Se ha hablado poco de productividad en la campaña electoral y es probablemente uno de los elementos más articuladores e influyentes en la economía y de los que mejor ayuda a explicar los límites de nuestro modelo de desarrollo económico.

José Juan Ruiz, que ha sido Economista Jefe del BID en los últimos años, planteaba estos días de forma muy sugerente el rol central que la productividad debe ocupar en nuestros planes de crecimiento y progreso. Hablando de la simplona sobreargumentación sobre la política fiscal (voy a subir, voy a bajar) que ha absorbido el debate electoral sobre la agenda económica, decía: “Quien piense que el bajo crecimiento de la productividad total de los factores, la elevada desigualdad pre-distribución y la moderada capacidad redistributiva de nuestras políticas públicas son fenómenos independientes lleva mucho tiempo sin entender, o sin querer entender, lo que está ocurriendo en la economía y en la sociedad global”.

La gráfica de la Fundación BBVA y el IVIE presenta la evolución de la productividad total de los factores (PFT) desde 1995 hasta ahora. Este indicador refleja la eficiencia del uso que la economía española hace de sus factores de producción, del trabajo y del capital (maquinaria, equipos o infraestructuras). La evolución de la PFT en España ha tenido, con Italia, una evolución negativa.

Los datos confirman las dificultades de la economía española para converger con la UE tanto en términos de PTF como de productividad del trabajo. Los datos históricos sugieren que España mejoró su productividad desde los años 60 incorporando tecnología y procesos de gestión empresarial asociados a la inversión extranjera y a la apertura.

Esa primera fase de modernización y convergencia tuvo manifestación evidente en la mejora de la productividad hasta los años 90 en que la convergencia se detiene y hace inestable. Cabe dudar entonces de si a la hora de adoptar un modelo particular de crecimiento y desarrollo productivo, la economía española no fue capaz de dar con la tecla. ¿Nos ha faltado visión o ingenio?

Los problemas de productividad de la economía española están asociados a problemas tan críticos como la explosión del paro en los períodos de crisis. Es conocido que la productividad del trabajo mejora casi únicamente en períodos de crisis a punta de ajustes de la fuerza laboral. Las debilidades de nuestra productividad están ligadas a los factores que determinan con más intensidad su mejora como la inversión en I+D, la calidad de la educación, el capital público o en la eficacia del marco institucional y regulatorio. Son aspectos en los que el desempeño de los agentes políticos ha sido probablemente insuficiente.

Los determinantes de la productividad también apelan a los agentes económicos en el sector privado. El debate nos lleva a temas tan relevantes como el tamaño de nuestros sectores empresariales, los modelos de gestión empresarial, o a la aversión o propensión al riesgo de nuestros sectores empresariales o del sistema financiero.

En estos temas las inercias son también enemigo número uno. Mariana Mazucatto lo abordaba en la reciente presentación de la edición española de su libro El Valor de las cosas, que amplía las tesis del Estado Emprendedor, planteando la necesidad de hacer un reparto de tareas distinto entre Estado y sector Privado en torno a la I+D+i.

Dar respuesta a los retos de nuestra productividad implica responder también a los del empleo, la eficacia del estado para promover el bienestar y la equidad o la competitividad de nuestra economía.

 

Pedro Caldentey WEB Pedro

Director del Departamento de Economía

Universidad Loyola Andalucía

 

Artículo incluido en el número de mayo de la revista Agenda de la Empresa