Ildefonso Camacho SJ WEB Ildefonso Camacho

Universidad Loyola Andalucía

 

 

Zygmunt Bauman, que acuñó la expresión modernidad líquida para expresar esa provisionalidad y esa inestabilidad propias de nuestro tiempo, hubiera sido el primero en felicitarnos. Porque 25 años de vida, cuando abunda tanto lo caduco, es un motivo de orgullo. Pero el orgullo no puede recluir en el ensimismamiento. El mundo líquido es una realidad dinámica, en continuo cambio. Y no hay futuro sin apertura al cambio: no a un cambio que nos arrolle, sino a un cambio que nosotros podamos gestionar. 25 años son un buen momento para hacer balance del pasado, pero también para preguntarse hacia dónde queremos ir.

No soy yo quién para decirle a Agenda de la Empresa hacia dónde debe orientarse. Pero sí me atrevo a plantear preguntas. Siempre lo repito: es misión de la ética tomar distancia para formular preguntas y no dar por obvio o intocable lo que hay.

La pregunta ética por excelencia es el para qué. Esta pregunta encaja perfectamente con una revista, que no es sino un medio de comunicación: dos palabras que están cargadas de significado y de contenido ético.

Primero: una revista es un medio, instrumento. ¿Al servicio de qué? Es una pregunta que hoy incomoda. En nuestra sociedad tecnocrática lo que domina es lo que Horkheimer llamó la razón instrumental, que elude la pregunta por los fines para centrarse en la eficacia de los medios. Para nosotros, sin embargo, la pregunta es relevante. ¿Al servicio de qué? ¿Al servicio de quiénes? Sin hacerse estas preguntas es posible que actuemos legítimamente, sin hacer daño a nadie (hay medios que sí lo hacen…), pero la ética no solo busca evitar el mal, abre además a horizontes de mayor bien, descubre nuevas oportunidades…

Segundo: una revista es un medio de comunicación. Su fin es comunicar. Comunicar es más que informar, pero no es del todo ajeno a la información. Comunicamos hechos, pero también proyectos, intenciones, valoraciones…

En todo proceso comunicativo hay componentes objetivos y subjetivos. La frontera entre unos y otros no siempre es nítida. Y un buen comunicador tiene que buscar siempre el equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo.

Lo objetivo es la realidad, lo que nos es dado. Hoy es frecuente decir, y con toda razón, que la realidad es compleja, es como un poliedro con muchas caras, que nunca llegamos a dominar. ¿Comunicamos fielmente esa realidad poliédrica en todas sus caras? Probablemente no. No es raro que distorsionemos la realidad que comunicamos: y los medios son muchas veces un buen exponente de manipulaciones, que obedecen a intereses difusos o menos aceptables. Ante ciertas “informaciones” que dan los medios uno se pregunta: ¿qué se comunica y qué no se comunica (se ignora)? ¿Cómo se selecciona el momento en que se comunica?

La objetividad total es imposible, pero no podemos renunciar a ese horizonte. Una cosa es reconocer con modestia nuestra limitación y otra refugiarse en ella para justificar cualquier forma de comunicar. Una vía para reducir el sesgo subjetivo es abrirse a otros puntos de vista: en un medio de comunicación sería un signo bien expresivo de honestidad.

Pero no minusvaloremos lo subjetivo, nuestra propia visión de las cosas. Goza de toda legitimidad, con tal que sepamos contrapesarla siempre con esa confrontación con lo objetivo. Es más, la realidad (objetiva) interactúa con lo subjetivo: lo condiciona (la realidad como factor limitante), pero al mismo tiempo puede ser modificada (en procesos más largos) desde nuestros valores, iniciativas y proyectos.

Y aquí vuelve a ser relevante la cuestión: ¿al servicio de qué y de quiénes actúa un medio de comunicación? Porque no vivimos en un mundo ideal, sino en sociedades desiguales: desiguales en oportunidades y desiguales en el reparto del poder. Un medio de comunicación es un instrumento de poder en la sociedad. ¿Valdría la pena ponerlo al servicio de una mayor igualdad entre todos? ¿En qué se traduciría esta opción en cuanto a qué incluimos en nuestras páginas, y cómo lo tratamos? ¿A qué voces daríamos espacio en ellas?

25 años de vida constituyen una palanca potente para lanzarse adelante. ¿No son también una oportunidad para que Agenda de la Empresa se abra a un futuro éticamente ambicioso?