Juan Francisco Martín Báñez WEB Juan Francisco Martín Báñez

European Financial Advisor (EFA)

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Hace unas semanas conversé con un amigo que le había tocado la lotería de Navidad. Estaba contento, con un montón de proyectos en mente e incluso un poco nervioso porque necesitaba tomar decisiones y quería que fuesen las correctas para él y para su familia. Hablamos y comenzamos a desarrollar una planificación financiera personal que le está aportando seguridad y tranquilidad.

El día del sorteo de la Lotería de Navidad es un día especial y quería aprovecharlo para compartir cómo de cerca tenemos la probabilidad en nuestros días o no, tanto si juegas como si no. Si compras un número de lotería de Navidad tienes alguna probabilidad de que te toque el Gordo. Calculémosla: se introducen 100.000 bolas con los números que participan en el sorteo. Todas las bolas tienen la misma posibilidad de ser agraciadas con el Gordo, pero solamente una de ellas se llevará el primer premio. La fórmula de cálculo sería dividir ese número que tenemos entre todas las posibilidades que existen y nos da un resultado: 1/100.000= 0,00001, o lo que es lo mismo, tienes el 0,001% de probabilidad de ser afortunado. ¿Te parece mucho o poco? ¿Habías hecho el cálculo alguna vez?

Quizás pueda resultarte poco, por lo que puedes incrementar la probabilidad de ser agraciado a un 10%, por ejemplo. Esto supone que tendrías que comprar 10.000 números diferentes que participan en el sorteo para saber que concentras el 10% de probabilidades de ser el afortunado. Es decir, tendrías que destinar 20 euros por cada número (mínimo de euros para comprar un décimo de lotería), lo que supone un desembolso de 200.000 euros. Si te toca recibes 328.000 euros netos (ya que Hacienda se queda con 72.000 euros de impuestos). Enhorabuena si eres el afortunado, pero recuerda que en este escenario existía la probabilidad de un 90% de que no fuese así.

Como seres humanos, podemos visualizar qué haríamos si nos tocase la lotería, además, existen campañas de publicidad excelentes que nos generan emociones y toman la decisión por nosotros. Se produce un desplazamiento de un pensamiento más racional por otro emocional y se ignora, por ejemplo, la probabilidad de ser agraciado con el primer premio. Es conocido como el sesgo del descuido de la probabilidad.

Ocurre de igual forma ante un riesgo que pueda acontecer. Viajar en avión es el medio de transporte más seguro, sin embargo, si días previos a un viaje planificado escuchamos la noticia de un accidente de avión nos afecta de una manera que podemos sobrevalorar el riesgo de que nos pueda suceder a nosotros e incluso podríamos cancelar el vuelo. Es normal, somos así. Sin embargo, podemos coger todos los días el coche de forma habitual siendo uno de los medios de transporte con más accidentes mortales, es decir, la probabilidad de tener un accidente de carretera es muy elevado y no la tenemos en cuenta cuando lo utilizamos. Si conseguimos reorientar nuestro pensamiento hacia lo racional podríamos evitar ignorar el cálculo de la probabilidad de que tenga lugar un hecho.

Un hecho cierto hoy es la dificultad que tiene un ahorrador para conservar su patrimonio en un momento de crisis que ha incremento la tasa de ahorro a máximos históricos, tipos de interés en negativo y preguntarnos qué hacer ahora. Por ello te invito a pensar en una planificación financiera personal que con toda probabilidad te aportará valor y educación financiera. Ve acompañado en la toma de decisiones.

 

Artículo incluido en la edición de febrero de Agenda de la Empresa