para la transición’, que se encuentra disponible libremente en la página web: https://www2.deloitte.com/es/es/pages/strategy/articles/la-descarbonizacion-del-modelo-energetico.html
Alberto Amores González
Socio Monitor Deliotte