Después de haberse cubierto el primer lustro de la peor crisis económica vivida por nuestra sociedad, las Cámaras de Comercio afrontan un futuro esperanzador, plagado de nuevos retos y desafíos. Nuestras instituciones camerales viven unos tiempos marcados por el profundo cambio normativo que ha supuesto la supresión de la cuota, pero la nueva Ley en la que trabaja el Gobierno  puede suponer un auténtico punto de inflexión en el devenir de nuestras Cámaras, confiriéndoles amplios campos de actuación en materia de internacionalización, mediación y formación.

Antonio Ponce
Antonio Ponce

Avaladas por 125 años de historia, las Cámaras de Comercio están llamadas a seguir jugando un papel decisivo en el concierto económico autonómico y nacional. No en balde, el comercio exterior resulta hoy imprescindible para asegurar la consolidación y la expansión de las empresas y del conjunto de la economía española. Las Cámaras de Comercio, por su experiencia, servicios técnicos, homologación con instituciones similares en los países más desarrollados de nuestro entorno económico, y nivel de interlocución con las administraciones públicas ofrecen un soporte único para nuestras empresas.

De no haber sido por este interés por seguir conquistando nuevos mercados, las consecuencias de la recesión hubieran sido mucho más graves aún para nuestro tejido empresarial. Por ello y desde esta convicción, hoy más que nunca estamos dispuestos a luchar porque la presencia de nuestra marca empresarial, que con buen criterio quiere potenciar el Gobierno, se consolide y fortalezca en el concierto global en el que estamos obligados a competir.

Por otra parte, el servicio de mediación que el Gobierno atribuye a partir de ahora a las Cámaras de Comercio supone para nuestras instituciones no sólo un reto cívico, sino una oportunidad para poner en valor nuestra vocación al servicio de las empresas. No hay que olvidar, en este sentido, que este nuevo cometido de las Cámaras tendrá como consecuencia directa un importante desahogo en la labor de los juzgados, que soportan ahora una pesada carga laboral, imposible de afrontar en muchos casos por los escasos medios humanos y materiales de que disponen.  La mediación puede y debe ser un instrumento fundamental que ofrezca una solución  extrajudicial, económica, ágil y eficiente a los conflictos mercantiles, y las Cámaras de Comercio, aprovechando su proximidad al empresariado, pueden jugar un papel de primer orden a la hora de divulgar sus innumerables ventajas.

La acción de las Cámaras de Comercio y su compromiso con un futuro de desarrollo económico y social, sin embargo, no se queda aquí. La apuesta del modelo de la formación profesional alemana enciende, asimismo, una luz en el oscuro escenario en el que se debate el empleo juvenil. En tiempos complejos de negros presagios, el acuerdo que acaban de firmar las Cámaras de Comercio alemanas y españolas para intentar implantar  la formación dual constituye una buena noticia y una oportunidad para ese segmento de nuestro mercado laboral, el juvenil, al que no podemos condenar a la frustración ni a la desesperanza. No hay que olvidar que actualmente el paro juvenil supera el cincuenta por ciento y constituye el peor fenómeno de esa lacra ya de por sí amarga que es el desempleo.

Como podemos observar, por tanto, las Cámaras de Comercio están convencidas de que no podemos seguir meciéndonos en la excusa de la  crisis. Antes bien, a todos nos incumbe poner a disposición de la sociedad nuestra experiencia, medios y capacidades. Y en este plano, la ya más que centenaria red cameral está dispuesta a asumir su cuota parte de compromiso con la convicción de que su razón de ser es facilitar la labor del empresariado para que, con el liderazgo de nuestros emprendedores, Andalucía consiga el nivel de progreso que se merece.

Antonio Ponce, presidente del Consejo Andaluz de Cámaras de Comercio