A la humanidad no le queda otra salida que modificar el sistema energético para invertir el proceso de aumento del forzamiento radiativo

Ya está aceptado por prácticamente todo el mundo que el cambio climático es una realidad amenazante para la vida en el planeta y que el 80% de los gases de efecto invernadero, que son el origen de ese cambio climático, provienen del sistema energético que tenemos en estos momentos, consecuencia, a su vez, del abuso de combustibles de origen fósil con carbono en su composición. El indicador que muestra a las claras que no avanzamos en la mitigación de ese cambio climático es el llamado “forzamiento radiativo”, que es la diferencia entre la radiación de onda corta (solar) que llega a la Tierra y la de onda larga (infrarroja) que sale. En el año 2005 era de 1,6 W/m2 y en 2011 era de 2,3 W/m2 según el IPCC.

Así pues, a la humanidad no le queda otra salida que modificar el sistema energético para invertir el proceso de aumento del forzamiento radiativo. ¿Cómo hay que hacer ese cambio? Desde el punto de vista de la mitigación del cambio climático no cabe la menor duda de que hay que disminuir fuertemente las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que no queda otro remedio que disminuir las combustiones de sustancias fósiles, y parece que eso no es nada fácil por multitud de razones que no hay espacio en este artículo para explicar con algo de detalle.

En cualquier caso, hay que pensar que el sistema energético del futuro tiene que ser claramente con menos carbono que el actual, y eso se puede conseguir de varias maneras:

– Mayor responsabilidad de los consumidores y de los gestores del sistema energético.

– Con un sistema eléctrico más distribuido, acercando la generación al consumo. La generación distribuida que vengo predicando desde hace más de 30 años en mis clases de Termodinámica. Con eso se consigue mayor eficiencia del conjunto del sistema.

– Empleando como fuentes primarias las energías renovables, solar, eólica, hidráulica, marinas, etc. tanto para el sistema eléctrico como para aplicaciones térmicas.

– Los vehículos de transporte -principales consumidores actuales de combustibles fósiles- tienen que ser eléctricos, sea con baterías electroquímicas como forma de almacenamiento, o bien con hidrógeno y pila de combustible. Aunque se va avanzando en estas tecnologías, el ritmo es todavía demasiado lento. Desde luego, la electricidad que abastece a las baterías o que generan el hidrógeno deben estar generada con energías renovables.

– Hay que optimizar los dispositivos de consumo aumentando su rendimiento. También se va avanzando en esa mejora con los certificados de eficiencia energética, cada vez más exigentes y rigurosos.

Generación distribuida y autoproducción. En el caso concreto del sistema eléctrico lo más importante es que los consumidores sean conscientes de la importancia de que la generación de las energías intermedias que utilizan en sus viviendas, servicios o industrias produzca el menor impacto ambiental posible. Además, es lógico que pretendan que su coste económico sea el menor posible, aunque hay que poner un matiz: no es necesario que la rentabilidad sea a corto plazo, puede ser a medio o a largo plazo.

De hecho, las energías renovables, que deben ser la base de ese nuevo sistema, tienen esa principal característica: que el coste de las instalaciones es alto, pero la energía primaria (el sol, el viento, etc.) es gratis aunque intermitentes, por lo cual, la amortización requiere algo más de tiempo que las instalaciones alimentadas con energías fósiles. Pero éstas -además del impacto ambiental- están condicionadas por el precio inseguro de las materias primas (carbón, petróleo, gas natural). En el caso de España, hay que añadir que, al tener muy pocas o casi nada de estas fuentes primarias, hay que comprarlas fuera, con el consiguiente endeudamiento que llega a niveles muy altos (del orden de 60.000 millones de euros al año).

En lo concreto, cada usuario puede generar parte de la electricidad que utiliza en su propia casa, hotel, comercio o industria; el resto de la que necesite, puede venir de un sistema general de mayor tamaño con generación lo más eficiente posible situada en las proximidades del pueblo o ciudad. Por lo que se refiere al calor (y al frio), también puede obtenerse en la propia vivienda, nave industrial o cubierta del comercio correspondiente.

El caso más sencillo y evidente es el agua caliente sanitaria que siempre debe ser obtenida en un alto porcentaje con una instalación de captadores solares térmicos sencillos y baratos. Por supuesto, cuidar energéticamente los edificios correspondientes es esencial, desde que el diseño y construcción siga las pautas de la llamada arquitectura bioclimática, hasta cuidar correctamente muros y ventanas evitando la entrada de radiación solar en el edificio cuando más radiación hay (en el verano) y facilitando la entrada cuando hay menos (en el invierno). No es muy difícil; basta con seguir las costumbres tradicionales de nuestros pueblos y ciudades y coloca las persianas opacas por fuera de los vidrios de las ventanas y moviéndolas correctamente día-noche y verano-invierno.

Con esa somera descripción creo que queda claro: se trata de que cada cual genere sus formas energéticas que satisfagan sus necesidades de luz, calor, frío, sonidos, etc., y complemente lo no cubierto con formas energéticas renovables propias con las generadas en instalaciones lo más próximas a su consumo.

 

Valeriano Ruiz Hernández

Experto en Termodinámica

 

ARTÍCULO INCLUIDO EN EL ESPECIAL ‘DIGITALIZACIÓN DE LA ENERGÍA’ DEL NÚMERO DE JUNIO DE AGENDA DE LA EMPRESA