Lejos de la ciudad, remotos parajes atraen a quienes buscan encontrar nuevas experiencias. Se trata de paisajes donde poco o nada se nota la mano del hombre.Hoteles.com desvela cuatro destinos en los que la naturaleza se convierte en arquitecta de imponentes cascadas, bosques de hayas, mares de arena o esculturas de sal.
Palawan, santuario natural
En pleno océano Pacífico, la isla filipina de Palawan constituye un auténtico paraíso para los amantes del ecoturismo. Selvas, ríos subterráneos y corales se concentran en el Parque Nacional de Puerto Princesa y en elArrecife de Tubbataha, escenarios que inspiraron al conocido explorador francés, Jacques Cousteau. El parque cuenta con un río de más de 8 kilómetros navegables cuyo recorrido atraviesa, no sólo paisajes exóticos, sino también cuevas con imponentes formaciones de estalactitas y estalagmitas, desembocando finalmente en un mar de espectacular color turquesa.
Cerca de estos dos Patrimonios de la Humanidad, el Apulit Island Resort ofrece a sus huéspedes habitaciones con balcón e increíbles vistas al océano. Situado en una playa privada de arenas blancas, es el entorno ideal para practicar windsurf, kayak, submarinismo o snorkel.
Los Flamencos, la luna terrestre
La chilena Reserva Natural Los Flamencos esconde en su Cordillera de la Sal el Valle de la Luna. Este paraje desértico contiene lagos de sal que cobran distintos colores según la luz de día. Así, el valle refleja tonos verdes, azules, rojos y amarillos que alcanzan en el atardecer su máximo esplendor. Gracias a sus esculturas salinas, formaciones rocosas, cavernas y aspecto similar a la superficie lunar, el lugar fue decretado santuario natural en 1982.
A menos de 10 kilómetros se encuentra el Kunza Hotel & Spa. Este hotel de cuatro estrellas ofrece a sus huéspedes un servicio completo de spa, bañeras de hidromasajes, sauna y baño turco, garantizando el máximo descanso en la región chilena de San Pedro de Atacama.
Erg Chebbi, un mar de arena
“Siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, ya sea en medio del desierto o en medio de una gran ciudad”. Con 22 kilómetros de longitud, el Erg Chebbi se convierte en uno de los mayores tesoros de los desiertos marroquíes y escenario que Paulo Coelho asociaba a la espera en una de sus famosas novelas. Un mar de arena interminable con silenciosas noches, sólo interrumpidas por el sonido de las dunas mudándose al antojo del viento. Quienes apuestan por este paisaje encuentran imponentes puestas de sol a lomos de un camello, bajo una jaima o saboreando el auténtico té marroquí con aroma a menta.
El Hotel Kasbah Erg Chebbi se presenta como la opción perfecta para todos los que deseen vivir estas experiencias.
Plitvice, arquitectura natural
El Parque Nacional de los Lagos de Plitvice fue catalogado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. Y es que, 16 lagos comunicados por casi un centenar de cataratas y cascadas son una auténtica obra arquitectónica de la naturaleza, digna de admirar. Los senderos que recorren el parque atraviesan bosques de hayas y permiten contemplar este espectacular paisaje, cruzando sus lagos de agua azulada por puentes de madera o navegando por ellos en silenciosas barcas.
A muy pocos kilómetros, el House Tina – Bed and Breakfast ofrece alojamiento en pequeñas cabañas de madera. Un refugio con encanto para aquellos que desean descubrir la belleza de este paraje croata.