A través de la investigación titulada ‘Impacto de la formación para directivos en el sector inmobiliario malagueño’, realizada por José Antonio Pérez, profesor de Cátedra Inmobiliaria de IPE y con motivo de su tesis doctoral presentada en la Universidad de Málaga, se ha demostrado que una formación especializada e impartida con una metodología propia (definida por el profesor como ‘Modelo Araucaria’) mejora realmente el rendimiento laboral de un directivo y contribuye a incrementar los resultados económicos de una organización.

“En definitiva, se trata de hacer bien las cosas. La formación se convierte en un recurso, con su correspondiente partida de inversión que mejora el rendimiento laboral, y por efecto dominó la cuenta de resultados”, resalta Pérez.

La investigación descriptiva se ha realizado con la elaboración de una encuesta dirigida a 457 directivos del sector inmobiliario malagueño que han participado en programas de formación especializada durante los años 1997 a 2002. Entre las principales conclusiones de este análisis, se destaca que a mayor inversión en la formación de los directivos, mejores resultados empresariales. “Efectivamente se confirma, comparando los índices de productividad de la media sectorial frente a los de las empresas que han formado a sus directivos, resultando ser éstos casi 5 veces superiores, siempre y cuando estas empresas hayan invertido un 1 por ciento de la masa salarial”, afirma el profesor de IPE.

Por otro lado, el estudio confirma que la formación de los directivos reduce la rotación de los mismos, favoreciendo el apalancamiento a largo plazo de los efectos de la inversión en temas formativos. Y por último, otro de los datos apuntados es que el cambio de actitudes y aptitudes motivado por el programa formativo, incrementa los niveles de satisfacción de clientes y colaboradores, disminuyendo la resistencia al cambio y favoreciendo la mejora permanente del negocio.

En este sentido, la conclusión a la que se llega en esta investigación es que la formación especializada mantiene, modifica y aumenta los conocimientos y competencias profesionales asociadas al trabajo y la empresa. También suele mejorar la motivación de los empleados que la reciben, pues se consideran útiles y valiosos, cuando la reciben de la empresa, y poseen la oportunidad de aplicar lo que han aprendido, mejorando, consecuentemente, las actitudes hacia el entorno en que desarrollan su trabajo. Por tanto, cuando esto se produce, la productividad del personal aumenta gracias a la formación recibida y, con ello, su valor económico.

“En consecuencia, la clave para ello está en la metodología que garantiza que los planes de formación impacten en los resultados, actitudes y comportamientos, marcando ventajas competitivas de forma permanente en el tiempo”, termina José Antonio Pérez.