Continuamos con las historias de la Bodega Valdemar

2) La historia de una bodega que se dejó convencer por sus uvas

Si de algo hemos dependido siempre para elaborar vinos ha sido del tiempo. Que llueva cuando debe, ni mucho, ni poco (nunca nos ponemos de acuerdo). Que salga el sol  los días adecuados, que no hiele a destiempo o que la piedra no destroce nuestras queridas uvas. Como buenos agricultores, que al final somos, miramos más al cielo casi que a la tierra.

Cuando en 1981 comenzamos a construir Bodegas Valdemar nos negábamos a que después de haber logrado pasar todas las pruebas que la climatología nos ponía a lo largo del año dependiésemos también del tiempo en Otoño. Vimos cientos de bodegas, preguntamos en todas partes y la respuesta era siempre la misma. Por eso cuando alguien nos comentó que había una posibilidad pero que nadie la había probado no dudamos en hacerlo nosotros. Y pusimos, en aquel  entonces, la mayor tecnología nunca vista en una bodega.

Ya no nos importaba si en otoño en el exterior había 1 grado de temperatura o 40, a nosotros no. Nuestras uvas entraban en bodega y en poco tiempo estaban a la temperatura perfecta. Ya no había porque tirar todo un depósito de mosto porque las altas temperaturas hubieran matado a las levaduras o conformarse con vinos de menor calidad porque la fermentación no se había dado en la temperatura ideal. Nosotros ya no.

Y pronto se corrió la voz, no solo en Rioja sino en toda Europa, y los propios bodegueros venían de todas partes a conocer este pequeño pero increíble milagro.

Además este sistema ha ayudado a todos a poder elaborar cada estilo de vino a la temperatura que cada vino precise permitiendo que hoy en día podamos beber vinos tan distintos y de tan alta calidad.

Este sistema no es otro que depósitos de fermentación con control de temperaturas que actualmente se pueden ver en la mayoría de las bodegas.

Pero nosotros fuimos los primeros en atreverse y en hacerlo.