Confieso que hay un momento muchas mañanas temprano, mis momentos favoritos de radio, en el que no se agota mi sorpresa al escuchar recurrentemente la misma cuña publicitaria de una empresa de refinanciación de deudas. Invariablemente, los personajes beneficiados en préstamos y cuotas que agradecen la gestión de la empresa con tono admirativo tienen acento… andaluz.
Sí, una cuestión eterna, de ejemplos permanentes uno detrás de otro. Cuando no es un tópico torpedeado por el tubo politiquero de las redes sociales es el error tan sorprendente como involuntario, de uno de los nuestros. Cuando no son los personajes de telenovela de media tarde es la repetición eterna de los estereotipos identitarios tal y como nos hacen ser los más “graciosos” del país, cuando no otra cosa.
Cuando nos atacan, nos ponemos muy dignos y “nos hacemos tirabuzones”. Vale. ¿Y…? Pues hasta la siguiente, que no suele tardar mucho. Mientras, se afianza la imagen dañina e insoportable del andaluz que “trabaja lo justo”.
Visto así, uno se pregunta si es que no hay empresas y buenas en Andalucía, si es que no hay profesionales y buenos, como también trabajadores y buenos, en Andalucía y si es que Andalucía no puede ofrecer la imagen de territorio ideal, además de para visitar y vivir, para crear empresa, tener iniciativas y ser reconocido por ello. No con ningún premio puntual, sino con el clima social y la disposición diaria de que hacer empresa -que tampoco necesita de supuestos sinónimos ambiguos e inexactos como emprender- contribuye a hacer Andalucía.
Claro que las hay, como hay muchos, muchísimos, miles de andaluces tan buenos empresarios, profesionales y trabajadores que el mejor de los europeos por ceñirnos a la Unión. Simplemente, no llegan más allá de los ejemplos y momentos puntuales en los que son noticia y en canales ad hoc. Muy pocas veces en los más generalistas salvo, eso sí, que los representantes de las administraciones consideren apoyarlos institucionalmente ante los focos.
Esta exposición es, en realidad, una cuestión evidente de carencia cultural y educativa en un mundo en el que no nos lo podemos permitir. O al menos, no debiéramos hacerlo a la velocidad y competitividad que se mueve.
Generalmente, las comunidades autónomas tienen en el Turismo una de las claves de bóveda de sus “marcas” territoriales, especialmente en los últimos años donde se han ido batiendo récords. Sin ir más lejos, España siguió siendo el año pasado la segunda potencia turística del mundo tras Francia y por delante de Estados Unidos con la visita de 82 millones de turistas que gastaron 87.000 millones de euros según el gobierno central. En Andalucía, 29,5 millones que generaron 20.400 millones, según el gobierno andaluz.
Es por ello que la mayoría de las campañas de publicidad institucional que hacen los gobiernos de las comunidades autónomas se centran exclusivamente –o casi-, en el valor turístico del lugar, sea de interior, cultural, patrimonial o naturaleza, sea de costa, sol y playa. Nosotros, en absoluto, somos una excepción.
Yo estoy convencido de que, mientras se trabaje la idea cultural y educativa sobre la empresa, por supuesto que es un reto de largo plazo y extremo convencimiento público –por las administraciones- y social, y mientras se trabaje para superar la connotación negativa con la que muchos utilizan la palabra empresa, que es una de las razones de ser de medios como este, Agenda de la Empresa, hay que estar también en modo campaña institucional permanente con las empresas andaluzas.
Hay que estar apoyándolas institucionalmente en su conjunto, conceptualmente, y a través de nombres propios, de los que hay una lista enorme y de excelencia, y por supuesto, por convencimiento y estrategia pública, no por mera oportunidad o simple tacticismo.
Francisco J. Bocero
Periodista y consultor de comunicación estratégica
@PacoBocero