España atraviesa en la actualidad un periodo de cambios del que puede salir fortalecida si apuesta por estrategias valientes, de futuro, que no se limiten a paliar los efectos de la crisis económica sino que transformen de raíz sus esquemas productivos.
El agotamiento del modelo basado en la construcción, derivado a su vez del colapso financiero internacional, y el consiguiente aumento de la tasa de paro han arrastrado al país a una recesión de efectos todavía difícilmente cuantificables. En este contexto, Andalucía ha sufrido incluso en mayor medida los embates de la crisis debido a ciertos aspectos diferenciales de su estructura económica, en especial la elevada dependencia de la financiación externa, la vinculación excesiva al sector residencial y el aumento de la población activa registrado durante el último decenio.
El resultado es que urge replantear el modelo productivo, incrementando las actuaciones relacionadas con la investigación y la innovación, que son los grandes pilares sobre los que construir un tejido económico renovado, sostenible y competitivo.
A tal efecto, el papel de las universidades resulta determinante, porque sobre ellas recae buena parte del esfuerzo investigador e innovador que permite el progreso de la sociedad.
La transferencia de conocimiento al tejido empresarial se ha convertido en un valor decisivo, sin el que la labor de las universidades carece de sentido. Y dicha transferencia debe adquirir un carácter permanente, casi diríamos que institucionalizado, porque eso permitirá multiplicar la competitividad de los bienes y servicios que se producen en nuestra comunidad.
En esa estrategia de cooperación con los agentes económicos se sitúa el Campus de Excelencia Internacional (CEI) “Andalucía Tech”, promovido por las universidades de Sevilla y Málaga, que constituye una plasmación inmejorable del nuevo modelo del que venimos hablando. Andalucía tiene que apostar por sectores estratégicos que diversifiquen su producción y hagan posible un modelo de crecimiento no sujeto a los vaivenes de las crisis financieras, sectores que requieran la cualificación del personal humano y la aplicación de conocimiento competitivo e innovador, áreas como las energías renovables, la biotecnología, la aeronáutica, el transporte, las tecnologías de la comunicación y un largo etcétera.
Y aplicando la misma filosofía, esto es, cualificación e innovación, es necesario incrementar la eficiencia y mejorar el rendimiento de las empresas que desarrollan su actividad en sectores tradicionalmente fructíferos para la economía andaluza, como el turístico o el agroalimentario. Porque la superación de la crisis va a exigir de todos un esfuerzo adicional, sobre todo en aquellos ámbitos en que se ha continuado generando riqueza.
También puede aportar mucho la Universidad en materia de empleo, sin duda la principal preocupación de los andaluces. Los indicadores estadísticos oficiales confirman que quienes disponen de un título de licenciado o graduado tienen muchas más posibilidades de conseguir un trabajo que quienes carecen de estudios superiores. Conviene, por tanto, incentivar la formación de los jóvenes, para que encaren su inserción laboral con las mejores perspectivas.
La apuesta está clara, y los resultados se verán a medio y largo plazo. Mediante la integración de la Universidad en el eje económico de Andalucía, nuestra región podrá afrontar los retos que le plantea el futuro con mayores garantías de éxito.
Adelaida de la Calle Martín, rectora de la Universidad de Málaga y presidenta de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE)