Sin duda, nos encontramos en tiempos de transformación, de cambio del modo en el que afrontamos nuestro quehacer cotidiano en todos los ámbitos de nuestra existencia. La era digital y de la información en la que estamos inmersos está requiriendo de nosotros una extraordinaria capacidad de adaptación.

El campo de la educación superior es, sin duda, uno de los que de forma más clara se aprecia esta necesidad de cambio. Realidades como la formación online, o el acceso inmediato y remoto a la información en Internet por parte de los más jóvenes, auténticos nativos digitales, están cambiando de forma radical los procesos de enseñanza y aprendizaje de nuestras universidades. Pero ante esta incuestionable realidad, a esta necesidad de adaptación al cambio, será más que nunca preciso velar por mantener aquellos aspectos de nuestro sistema educativo que respondan de forma más definitoria a su propia misión y a su última razón de ser.

Convendrá por ello reivindicar las funciones clave de la enseñanza superior, a la que todos los procesos educativos, objeto en nuestros días de una evidente transformación, deberán en todo caso seguir respondiendo.

La primera de dichas funciones clave será la de la capacitación del alumno en el campo del conocimiento objeto de estudio. Un proceso de capacitación que, como ya hemos señalado en anteriores aportaciones, deberá generar las destrezas necesarias para que el alumno pueda aportar valor a la sociedad y ser demandado por el mercado en términos de empleabilidad. Para ello, los elementos de transformación en este campo deberán procurar optimizar el rendimiento del alumno y su adquisición de conocimientos aprovechando las innovaciones propias de la era digital.

Esta adquisición de conocimientos debe estar abierta al intercambio de experiencias y de ideas. Para ello, junto al inevitable desarrollo de las modalidades online y blended, será fundamental mantener altos niveles de presencialidad en la relación del alumno con la universidad, esto es, con sus compañeros y profesores, potenciando la experiencia on campus, y con el mundo del trabajo, promoviendo la cooperación universidad-empresa para facilitar su capacitación práctica y su inserción laboral.

Una segunda función clave de la educación superior será la relativa a la acreditación de los estudios realizados por el alumno, así como a la calidad de los procesos educativos. Es esencial fomentar un sistema de garantía de calidad que aporte la certeza de que el alumno egresado dispone de las destrezas necesarias para afrontar con éxito su ejercicio profesional. Sólo así podremos tener la tranquilidad de que los puentes estén diseñados por ingenieros capacitados, o de que el profesional sanitario está cualificado para darnos un diagnóstico fiable. Toda innovación que se lleve a cabo en los procesos educativos deberá mantener la máxima del aseguramiento de la calidad y respetar los estándares europeos establecidos en la materia (ESG 2015).

Una tercera función clave a señalar en este campo es, sin duda, el de la socialización del alumno. La vida universitaria permite al estudiante conocer nuevas personas, relacionarse con gente distinta a las de su entorno natural. Al socializar, el alumno se va haciendo adulto, así como más responsable, colaborativo y solidario. Este aspecto ha de ser tenido en cuenta a la hora de afrontar nuevos modelos basados en la experiencia online. Sin duda, los foros y comunidades propias de un entorno web permiten socializar e interactuar a los alumnos entre sí, y a éstos con sus profesores, pero ello no debería en modo alguno hacernos olvidar la importancia del contacto directo interpersonal propio de la educación presencial.

Una cuarta función clave de la educación superior que considero preciso resaltar es la de su aportación al avance científico en el ámbito de la investigación, el desarrollo y la innovación. Todo cambio de paradigma que pudiera darse en la educación superior, propiciado por el nuevo entorno digital, debería ir dirigido a potenciar y a facilitar los procesos de investigación e innovación en nuestras universidades.

Finalmente, y no por ello menos importante, la educación superior debe servir a la comunidad, en su máxima expresión. No dispondría de espacio en este artículo para reivindicar la aportación y el enorme servicio que nuestras universidades aportan a la sociedad, vertebrándo nuestras comunidades, capacitando a profesionales, haciendo avanzar la ciencia, fomentando la cultura, etc. Preservemos todo ello a la hora de hacer frente a los complejos y apasionantes tiempos de cambio que nos ha tocado vivir.

 

Juan Carlos Hernández Buades

Director General de CEU Andalucía

Presidente de la European Quality Assurance Forum y Consejero de EURASHE