Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo celebrado el 7 de junio confirman el desapego de los europeos hacia unos comicios algo lejano y de escasa utilidad: la baja participación e indiferencia ciudadanas  (43,39 %); los ajustes de cuentas de los partidos nacionales utilizando el voto como segunda vuelta de las legislativas; el ascenso de los extremistas como muestra el caso del Partido de la Libertad de Geert Wilders en Holanda, antieuropeo y xenófobo que ha obtenido más del 15 % de los votos; reafirmamiento de los tories de David Cameron, que ha prometido un referéndum sobre la presencia del Reino en la UE son los datos más significativo de la jornada electoral europea. Los europeos consideran las elecciones al Parlamento Europeo como de segundo nivel para ayudar a resolver problemas concretos y globales de una Europa que aún no vemos como un todo que pesa más que las partes. La elecciones del 7-J se han convertido en el triunfo de lo local. Ni los políticos que no lo entienden, ni los ciudadanos, que asustados por la  gran recesión se enrocan en lo más próximo conocido y no se dan cuenta de que no hay soluciones nacionales a los problemas globales. Ningún reto importante del mundo de hoy, el cambio climático, la falta de energía, la inmigración, la crisis económica y los retos y consecuencia de la globalización pueden resolverse desde el ámbito nacional.

La representación en el Parlamento Europeo estará encabezada por el Partido Popular Europeo (PPE) que se convierte en la primera fuerza con 264 europarlamentarios, lo que supone aumentar considerablemente la ventaja sobre el segundo partido, el Partido de los Socialistas Europeos (PSE), que ha obtenido 161. Los liberales y demócratas por Europa consiguen 80 y los verdes son la fuerza emergente con más impulso al obtener 56 escaños.

La idea de Europa ya no atrae al ciudadano y lo que es peor se conoce mucho mejor sus defectos que sus virtudes. A pesar del desinterés de los ciudadanos europeos por su parlamento e instituciones, los logros alcanzados en el proceso de integración europeo son enormes y de una gran trascendencia para el desarrollo económico de Europa y de sus ciudadanos: se ha conseguido el objetivo de traer paz perdurable a un continente reducido a escombros por continuas guerras fraticidas, se ha logrado unir a 27 estados de ambos lados del ya olvidado telón de acero en un espacio común en el que para las generaciones más jóvenes paz y democracia se dan por sobrentendidas. Gracias a los fondos estructurales, a Schengen o al programa Erasmus hemos alcanzado además un nivel de vida inimaginable por nuestros padres. Podemos viajar desde Vitoria a Helsinki por modernas infraestructuras sin control fronterizo alguno y estudiar en la universidad de otro país entra ya dentro de lo cotidiano. Incluso en momentos difíciles de crisis como la actual no es baladí el efecto paraguas que la política monetaria europea proyecta sobre las economías más vulnerables, como la española.

La legislatura europea que comienza, con una duración de cinco años, será decisiva para el futuro de la UE y sus ciudadanos: aprobación definitiva del Tratado de Lisboa, reforzamiento de las competencias del Parlamento, reelección de Durao Barroso como Presidente de la Comisión Europea, elección del Primer Presidente Europeo; cambios en las estructuras económicas y sociales para dar soluciones a la crisis económica actual y dar respuestas a los retos de la globalización; y acercar las instituciones europeas a los ciudadanos. Por tanto, esta legislatura que comienza será transcendental para el futuro de la UE y sus ciudadanos.