Las empresas españolas de pequeño tamaño tienen la enorme oportunidad de posicionarse en el mercado global como nunca se habían visto. Y ello es posible gracias a la aparición de tecnologías muy competitivas en precio, cuando no de distribución libre, que están permitiendo competir de tú a tú con las grandes compañías.

Tradicionalmente, el volumen (en facturación, en número de empleados, en diversificación geográfica…) ha sido el criterio para establecer los rankings de las corporaciones. No le falta razón: normalmente esto lleva asociado, como poco, dos componentes esenciales: el valor objetivo en bolsa y la capacidad para invertir en nuevos desarrollos que les posibilita ampliar su espacio de mercado, ya sea mediante la fagocitación de la competencia o mediante la incorporación de productos o servicios que provoque incrementar la demanda. En esto último tiene mucho que decir la innovación.

JIA EOILas compañías pequeñas y, más especialmente, las startups, han de tener desde su concepción las ideas de negocio lo suficientemente diáfanas como para sobrevivir a los innumerables factores exógenos que minan su progreso. Tan sólo aquellas que han nacido y practican metodologías y estrategias ágiles (lean) son capaces de pivotar con la suficiente rapidez como para resistir e innovar. Disponen de una estructura organizativa plana y ejercitan procesos dinámicos que impiden que las crisis signifiquen un trauma real. Son jóvenes, practican design thinking y conocen muy bien a sus clientes. Desarrollan innovación con sentido para ellos en un mercado como el actual, en donde han dejado de ser pasivos para convertirse en prescriptores. Y esto les encanta a los inversores.

Vivimos una década en donde la innovación está muy apalancada en dos conceptos que no son precisamente novedosos: el dato y el algoritmo. Y podrían haber seguido entre bastidores si Doug Cutting (2006) no hubiera construido un sistema que denominó Hadoop y Yahoo no lo hubiera liberado a la comunidad (2009) como código abierto. Sobre éste empezaron a surgir sucesivas herramientas que solucionaban los problemas derivados del tratamiento de grandes volúmenes de datos, a gran velocidad y sin esquemas preestablecidos: nacía el concepto de Big Data. Entonces, cobró sentido el concepto del dato. Los algoritmos, tan antiguos como casi la historia de la humanidad, adquirieron protagonismo al dotarles de habilidades muy especiales: ser capaces de encontrar patrones sin supervisión y aprender de sí mismos. Esto está representando enormes oportunidades de negocio. Pero no olvidemos que todo ha sido posible gracias al tratamiento de esos grandes volúmenes de datos que las tecnologías Big Data facilita.

La empresa española es tan capaz como cualquier otra de incorporar estos activos diferenciales en sus estrategias de negocio. Son tecnologías en muchos casos de código abierto que, con ayuda de recursos en la nube, elásticos y relativamente baratos, permiten lanzar al mercado iniciativas empresariales basadas en Big Data sin realizar costosas inversiones iniciales, logrando acompasar costes e ingresos de manera más suave y segura.

Muchas lo están haciendo, como nos revela la reciente encuesta de HPE, al afirmar que “el 60% de las pymes han adoptado total o parcialmente iniciativas basadas en datos y una cuarta parte están planeando adoptar en el próximo año”. O como declara la consultora Synergic Partners: el sector de Big Data “ha crecido un 30% en España el último año y seis de cada diez grandes empresas proyectan aplicar nuevas técnicas para el análisis de datos masivos. Un 60,4% consideran que estas técnicas son el parámetro clave para sus estrategias”. Son informaciones que auguran un futuro muy prometedor.

Aunque también hay que reconocer que existen sombras en todos estos titulares. Otro estudio de la consultora IDC revela, sin embargo, que “un 44% de las empresas no conoce los pasos necesarios para acometer un proyecto de Big Data y un 34% no sabe indicar un solo proveedor”.

Más preocupante aún: “Un 60% de las empresas encuestadas no tiene equipos dedicados al Big Data, un 79% no tiene científicos de datos y un 75% no tiene o no sabe si tiene infraestructura dedicada”.

Parece bastante obvio que un factor clave para mejorar estos ratios es la adquisición de los conocimientos necesarios mediante formación y práctica, de forma que abordar estos proyectos y dirigirlos con la confianza del saberse conocedor de las tecnologías que los envuelve sea una garantía firme de éxito.

 

Juan Ignacio de Arcos 

Director de los Programas Ejecutivos Big Data & Business Analytics EOI en Andalucía

 

ARTÍCULO INCLUIDO EN EL ESPECIAL ‘LOS DATOS, ¿LA NUEVA FIEBRE DEL ORO?’ DEL NÚMERO DE JULIO-AGOSTO DE AGENDA DE LA EMPRESA