Esta primavera se nos está resistiendo y, aunque ya Felipe ha encalado el patio trasero y le ha dado, como él dice, un “lavadito de cara” a la fachada -blanco y albero- el fresco y la humedad, aún no desterrada del interior, me impide pasar esos buenos ratos de tertulia con los parroquianos y con el propio Felipe bajo el fresco del emparrado. Y eso que lo he buscado en estos días. Entretenido me han tenido con el debate de investidura del nuevo presidente del Gobierno de España, con la toma de posesión, con el relevo de Gobierno y con todo lo que ha rodeado en estos días los cambios anunciados y votados por los españoles. Las últimas palabras de Rodríguez Zapatero en el cierre del debate de investidura, “a trabajar”, nos han puesto a todos en expectativa de en qué, por qué orden, con qué prioridades, en qué sentido y en qué temas. Paralelamente, el nuevo Gobierno andaluz echa a andar también, con el mismo signo político que hasta ahora, con una mayoría absoluta, novedosa en esta legislatura pero, según lo anunciado, en el mismo camino que se venía haciendo.

Felipe y los más asiduos parroquianos mezclaban la expectativa ante el cambio nacional con cierta dosis de escepticismo, pues se han acostumbrado a no creerse las promesas electorales, alguna de ellas sorprendentemente puesta en marcha ya desde el primer momento y que ha suscitado cierta polémica en la tertulia. Aunque esperada, ha sorprendido por su prontitud la decisión sobre la guerra de Irak. Pero, lo que más me ha llamado la atención fue esta tarde el “¿y nosotros qué?”, de Felipe, el tabanquero. Se refería a Andalucía, que tan presente ha estado en los debates que precedieron a las autonómicas. Estaba claro que en éstos, la atención de todos los partidos de la oposición se había centrado en reclamarle deudas al hasta entonces Gobierno del Estado español. Que Andalucía estaba un poco olvidada y, para muchos andaluces, algo marginada en el punto de vista del Gobierno era un sentimiento general entre mis contertulios en aquellos días que precedieron al ejercicio del voto en las elecciones. Por lo visto, aquellos retrasos reclamados y aquella falta de atención que se transmitía y, en muchos casos, se percibía, se achacaba a que la política popular se enfrentaba rotundamente con los intereses que defendía el partido en el Gobierno de Andalucía. Pero, mire usted por donde, ahora, el partido que gobierna en Madrid, para toda España, es el mismo que el que gobierna en nuestra comunidad autónoma. Y aquí es donde se ha centrado la tertulia de hoy, al abrigo de las andanas de botas del tabanco, ya que el fresco no nos permitía hacerlo a la intemperie, pues refrescaba en estas tardes primaverales -con alerta de lluvias y vientos en media España- y había que resguardarse huyendo de esos resfriados primaverales que este tiempo engañoso nos reserva hasta que dentro de pocos días se nos instale el recurrente verano caluroso en nuestras calles.

Así que estas líneas se me llenan de preguntas. ¿Qué pasará con la deuda histórica? Ahora la culpa no podrá echarse a los “otros”, ni a la confrontación, ni a las diferencias políticas. ¿Aceptará el Gobierno de Chaves la reducción pactada con tal de que se pague? ¿Reclamará lo justo? Y, lo que es más importante, ¿se pagará de una vez por todas? Aquí estamos algunos andaluces con la memoria bien puesta y la hemeroteca a mano, a esperar y a seguir reclamando que los hechos den la razón a lo defendido en tantos debates. ¿Y esos pocos kilómetros de carretera que avanzaban a paso de tortuga y que no terminaban por mejorar la red y sacar del aislamiento a muchas zonas de Andalucía, ¿correrán ahora a paso de galgo? Los temas agrícolas, tan sustanciales para nuestro territorio, ¿serán defendidos, aquí, en Europa o en donde sea, con la contundencia necesaria para que nuestra agricultura tenga el desarrollo y el sostenimiento que son necesarios? ¿Secundará el Gobierno andaluz la promesa -véase discurso e intervenciones del debate de investidura- repetida de Zapatero de unos medios públicos libres e independientes? ¿Y no se reclamará esta independencia sólo para la 1 y la 2 de Televisión Española, sino para todos los medios públicos del Estado? ¿Desterraremos la política cortijera de algunos medios públicos, o por lo menos la de los que nos atañen? Etcétera…

Y, en definitiva, ¿será éste el momento de volcarse de una vez y de verdad con Andalucía y aumentar las reclamadas inversiones, ya que los signos en Madrid y en Sevilla presuntamente permiten un mayor entendimiento, y se han reclamado como arma electoral hasta la saciedad? ¿El diálogo político, en el legitimo ejercicio del quehacer democrático, será también el signo distintivo del Gobierno andaluz? ¿Serán los intereses generales de Andalucía, los reales, los que se lleven la palma en el quehacer de nuestro parlamento y de nuestro Gobierno?

Preguntas simples como éstas, han animado la tertulia de esta tarde en el tabanco de mi amigo Felipe. Aquí las he derramado, y aquí las mantengo. Cuatro años nos quedan por delante para la prueba del nueve. A los hechos me remitiré e intentaré mantener fresca la memoria. La nueva legislatura que en España y en la Comunidad Autónoma de Andalucía, acaba de empezar, lo prometido, lo discutido, lo reclamado, sigue sobre la mesa de los andaluces. Ahora llega la hora de demostrar con los hechos, que el objetivo prioritario de todos es el desarrollo de nuestra tierra y mantener el “Diego” donde dije “Diego” y el “digo” donde digo “digo”.

jfelixbellido@yahoo.es