Aunque la crisis económica esta afectando a toda la sociedad en general, no todo el mundo la sufre de la misma forma. Pues según arrojan los datos de la última Encuesta sobre Condiciones del Vida del INE para el 2009, se esta incrementado peligrosamente los grupos de personas que están pasando muchas dificultades con ésta situación:

-El umbral de pobreza se sitúa en España alrededor del 20% de la población residente.

-Uno de cada tres hogares no pueden asumir gastos imprevistos, un 5,8% más con respecto a 2008.

-El 38,9% no pueden ir de vacaciones al menos una semana, un 5,4% más.

-El 13,7% tienen dificultades para llegar a fin de mes, suponiendo la tasa más elevada en los últimos 6 años.

-Y finalmente, el 7,2% tuvo retrasos en los pagos asociados a la vivienda principal.

Muchos son los factores que influyen en ésta situación. Pero en este artículo me gustaría detenerme en uno que para mi es esencial, como es el acceso a un bien cada vez más escaso como es el trabajo. En éste sentido, hay personas que tienen facultades suficientes para salir del desempleo en cuanto la recesión económica cambie y empiece a ser más favorable. Pero sin embargo, existen grupos al límite de la exclusión social, a los que a la situación coyuntural de la crisis económica se le suma unan serie de dificultades estructurales relacionadas con su capital humano desde el punto de vista productivo y que les dificultará aún más, su salida del bache. Es por ello que desde las políticas sociales en general y desde las políticas de empleo en particular se deben afrontar una serie de retos relacionados con estas dificultades estructurales.

En primer lugar, habría que potenciar instrumentos encaminados a una mejora de la transición al mercado de trabajo. Las acciones tradicionales de empleo generalmente están orientadas a la cualificación en un perfil profesional concreto. Pero antes de llegar a éste punto se hacen necesarias medidas relacionadas con la eliminación de barreras para la incorporación al mercado de trabajo o a los recursos normalizados de empleo. Éstas están asociadas con factores educaciones, culturales, condiciones de vida, de hábitos y rigideces en los roles de género.

Otro de los pilares, debe ser una apuesta integral por la formación profesional. El fracaso de la educación y la formación reglada es una de las principales barreras tanto al acceso al empleo, como la integración social. Es por ello, que en ocasiones la formación profesional no reglada se adapta mejor a las condiciones de estos colectivos. Y además permiten una mayor flexibilidad y adaptación al mercado de trabajo, complementando así a la formación reglada.

Por otra parte, habría que tener una visión relacional que reconozca las redes informales. Las redes formales públicas y privadas no llegan a estos grupos que se relacionan a través de redes familiares y de líderes informales fuera de los circuitos institucionales. Los recursos y los esfuerzos deben de centrarse en una incorporación de esas redes informales dentro de las estrategias "normalizadas" de integración social y búsqueda de empleo.

Políticas activas versus rentas pasivas. Las ayudas pueden ser en ocasiones un freno a la búsqueda de empleo. La mejor estrategia es asociarlas con medidas activas que potencien el empoderamiento y la actitud activa ante el empleo.

En definitiva, hay que apostar por las políticas activas de empleo, por la orientación, la formación, las prácticas profesionales. Pero sobre todo por el afrontamiento de procesos integrales que posibiliten el acceso al empleo a éstas personas que padecen discriminaciones y barreras que se van sumando de forma geométrica, provocando dobles, triples y demás discriminaciones por razones de género, edad, nacionalidad y condiciones de vida en general.

mariofuentesr@wanadoo.es