especial addenda
© Maxime Delvaux

Todo empezó en la primavera de 2015 cuando dos arquitectas (Anne Hinz y Cecilia Rodríguez) y tres arquitectos (Roberto González, Arnau Sastre y José Zabala) decidimos asociarnos para participar en el concurso para el nuevo museo de la Bauhaus en Dessau, la sede (además de Weimar y Berlín) más representativa del legado arquitectónico (edificio de la escuela original, casas de los maestros, oficina de trabajo, etc.) de esta institución del diseño y la cultura alemana. Visto en retrospectiva, el inicio de nuestra empresa no podía haber sido más coherente con la filosofía de la Bauhaus: un espacio de confluencia de personas con intereses y aptitudes diversos, un espacio de debate y de pensamiento; en nuestro caso, en torno a un edificio como dispositivo donde no solo mostrar y dar difusión a la colección y legado de la Fundación Bauhaus Dessau (FBD), sino también como una oportunidad para dotar de una nueva infraestructura cultural al centro de la ciudad.

Una ciudad -como muchas otras ciudades de la anterior “Alemania del Este”- que todavía sufre los efectos de la despoblación posterior a la reunificación alemana a partir de la caída del muro de Berlín. Por lo tanto, hubo un factor determinante (ajeno a los 831 estudios de arquitectura que participamos en el concurso) consecuencia de un fuerte debate político-social y que afectó al diseño arquitectónico: la elección de un emplazamiento en el parque central (Stadtpark) de Dessau, cercano al centro histórico y, por lo tanto, alejado del edificio de la escuela original (Walter Gropius, 1926). De hecho, este proceso de debate y confrontación continuó durante el proceso del concurso, ya que el jurado decidió declarar dos propuestas ganadoras -la del despacho neoyorkino Young Ayata y la nuestra- formal y conceptualmente antagónicas. Y en cierta manera, consideramos que el nuevo museo es continuador de esta fricción o tensión constante que se remonta a la fundación de la escuela, donde el debate y la convivencia entre opuestos han sido una constante.

Desde el punto de vista del edificio, su forma y posición son una respuesta directa y sencilla a los requerimientos planteados para activar el lugar: una caja de vidrio (material cambiante y sensible a las condiciones ambientales) que contiene un edificio-puente de hormigón que alberga la colección permanente y que libera el máximo espacio en la planta baja, situado en continuidad con la calle que une la zona antigua de Dessau con el parque de la ciudad. El museo hace referencia a alguno de los aspectos del edificio original de Walter Gropius: el muro cortina de los talleres, el edificio puente de dos plantas y la sensación de ligereza y superficies planas, y que incorpora un manifiesto de la cultura contemporánea que podría ser descrito como “low resolution at its best” (de óptima baja resolución), un eslogan que captura con precisión la precariedad de nuestro tiempo, aunque combinada con una actitud de gran optimismo.

Por lo tanto, no solo los condicionantes sociales y del emplazamiento han sido esenciales en la definición de la arquitectura del edificio, también lo ha sido la economía del proyecto. Inicialmente la estructura-puente interior era metálica y revestida en madera. Las restricciones presupuestarias hicieron que finalmente esta estructura se ejecutara de hormigón visto en su totalidad. Y consideramos que esta circunstancia ha sido un acierto desde el punto de vista contextual, ya que actualmente el parque está rodeado por edificios de la época de la RDA realizados con sistemas industrializados de hormigón (Plattenbau). Por lo tanto, la arquitectura del edificio también es una respuesta a la condición de la precariedad económica actual y que denominamos “The Age of Less” (después del “Less is More” de Mies van der Rohe).

especial bauhaus addenda
Instalación de Frida Escobedo.
© Stiftung Bauhaus Dessau /
Foto: Thomas Meyer / OSTKREUZ, 2019

La cuestión de resolver un programa arquitectónico y formalizarlo en un edificio destinado a la exposición del archivo de la Bauhaus de Dessau lo hicimos de la misma manera que en el caso de diseñar cualquier otro tipo de edificio. Siguiendo los requerimientos que establecen el pliego de bases y a partir de la interpretación del contexto. Y aquí entendemos por contexto todo aquello existente, visible o invisible: el terreno sobre el que edificar, la sociedad o los valores culturales del lugar. En este sentido, el nombre de nuestra oficina –addenda– tiene que ver con las consecuencias de intervenir sobre lo existente, el destino de la contribución a un contexto determinado mediante la arquitectura, capaz de activar y potenciar los sistemas de relaciones formales y de significación de un lugar, de una colectividad, pero también capaz de anularlas y disolverlas.

Fueron precisamente los clichés que rodean a la Bauhaus como movimiento y su influencia en el mundo moderno (ya totalmente integrado en el diseño de multitud de objetos cotidianos, hasta el punto de que, en ciertos casos, hoy en día es muy difícil discernir el origen o influencia de la Bauhaus) lo que nos condicionó para tomar la decisión de evitar utilizar referencias directas a la hora de diseñar el edificio. Sobre todo, se trataba de confinar esta parte del pasado (las obras seleccionadas para ser expuestas procedentes del archivo de la FBD) en una caja negra, un volumen capaz de adecuarse a las más exigentes condiciones de conservación de los objetos en exposición.

En definitiva, nos limitamos a definir un espacio sin referencias, de tiempo suspendido, donde mostrar el archivo de la Fundación, mientras que el resto del espacio, y en concreto el gran vacío central de la planta baja -un volumen de aproximadamente 50 x 25 x 5 metros de aire- decidimos que fuera todo lo contrario: un espacio abierto desde el interior hacia el exterior, que discurre entre el límite de la calle y el parque, preparado para acoger cualquier tipo de evento artístico o social. Gran parte de nuestros esfuerzos en la fase de concurso los destinamos a intentar comunicar (gracias a la colaboración de Moritz Küng, editor y comisario de arte y arquitectura), mediante visualizaciones y largas discusiones, el potencial de este gran vacío como espacio de interacción y actividad ciudadana, como si de un display expositivo o un gran escaparate social se tratara.

Recordamos muy especialmente una instalación que realizó la arquitecta mexicana Frida Escobedo para el festival ARCHITECTURE radical meses antes de la inauguración del museo. Escobedó diseño una cama enorme, un mueble de grandes proporciones concebido como lugar de descanso, encuentro y esparcimiento- que situó en el espacio central de la planta baja, cuyo uso y disfrute, aunque temporal, representó a la perfección la idea de este gran espacio-escenario como paisaje social, y que consideramos la actual seña de identidad del Museo de la Bauhaus en Dessau.

 

Elaborado por addenda architects