Desde la gran crisis financiera que tuvo como uno de los acontecimientos más destacados la quiebra de Lehman Brothers -de la que ahora se cumplen 10 años-, los veranos han dejado de ser un periodo de tranquilidad en los mercados. En esta ocasión, el susto lo ha dado Turquía, cuya moneda se habría depreciado un 30% frente al dólar estadounidense en lo que va de año. Después de la escalada política de tensiones entre EE. UU. y la propia Turquía, incluyendo el aumento en los aranceles sobre algunas importaciones turcas a principios de agosto, la lira llegó a estar en caída libre. Aunque la situación parece haberse estabilizado, el asunto puede tener consecuencias para la economía europea dado el papel de Turquía en la política migratoria de la UE, al margen de otras consideraciones geopolíticas y del grado de exposición de los bancos europeos que operan en dicho país (también de España).

Mientras, el ritmo de crecimiento de la economía mundial se habría mantenido estable en el segundo trimestre, aunque los indicadores de comercio mundial experimentaron una pérdida de impulso y las condiciones financieras se han endurecido en las economías emergentes. En la Zona Euro, la coyuntura de la actividad apunta a un crecimiento sólido y generalizado, aunque a un ritmo más lento que en 2017. Así, el PIB del conjunto de la UEM se estima que registró un aumento del 2,2% entre abril y junio de este año (2,2% en el trimestre anterior). Por su parte, en España, el avance del INE ha señalado un crecimiento del PIB del 2,7% en el segundo trimestre, también unas décimas por debajo de lo observado en el previo (3%). Este ritmo de actividad sigue siendo generador de empleo, tal y como aproximan las cifras de puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo y las afiliaciones a la Seguridad Social (3% interanual en el mes de julio).

Asimismo, en Andalucía, también la economía habría observado una ligera ralentización a juzgar por los resultados de la Contabilidad Regional Trimestral, que elabora el IECA, estimando un avance en el segundo trimestre de 2018 del 2,5% respecto al mismo periodo del año anterior (2,9% entre enero y marzo). Desde la perspectiva del empleo, medido en términos de puestos de trabajo, este trimestre presenta un crecimiento del 1,9%, si bien esta tasa se eleva hasta el 3% en el caso de los asalariados debido a la evolución favorable de la construcción. Este avance también se constata en la trayectoria de los trabajadores en alta en la Seguridad Social cuya tasa interanual se situó en el 2,9% en el mes de julio, lo que supone un freno moderado respecto a los ritmos superiores al 4% que se llegaron a alcanzar el año pasado.

Pero al margen de las cifras, las formas de producir, es decir, los comportamientos del mercado de trabajo y de las empresas están cambiando y ahora son distintos a los de hace una década. Buen ejemplo de ello es la llamada “economía colaborativa” y el empleo atípico que ha conllevado el cambio tecnológico asociado a las tecnologías de la información y la comunicación. Las plataformas digitales sirven de punto de encuentro entre proveedores y usuarios y se han convertido en un modelo de negocio. Al mismo tiempo, están impulsando la figura del autónomo dependiente que, aunque existía con anterioridad, parece encajar con este tipo de organización del trabajo bajo demanda, de tareas concretas y que se especifica a través de estas aplicaciones tecnológicas. La novedad de este esquema está produciendo un debate acerca de la regulación que debería dar cobertura a este tipo de plataformas y al empleo generado por ellas. En particular, resulta polémico llegar a un acuerdo sobre si los trabajadores de estas plataformas son autónomos o asalariados o algo distinto, a medio camino entre el trabajo por cuenta propia y ajena. En cualquier caso, conviene recordar que el tejido empresarial de Andalucía, como el de España, resulta ahora más débil que el existente antes de la crisis. En concreto, con la información que proporciona el Directorio Central de Empresas (DIRCE), con datos para el 1 de enero de 2018, la densidad de empresas en el espacio regional y nacional es ahora menor (la proporción de empresas por cada mil habitantes es más débil) que en 2008. Además, el número de empresas sin asalariados y constituidas por personas físicas ha aumentado considerablemente, al mismo tiempo que ha disminuido la abundancia de empresas con trabajadores. Esta reducción es especialmente evidente en el caso de las empresas de 10 a 49 empleados (tan solo el 3,5% del total en 2018, frente al 4,9% que suponían en 2008).

Como es sabido, el reducido tamaño es un elemento de vulnerabilidad de las empresas españolas (y andaluzas), que dificulta las posibilidades de competitividad, rentabilidad, capacidad financiera, etc., y que a medio y largo plazo limita el potencial de crecimiento de la economía en su conjunto. Desde una perspectiva más coyuntural, las previsiones de crecimiento para 2018 aproximan avances del 2,7% y 2,8% en Andalucía y España, una tasa levemente por debajo de los registros de 2017, siendo las provincias de Málaga, Sevilla y Cádiz las que liderarían el dinamismo dentro del espacio regional.

 

Esperanza Nieto Lobo | Analistas Económicos de Andalucía  

 

 

 

Artículo incluido en el número de septiembre de la revista Agenda de la Empresa