El reto de conseguir que la IA ayude a reducir las desigualdades en lugar de a incrementarlas

Desde la Conferencia de Dartmouth de 1956, la Inteligencia artificial ha alternado entre períodos de gran entusiasmo y desilusión, avances impresionantes y fracasos frustrantes. Sin embargo, ha alcanzado metas que se creía que serían imposibles en tan poco tiempo: superar a los seres humanos en juegos complejos (ajedrez, go…), comprender el lenguaje natural, conducir coches de forma autónoma, etc. A partir de ahora, la Inteligencia Artificial puede tener un papel mucho más importante que del que ha tenido hasta ahora. La IA ya no es sólo un campo de investigación de laboratorio ni una aplicación específica. Es una de las claves del futuro (y del presente). De hecho, estamos viviendo en un mundo cada vez más digital.

Por este motivo, una gran parte de los esfuerzos científicos de nuestro tiempo se están dedicando al campo de la IA. Y a diferencia de períodos anteriores, la investigación en IA ya no solo pertenece al ámbito científico, sino que se ha extendido a todos. Se invierte una cantidad extraordinaria de dinero en investigaciones y aplicaciones de la IA en la industria. Políticos de todo el mundo la nombran a menudo en sus declaraciones, llegando a compararla con la tecnología nuclear.

La IA afectará a todos los modelos de negocio y es la próxima gran disrupción que ya está llegando. Por lo tanto, los países pueden decidir formar parte de esta disrupción, o no hacer nada, quedar a la cola, y no crear puestos de trabajo relacionados.

En los últimos meses hemos visto que varios países del mundo como China, Reino Unido, Francia o Canadá están desarrollando estrategias nacionales en torno a la IA. El objetivo de estos países es liderar, o al menos no perder el tren, de la oportunidad que presenta el desarrollo de un sector que puede ser estratégico.

El crecimiento de la IA puede provocar un crecimiento económico importante, pero también puede acelerar la desaparición de algunos trabajos, transformar otros y por tanto incrementar las desigualdades económicas. Por este motivo, es importante que los gobiernos se preparen para esta transformación. Esto puede significar explorar nuevas formas de formación y oportunidades laborales para aquellos que pierdan sus puestos de trabajo debido a la automatización y la IA.

La educación también debe ser parte clave de la foto. Los nuevos científicos impulsarán la industria, pero la experiencia de las diferentes industrias también. Seguramente, los gobiernos no deben ser responsables de la educación de los expertos en AI, pero deben estar al frente del esfuerzo. Tener talento específico de Machine Learning (ML) será determinante en esta carrera. Actualmente, quizás solo hay 1.000 personas en todo el mundo que puedan contribuir en la investigación de la IA, y quizás 100.000 que pueden comprender su trabajo y participar activamente en comercializarlo. Igualmente, también se necesita talento STEM: ingenieros competentes, matemáticos y físicos que complementen los expertos.

Normalmente, cuando se habla de los sectores estratégicos que debe tener en cuenta un gobierno se hace referencia a la salud, el medio ambiente, la movilidad, la educación y la seguridad pero, sobre todo, se debería tener en cuenta que en un mundo marcado por la desigualdad, la Inteligencia Artificial no debe terminar aumentando los problemas de exclusión y la concentración de riqueza y recursos. Las políticas en torno a la IA deberían cumplir un doble objetivo: garantizar que el desarrollo de esta tecnología no contribuya a aumentar la desigualdad social y económica y hacer un buen uso de ella para ayudar a reducir realmente estos problemas. La primera prioridad de la IA debería ser ayudar a promover nuestros derechos humanos fundamentales, mejorar las relaciones sociales y reforzar la solidaridad.

 

Marc Puig | CTO en Citibeats

Artículo incluido en el especial sobre IA incluido en el número de octubre de la revista Agenda de la Empresa