A este tabanquito no venía desde hacía tiempo. Y así me van las cosas. Aquí los parroquianos no son tan abundantes. Los fijos son tres o cuatro y se llevan hablando todo el rato. Cuando les hablo de Europa y de esos grandes temas, me dicen que está muy lejos, que de eso ellos no entienden y que a ellos les preocupan otras cosas. Quizás menos grandilocuentes, y más de andar por casa. Yo les replico diciéndoles que muchas de las cosas de andar por casa se cuecen en Bruselas, pero ellos o no me entienden o no me quieren entender, y hoy el gallinero estaba demasiado alborotado como para que yo les explicase cómo se mueve nuestra pesca, nuestra agricultura y tantas otras cosas en los foros europeos, que son, y cada vez más, serán los nuestros.

De todas formas, hoy el gallinero no sólo estaba alborotado, sino que se mostraba un poco indignado y, por qué no decirlo, algo perplejo. Andalucía queda más cerca y tanto se está moviendo este tinglado en los últimos tiempos, que era tema monográfico en la conversación de una tarde húmeda y tristona, que el vasito de vino animaba. Estamos rememorando muchas cosas en estos días. Tenemos replanteamiento del Estatuto de Autonomía y están sobre el tapete temas decisivos para el desarrollo de nuestro pueblo. Y todo coreado por el cacareo de otros gallos ajenos al corral que pretenden llevarse el mayor número de gallinas y seguir dejándonos a nosotros para que bailemos, no digo con la más fea, pero desde luego con el menor número de gallinas posibles. Porque cuando en el diseño se trata de euros, todo el mundo corre a comerse la mejor porción de pastel.

Y, naturalmente, esta tarde, ha salido el tema de la deuda histórica, de la financiación autonómica y de otros condimentos de este mismo guiso. Y, claro está, la gente sigue sin entender los discursos y, en definitiva, todos tienen la impresión de que el centro del interés de los grandes partidos no es Andalucía, por muchas profesiones de fe y muchas declaraciones de amor que se hagan. Parece como si Andalucía interesara a nuestros políticos sólo en cuanto que vale o no a los intereses del partido gobernante o del partido en la oposición. Y a estos parroquianos se les pone cara de dado del parchís, teniendo la impresión de que se juega con ellos.

Lo que hasta un determinado momento era algo indiscutible y exigible en justicia; que lleva hasta interponer recursos de cierta contundencia ante las más altas instancias, es decir, los famosos 16.301 millones de euros, ahora parece compensado -y ya seguiremos negociando con más suavidad- con 2.500 millones de euros que en una operación real, y muy bien trabajada, mediáticamente, llegaron a las arcas andaluzas que gestionaban, los que no se conformaban con tan poco -y con razón- pocos meses antes.

Pero, como no está de moda la memoria, si ayer dije Diego y hoy digo Digo, nadie se acuerda de ciertos debates televisivos, de algunas entrevistas, de muchas declaraciones…. Y los que antes defendían A porque estaban en la oposición, hoy no les importa tomar la actitud B, y viceversa. Y mis amigos contertulios del tabanco empiezan a no entender nada y a tener la impresión de que aquí el interés, para unos y para otros, no es nunca Andalucía, sino que está en otra parte. Y ahí viene lo de la cara de dado de parchís que me ponen.

Y ya nadie sabe de qué va el juego. Ni el de unos ni el de otros.

Andalucía necesita ponerse al paso de otras Comunidades y seguir avanzando. Ser beneficiaria de la solidaridad y de la justicia, de lo contrario la igualdad de todos los ciudadanos españoles -machaconamente defendida en la Constitución- no es más que un canto de sirenas.

Después no vengamos a lamentarnos de que la gente pasa, de que la clase política y los partidos están desprestigiadas en la opinión de los ciudadanos y que, como dice uno de mis amigos -Julián, que hoy se ha tomado dos vasitos de más y tiene la lengua suelta- hace que su hijo, los amigos de su hijo y los coetáneos de su hijo “pasen” del tema y peligrosamente desconfíen del sistema democrático que hemos elegido, y tomen otros derroteros.

Y menos mal que en este tabanco no hay televisor, que si lo hubiere, no perderíamos el tiempo hablando de estas cosas que nos afectan y sólo estaríamos preocupados de con quién se acostó el futbolista de turno, a quien le puso los cuernos la famosa de moda, y otras basuras más que anestesia las mentes y nos lleva a tal idiotismo que terminamos por despreocuparnos dando cheques en blanco, para aquellos temas que más nos afectan a todos. No olvidamos el culebrón que se montó con la muerte de una famosa, que no ha aportado nada a nuestras vidas ni a nuestro desarrollo, pero si olvidaremos pronto las posturas preelectorales, las promesas, las decisiones cuando se gobernaba, el material alojado en la hemeroteca y los vaivenes de los posicionamientos en temas tan importantes. Lo exigible a Gobierno y a oposición.

Y además -y perdone usted, mi vecino y amigo, de páginas anteriores, Fernando Segundo, que usted sabe más de esto- no sólo consiguen hacer de mis hijas unas futuras “pasotas” políticamente hablando, sino que me las envenenan, poniendo a las horas que ellas merecen una distracción televisiva acorde con su edad, programas que se pasan por el forro los derechos del niño y todo lo que ello implica, sin que nadie -ni para mí ni para mis amigos contertulios- haga lo más mínimo por remediarlo. ¿Será que a alguien le conviene una generación de estúpidos borregos manejables, para que nadie se pregunte que unas veces convenga decir Diego y otras Digo, donde se dijo lo contrario, y aquí no pase nada?

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