Hacía un día estupendo, el color del cielo era rojizo y me encontraba dando un paseo con los niños por el parque. Estábamos seleccionando hojas de los árboles y observando las diferentes clases y colores. Era un día de otoño disfrutando del momento. En ese momento sonó el teléfono móvil: nos estaban esperando en casa para comer y ya estábamos en retraso. Nos pusimos en marcha con cierta prisa y llegamos a una avenida que había que cruzar. Nos acercamos al semáforo, que estaba en rojo para el paso de peatones, y uno de los niños presionó el botón para que se pusiese en verde. Segundos después, presioné dos veces seguidas y otro de los niños me dijo: “Papá, porque presiones dos veces o más no significa que el semáforo vaya a cambiar antes. Tiene sus tiempos”. Me quedé pensando. Era verdad, había actuado sin pensar o pensando que podía influir en el semáforo. Me sentía como si pudiese tener el control cada vez que presionaba y por eso lo hacía, tenía que presionar, aunque, como me decía mi otro hijo, no podría influir en que fuese más rápido. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Con un semáforo? ¿Al coger un ascensor? ¿Has presionado el botón?

Pues esto sucede en el día a día y afecta a nuestro proceso en la toma de decisiones. Es conocido como el sesgo de la ilusión del control: creemos que podemos influir y controlar situaciones que ocurren en nuestra realidad cuando realmente no es posible, bien porque dependan del azar, bien porque sean realidades nuevas a las que nos enfrentamos.

Un sesgo cognitivo es “un efecto psicológico que produce una desviación en el proceso mental, lo que lleva a una distorsión, juicio inexacto, interpretación ilógica, o lo que se llama en términos generales irracionalidad, que se da sobre la base de la interpretación de la información disponible, aunque los datos no sean lógicos o no estén relacionados entre sí” (Wikipedia). La ilusión del control lo definió Ellen Langer, psicóloga y profesora en Harvard en los años 70, de como la creencia que tenemos los seres humanos que podemos tomar acción para influir en realidades que realmente no podemos.

Hoy estamos ante una pandemia mundial, un cisne negro, algo que puede tener lugar con muy poca probabilidad pero que si sucede su efecto o impacto es enorme. Y esto nos va a cambiar.

En la gestión de patrimonios tiene su cabida, ya que nuestro comportamiento en la toma de decisiones financieras conlleva consecuencias. Si tenemos presente que este tipo de distorsiones pueden producirse ya es un avance, por eso es importante tenerlo presente. Pero solo con eso no basta. Si le añades un profesional que te conozca y te acompañe en esa toma de decisiones es probable que tengas una planificación financiera personal acorde a tus necesidades y objetivos que te de seguridad y tranquilidad.

La planificación financiera personal permite disponer de un colchón de seguridad lo suficientemente amplio para que seamos racionales ante la toma de decisiones por las inversiones llevadas a cabo. Inversiones que tienen un objetivo y horizonte temporal previamente establecido. Inversiones que sufren las volatilidades, volatilidades asociadas a los mercados financieros, provocadas por la pandemia y por otras realidades que no podemos controlar, no podemos influir, pero sí podemos definir una estrategia clara e ir acompañados por un profesional en esos momentos.

Tener la ilusión de que podemos influir es normal, es humano. Ve acompañado porque “el mundo cambia en un instante y nacemos en un día” (Gabriela Mistral).

 

Juan Francisco Martín BáñezWEB Juan Francisco Martín Báñez

European Financial Advisor (EFA)

LinkedIn: Franciscomartinbañez

 

Artículo incluido en la edición de noviembre de Agenda de la Empresa