La experiencia de Iterlegis, firma especializada en la búsqueda de abogados y asesores fiscales, muestra que, tras haber formado parte de un buen programa de coaching ejecutivo, un abogado senior está preparado significativamente mejor para hacer frente a una búsqueda de empleo cuando, tras una operación de fusión, adquisición o restructuración, el despacho de abogados o la empresa para los que ejercía se ven obligados a prescindir de sus servicios.
El objetivo del coaching en estos casos consiste en lograr, en el menor tiempo posible, la nueva contratación del profesional y su integración en una nueva organización que encaje bien con su experiencia y competencias, a la par que se potencia el perfil del candidato para que tanto su reputación en el mercado como su autoestima, lejos de mermar tras este tipo de situación en muchas ocasiones traumática, se incrementen notablemente. La nueva disposición mental del profesional que recibe un programa de coaching ejecutivo (coachee) tras el proceso le sitúa en ventaja competitiva a la hora de realizar entrevistas en un proceso de selección, pues habrá delimitado sus objetivos, será más consciente de sus capacidades y sabrá expresarlas mejor. Un programa de coaching efectivo puede incrementar hasta un 30% las posibilidades de nueva contratación.
Como explica Silvia Pérez-Navarro, socia directora de Iterlegis, “la clave del éxito está en formar parte de un programa personalizado de entrenamiento ejecutivo que, mediante herramientas específicas, le ayude a superar diversos retos predefinidos relacionados con sus capacidades profesionales y que varían en función del puesto a desempeñar, pero también de sus propias metas, aptitudes, preferencias y necesidades personales. El programa adecuado en caso de outplacement puede ayudar a reducir los tiempos necesarios de reubicación hasta en un 50%”.
Para este colectivo, así como para los profesionales de la abogacía que, sin estar en un proceso de búsqueda activa de empleo, quieren evolucionar en su trayectoria o enfrentarse a nuevos retos profesionales, el coaching ejecutivo es una valiosa herramienta para desarrollar habilidades y competencias no jurídicas.
También llamadas competencias de comportamiento, estas habilidades se pueden clasificar en tres grandes grupos: competencias generales (capacidad para generar confianza, resistencia al estrés, capacidad de comunicación ante distintas audiencias, etc.); competencias de gestión de personas (capacidad para delegar, inteligencia emocional, asertividad, autocontrol, empatía, asertividad y habilidades sociales); y competencias ligadas a la resolución de problemas (toma de decisiones, análisis de distintas situaciones con perspectiva y resolución de situaciones complejas en un breve lapso de tiempo).
En este contexto, un programa de coaching para el ámbito jurídico permite, entre otras cosas:
• Orientar al abogado y ayudarle a redirigir su carrera.
• Prepararle para asumir las responsabilidades de sus próximos cargos.
• Guiarle en la mejora de sus competencias y capacidades de dirección para seguir progresando profesionalmente.
• Mostrarle cómo gestionar su estrés, el de su equipo de abogados y el de su personal de apoyo.
• Educarle para gestionar el tiempo, liderar un verdadero trabajo en equipo y aprender a delegar adecuadamente.
• Mejorar sus dotes de comunicación.
• Aprender a reconocer de forma consciente sus emociones y, una vez reconocidas, proporcionarle herramientas para gestionarlas y obtener resultados positivos.
El coaching jurídico ha de enmarcarse dentro del ámbito del desarrollo profesional y personal del abogado, para que sea realmente efectivo. “Debe basarse en el compromiso mutuo entre el coachee y su entrenador, y ser un plan de mejora diseñado de forma personalizada y a medida, en función de las necesidades específicas de cada abogado o equipo de abogados, capaz de impulsarles hacia la consecución de su máximo desarrollo individual o colectivo”, comenta Pérez-Navarro.