La prima de riesgo no es más que el sobrecoste que España tiene que pagar, sobre lo que paga Alemania, para poder financiarse en los mercados internacionales y, en concreto, poder vender su bono del Tesoro (deuda pública) a 10 años. En el momento de escribir este artículo la prima de riesgo ronda el 4%, por lo que, si el bono del Tesoro alemán a 10 años rinde un 1,5%, el correspondiente bono del Tesoro español, al mismo plazo de 10 años, se está teniendo que vender con un rendimiento del 5,5%.

Saturnino Aguado
Saturnino Aguado

El problema, por tanto, estriba en la enorme cantidad de intereses (comparado, por ejemplo, con el caso de Alemania) en que el gobierno de nuestro país ha de incurrir cada año para poder financiarse. En el presupuesto que se acaba de aprobar en el Parlamento español para el próximo año 2013 tal cifra alcanza los 38.500 millones de euros, cuando el año pasado fueron 28.800. Es decir, en tan solo un año, los intereses de la deuda han crecido un 34%.

Durante el año 2012 la situación ya fue bastante crítica con esos 28.800 millones de euros de intereses de la deuda pública, por lo que el año próximo se presenta realmente complicado. Para que el lector se haga una idea de la importancia de esos 38.500 millones de euros, baste decir que los próximos presupuestos prevén unos gastos de 170.000 millones de euros mientras que los ingresos son solamente 125.000, por lo que tendremos un déficit fiscal de 45.000 millones. Dicho de otra manera, los 38.500 millones de euros de pago de intereses de la deuda pública resultan ser prácticamente el montante del déficit.

Pero cómo hemos llegado a tal situación. Como se ve en la siguiente Tabla, antes de la llegada de la crisis, España era un auténtico modelo para el resto de los países de la zona euro. Si comparamos el caso de nuestro país con, por ejemplo, Francia, el país más cercano de nuestro entorno, observamos que, en los tres años previos a la crisis, nuestro gobierno consiguió tener importantes superávits fiscales, del orden del 1-2% respecto al PIB, mientras que Francia, en cambio, mantuvo importantes déficits del orden del 2-3% respecto al PIB. Por no hablar de la ahora tan modélica Alemania que, en los años 2002-2005, ni siquiera conseguía cumplir con el requisito del Tratado de Maastricht de mantener el déficit fiscal por debajo del 3%.

El problema de España, tras la llegada de la crisis en 2008, ha resultado ser doble. Por un lado, una tremenda bajada de ingresos fiscales provocada por la crisis, a diferencia de lo ocurrido en otros países (por ejemplo, Francia y Alemania), donde resultó ser muy inferior. Por otro, la importante especulación sufrida por nuestra deuda soberana que, a modo de contagio tras lo ocurrido en países periféricos de la zona euro como Grecia, Portugal e Irlanda, e incluso Italia, ha provocado en gran parte la peligrosa subida de la prima de riesgo en nuestro país.

Va a ser muy difícil salir de la situación actual en la que nos encontramos. Puede hablarse de un auténtico circulo vicioso donde los mercados, para bajar la prima de riesgo, exigen políticas fiscales contractivas por parte de los gobiernos periféricos europeos. Pero tales políticas contractivas acentúan la recesión, con lo que las expectativas de repago de esas deudas por parte de los mercados no hacen más que empeorar, retroalimentando las subidas de las primas de riesgo.

Los desequilibrios macroeconómicos de España se han venido últimamente asemejando mucho, por cierto, a los de Estados Unidos. Ambos países intentaron, en los primeros momentos de la crisis, atenuarla a través de políticas fiscales expansivas. En ambos casos, se produjeron importantes aumentos tanto del déficit fiscal como de la deuda pública, con una consiguiente incipiente recuperación económica.  La diferencia estriba en que España se vio obligada a renunciar a tales políticas en el año 2010, mientras que Estados Unidos ha podido continuarlas, con mayor o menor intensidad, hasta el momento presente. Respecto al futuro, todo dependerá, obviamente, en aquel país, de las negociaciones en curso para evitar, como ha ocurrido a este lado del Atlántico, las consecuencias de lo que se ha venido en llamar el “abismo fiscal”.

Saturnino Aguado Sebastián, profesor Titular de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Alcalá de Henares