La incertidumbre domina estos tiempos de crisis. Todo indica que estamos al final de la Gran Recesión, esta que pasará a la historia junto a la crisis del petróleo de los años setenta y a la gran depresión de los años treinta en el siglo pasado. Comparte con ellas la naturaleza de ser punto de inflexión para un cambio de época que sugerirá probablemente un ajuste de paradigmas y de políticas. Es también punto de inflexión para una nueva fase de revolución industrial como sugiere el World Economic Forum en el marco de las teorías de los ciclos económicos.

Nadie discute que se está gestando un nuevo modelo de relaciones productivas y sociales que marcará las próximas décadas y que todavía no somos capaces de definir. Los hay que optan por enfatizar en los evidentes riesgos que esta etapa sugiere en términos de exclusión y fin del trabajo. En la dialéctica pesimismo-optimismo hay autores como el fallecido Hans Rosling o Steve Pinker que insisten en que, pese a nuestras percepciones y a la persistencia de algunas injusticias, el mundo no para de mejorar.

Pero es difícil hacer predicciones sobre el futuro que nos espera y por eso domina la incertidumbre. En el análisis económico domina la impaciencia y eso refuerza la preminencia del escenario del corto plazo.

No se despeja el riesgo de una nueva recesión. Como señala Caixa Research, por ejemplo, la expansión global pierde ritmo. Cita para ilustrar la tendencia el Índice global de sentimiento empresarial (PMI) que presentaba en enero de 2019 el registro más bajo desde septiembre de 2016.

Caixa Research explica esta percepción a partir de la combinación de las dificultades para crecer con equilibrio y empleo en algunas economías avanzadas con el endurecimiento de las condiciones financieras globales, el deterioro de la confianza por las tensiones comerciales y políticas y las dudas sobre el verdadero grado de desaceleración de la economía china.

En España y Andalucía las percepciones están también dominadas por la incertidumbre. El GOEPA de invierno de 2018 (Estudio General sobre la Opinión Publica en Andalucía) que publica el CAPDEA de la Universidad de Granada muestra cómo en las expectativas de los andaluces están instaladas en una estable sensación de incertidumbre y pesimismo.

Evolución de las expectativas de la situación económica de Andalucía

En el caso andaluz, la desconfianza en la clase política es un factor principal junto al miedo al desempleo. Las expectativas que generen los cambios electorales van a ser una variable determinante para lidiar con la incertidumbre. ¿Se imaginan que la idea de unos años sin elecciones nos permite dejar atrás las insensatas dinámicas de nuestros representantes en estos años?

Hay mimbres para construir sobre la incertidumbre. Señalo tres para cerrar estas reflexiones. La agenda de los ODS es una fuente de oportunidades en la que España parece tomar posiciones no solo desde la Administración Central. Sino desde las empresas. Se trata de una apuesta segura cuando hablamos de tomar la delantera en los cambios estratégicos.

La segunda oportunidad que nos ofrece la incertidumbre es dar respuesta a nuestros problemas de productividad. Debemos reducir el diferencial que nos separa en términos de productividad de nuestros vecinos y apostar por sus determinantes (I+D, educación, capital público). Finalmente, la tercera baza de futuro es la de apostar por el conocimiento y los datos, las evaluaciones a priori y posteriori. Un intercambio de más rigor y menos intuición que nos lleve a trabajar más sobre evidencias y conocimientos que sobre supuestos.

 

 

Pedro Caldentey WEB Pedro Caldentey

Director del Departamento de Economía

Universidad Loyola Andalucía

 

 

Artículo incluido en el número de marzo de la revista Agenda de la Empresa