Gerardo Cuerva Gerardo WEB opinion

Presidente de CEPYME

 

 

La crisis provocada por la COVID-19 está impactando de forma muy acusada en nuestro tejido empresarial y la salida de esta coyuntura definirá el futuro de la economía española.

No solo se debe trabajar en superar esta crisis, sino en cómo superarla.

El cómo nuestras empresas saldrán de esta crisis definirá nuestro país para las próximas décadas.

Porque después de todo el esfuerzo de las empresas, de endeudarse, adaptarse, reestructurarse e invertir en muchos casos todos los ahorros para superar esta crisis, las empresas españolas van a estar muy por detrás de las empresas del resto de países de la UE en términos de competitividad.

Porque lo que está en juego es la competitividad de nuestras empresas. Y España no se puede permitir que las empresas, las pymes, salgan con una importante pérdida de competitividad respecto de las empresas de nuestros países vecinos.

En estos momentos de crisis e incertidumbre, debemos mirar por nuestras empresas. Tanto las empresas que intentan resistir esta crisis y que ven que está en riesgo su viabilidad, como a las empresas que tienen un crecimiento consolidado, para que puedan mantenerlo y seguir creciendo en el futuro. Estas empresas son esenciales para la competitividad de nuestra economía y para el progreso económico y social de nuestro país.

Por eso, en las actuales circunstancias el objetivo prioritario debe ser salvar el mayor número posible de empresas, reducir al mínimo la destrucción del tejido empresarial, que debe ser la base sobre la que se sustente la larga, difícil e incierta recuperación.

Desde mediados de marzo hasta finales de abril, en los primeros envites de la pandemia, se destruyeron 100.000 empresas, más que en el peor año de la crisis anterior (2009), que registró una caída de 93.000 y más de la mitad de las empresas perdidas en el período 2007-2012 (177.000). La situación les está afectando de tal manera que el 90% ha reducido sus ingresos y el 40% factura la mitad. Además, el 51% de las pymes ve en riesgo la supervivencia, porcentaje que se eleva hasta el 79% en el sector de la hostelería, uno de los más afectados por las restricciones a la actividad.

Las medidas puestas en marcha por el Gobierno, como los ERTE o los créditos ICO, que resultaron eficaces en la primera ola de la pandemia, son claramente insuficientes para afrontar esta situación que se prolonga en el tiempo y cuyos efectos sobre la situación económica se agravan a medida que se suceden las restricciones de la actividad para contener la pandemia.

¿Cómo logramos un tejido empresarial más competitivo después de esta crisis? En primer lugar, intentando que las empresas no lleguen a la recuperación con un endeudamiento irreversible, que ponga en riesgo su solvencia. Las empresas necesitan liquidez. No olvidemos que los avales del ICO son créditos que habrá que devolver y que las empresas se han endeudado en estos meses en más de 100.000 millones de euros.

Además, las empresas necesitan certidumbre. No podemos negociar la renovación de los ERTE cuando esté a punto de vencer su cumplimiento, mientras que el estado de alarma ya está previsto hasta el mes de mayo.

Se precisan ayudas directas para afrontar esta situación, similares a las que están adoptando otros países de nuestro entorno. Ayudas que sitúen a nuestras empresas en las mismas condiciones competitivas que las de otros países de nuestro entorno, como Francia o Alemania.

Es urgente abordar medidas como el aplazamiento de los impuestos y otras obligaciones, facilitar la renegociación de los alquileres y la reestructuración de la deuda de las empresas. Y acometer planes de estímulo de la actividad económica.

España solo ha dedicado un 12% del PIB a apoyar al tejido empresarial, frente al 60% de Alemania, por ejemplo. Y, una vez más, es preciso insistir en que de esta crisis solo saldremos con las empresas. Sin ellas, no hay progreso ni bienestar social, ni sostenibilidad, ni empleo. Sin ellas, no hay futuro.

Medidas como el incremento de los impuestos o la subida del SMI van precisamente en la dirección contraria, incrementando los costes de las empresas, muchas de ellas al límite como consecuencia de la falta de actividad y la caída del consumo.

Los fondos de recuperación comunitarios serán esenciales para afrontar la reestructuración y la recuperación de nuestro tejido productivo.

Pero para que sus efectos sean reales, es preciso ejecutarlos con eficacia, invirtiendo en proyectos de futuro, que aborden los retos que tiene nuestra economía, la modernización de nuestro sistema productivo y, sobre todo, que lleguen realmente a las pequeñas y medianas empresas, las que más están sufriendo en estos momentos y la base de nuestro tejido empresarial.