Rodrigo Rato, ex vicepresidente económico del Gobierno, es desde junio el nuevo director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) en sustitución del alemán Horst Köhler. Este veterano político cambió el rumbo de la economía española. Es un hombre de carácter disciplinado y campechano, en opinión de unos, soberbio y pendenciero, en opinión de otros, un auténtico ‘pata negra’ del PP que durante años ha actuado como ‘materia gris’ del mismo. Al margen de no haber sido designado candidato del PP a la Presidencia del Gobierno, no cabe duda de que está considerado uno de los personajes más poderosos de España. Ha estado implicado directa o indirectamente en todos los asuntos económicos relevantes de los últimos tiempos: el llamado ‘milagro económico’, la entrada en el euro, los movimientos en sectores estratégicos como el financiero (la fusión del Banco Bilbao Vizcaya y Argentaria) o el energético (la frustrada unión entre Endesa e Iberdrola), los nombramientos de altos cargos de empresas públicas y su privatización (Telefónica, Iberia, etc). Su trayectoria política se ha visto en ocasiones zarandeada, como en el huracán político y mediático de Gescartera o el crédito del HSBC otorgado a su familia. Pero Rodrigo Rato ha movido sus hilos sobre todo en política, donde es un todoterreno. Tuvo un papel destacado en la designación de Aznar como sucesor de Fraga, en las negociaciones con Convergencia i Unió que permitieron al Partido Popular acceder al Gobierno en 1996 y más recientemente en asuntos como el ‘decretazo’ de la reforma laboral o la huelga general del 20 de junio.

Rato contaba de antemano con el apoyo expreso de la UE, de la mayoría de los países latinoamericanos y del principal contribuyente del Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos, el único país con capacidad para ejercer el poder de veto, un derecho al que recurrió en 2000 cuando bloqueó la candidatura del alemán Caio Koch-Wesser y se eligió a Köhler. A Rato le avala además su gestión política en la vicepresidencia del Gobierno del PP y sus conocimientos económicos en la cartera que ocupó durante ocho años al frente del Ministerio de Economía. El camino no ha sido fácil, porque primero Rato tuvo que empezar a imponerse en el proceso de designación abierto en el seno de la Unión Europea a la candidatura franco-alemana de Jean Lemierre, actual presidente del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD). El ex ministro español, por último, hizo valer sus cualidades en una entrevista con directores del Fondo en la capital estadounidense.

La designación de Rato preserva además una tradición arraigada en el FMI desde su creación en 1944 (Conferencia de Bretton Woods) por la que es un europeo el que se pone al frente de esta institución internacional, mientras que un estadounidense se queda con el Banco Mundial (BM). Pero esta vez no será un alemán ni un francés, como estaba preestablecido, lo que ayudó a que prosperara la candidatura del español. Esta forma de proceder en el reparto de cargos, sin embargo, está siendo muy criticada en círculos académicos, países en vías de desarrollo y organizaciones no gubernamentales que la consideran como un pacto de caballero anclado en el pasado que debe reformarse. Esta designación fue muy bien recibida por todos los países latinoamericanos, ya que se le considera un experto en la región. América Latina es la que más utiliza los programas del FMI, aunque también la que ostenta la mayor cantidad de incumplimiento en el pago de las deudas. El ex vicepresidente económico español adquirió su experiencia durante las crisis de Argentina y Brasil, cuando las empresas españolas se vieron obligadas a amortizar miles de millones de dólares de sus negocios en esos países.

La decisión de crear el FMI y el Banco Mundial se adoptó en la Conferencia Internacional de Bretton Woods, New Hampshire, EE.UU. en julio de 1944. La fecha oficial de su creación es el 27 de diciembre de 1945, en la que representantes de 29 países firmaron su Carta Constituyente. Las operaciones financieras comenzaron el 1 de marzo de 1947. Actualmente está formado por 184 países y tiene un organigrama de 2.680 funcionarios procedentes de 141 países. Cualquier país puede ser miembro del FMI; actualmente pertenecen la práctica totalidad de los miembros de la ONU. A finales de la década de los setenta y ochenta se incorporaron la gran mayoría de países socialistas, destacando Rusia , que lo hizo en 1991.

La misión del FMI era, en un principio, la de sostener el nuevo sistema monetario internacional materializado en la posguerra: potenciación del comercio internacional y eliminación de sus restricciones, amortización del sistema de pagos multilateral, estabilidad de cambios, etc. La hegemonía de EE.UU en el sistema económico mundial quedó institucionalizada por el FMI, estableciéndose el patrón ‘oro-dólar’ como referencia para las finanzas internacionales. Tras la reconstrucción de las economías europeas y japonesas, la acción del FMI quedó reorientada hacia el Tercer Mundo, mediante políticas de ajuste. El órgano que rige el FMI es la Junta de Gobernadores, compuesta por las autoridades monetarias de cada país miembro. El director gerente preside las operaciones de gestión de una Junta Ejecutiva. La sede del FMI se encuentra en la ciudad estadounidense de Washington.

Las actividades del FMI se financian mediante las cuotas que aportan sus miembros. Es el propio FMI el que determina, en función de la riqueza de cada país y de su situación económica, el importe de las cuotas con las que cada miembro debe contribuir. Cuanto más rico es el país, mayor es su cuota. Las cuotas se revisan cada cinco años y pueden ser subidas o bajadas en función de las necesidades del FMI y de la prosperidad económica del miembro. Las actividades actuales del FMI se puede sintetizar en tres grandes apartados:

* Supervisión: El FMI analiza y valora las políticas cambiarias de los países miembros bajo la óptica de la situación económica general y de la estrategia política de cada miembro. Además establece acuerdos en casos concretos para una supervisión más estrecha y control y seguimiento de programas concretos. Normalmente estos acuerdos sirven para restablecer la confianza internacional en la capacidad de pago futura del país.
* Ayuda financiera: El FMI apoya las políticas de ajuste y reforma de los países miembros con problemas en sus balanzas de pagos con préstamos y créditos. A 30 de junio de 2003, el FMI era acreedor de un total de 107.000 millones de dólares a favor de 56 países, de los cuales 38 reciben préstamos en condiciones concesionarias.
* Asistencia técnica: Los expertos del FMI realizan estudios sobre la economía de los estados miembros: asesoran en el diseño e implementación de las políticas monetarias y fiscal, en la creación de instituciones (Bancos Centrales y similares), en la obtención y tratamiento de datos estadísticos. También se ayuda a la formación de funcionarios y expertos locales.

Uno de los principales objetivos del FMI en el momento de su constitución era la creación de un sistema internacional de cambios. El sistema del FMI duró 25 años y sólo dejó de funcionar a comienzos de los años setenta, cuando el extraordinario aumento de las necesidades de liquidez, dejando obsoletos algunos de sus supuestos básicos.

En los años sesenta, las necesidades mundiales de liquidez condujeron a la creación de los Derechos Especiales de Giro (DEG). Éstos son una forma especial del dinero creado por el FMI en 1969 que los países pueden utilizar como divisa de reserva y para pagos internacionales.

Los cambios que se han producido en la escena mundial en la década de los 90 han modificado profundamente la forma de actuar del FMI. El abandono de la economía planificada de un gran número de países y su transformación al sistema de economía de mercado fue apoyado por el FMI no sólo financieramente sino también mediante asesoramiento para la constitución de instituciones (Bancos Centrales, sistemas impositívos, mercados de divisas, sistemas aduaneros, etc), imprescindibles para el funcionamiento del sistema económico. El FMI colabora también con el Banco Mundial en el apoyo a los países en desarrollo y a los países más pobres, severamente endeudados. En los últimos años se han producido algunas fuertes conmociones financieras con efectos desestabilizadores sobre el comercio mundial. A comienzos de 1995, México tuvo que implementar un paquete de medidas de ajuste financiero que fueron aprobadas por el FMI y apoyadas mediante un préstamo de 17,8 billones de dólares, la mayor cantidad prestada jamás a un país miembro. A finales de 1997 se produjo la crisis del sureste asiático que requirió una atención especial y préstamos a Corea del Sur (20,9 billones), Indonesia y Tailandia. Después siguieron las crisis de Rusia en 1998, de Brasil en 1999, de Turquía en 2000 y últimamente la de Argentina en 2001.

Los días 14 y 15 de junio se ha celebrado en Madrid, bajo el título ‘Dólares, deuda y déficit: 60 años después de Bretton Woods’, la Conferencia Internacional en la que se conmemora el 60 aniversario de la creación del FMI y el BM. En esta sesión inaugural el nuevo director gerente del FMI, Rodrigo Rato, lanzó un claro mensaje a los países desarrollados para que arrimen más el hombro y no pongan en peligro el crecimiento de la economía mundial con sus persistentes desequilibrios. Esto significa que EE.UU tiene que hacer un gran esfuerzo para reducir su déficit comercial y la UE y Japón tendrán que promover un crecimiento sostenido con reformas estructurales. Rato reclamó a las tres grandes áreas económicas (EE.UU, UE y Japón) que hagan sus deberes sino quieren que su falta de saneamiento acabe trasladándose a los países menos pudientes del planeta y a los que emergen con fuerza como China, India ó América Latina. Este mensaje es parte de la nueva política del FMI de potenciar la prevención de crisis financieras antes que dar recetas cuando ya se han producido. Es precisamente en la doctrina de la prevención en la que el FMI quiere hacer más hincapié en esta nueva etapa. Asimismo, Rato resaltó que el mundo de hoy es mucho más complejo que el de hace 60 años cuando nació dicha institución.

Buena parte de esta complejidad procede de la alta volatilidad de los flujos internacionales de capitales que han hecho fracasar las políticas neoliberales del FMI en la gestión de crisis financieras recientes como la asiática de los años 90. Por eso, a su juicio, es necesario una revisión de las metas del FMI.

El entorno económico e institucional que hereda Rodrigo Rato en esta nueva etapa del FMI no es catastrófico, pero tampoco envidiable. La economía estadounidense no acaba de arrancar, a pesar del bajísimo coste del dinero, y presenta dos déficits, presupuestario y exterior, de alto riesgo; en Europa, la recuperación alemana está en el aire; los modestos avances económicos en Latinoamérica, sobre todo en Brasil y Argentina, está pendiente de un hilo; el precio del petróleo amenaza con apagar los débiles atisbos de reactivación mundial y la tendencia que se atisba en el futuro inmediato es a tipos de interés más alto.

El FMI arrastra problemas serios de definición económica e institucional. El nuevo director gerente debe fortalecer su credibilidad, primero como prestatario, pero también como diseñador de planes de ajuste económico de los socios. La experiencia ha demostrado que el FMI ha sido más diligente en ajustar a los países menos desarrollados, con resultados inciertos, que en reprender a los ricos. EE.UU, sin ir más lejos, tiene un déficit fiscal superior al 5% del PIB y si estuviera en la UE se contaría entre los países sancionados. A Rato se le supone la suficiente capacidad política para resolver estos problemas y avanzar en el diseño de una “nueva arquitectura financiera internacional”, que en lenguaje más llano significa quién debe aportar dinero para resolver las crisis presupuestarias o financieras de los países emergentes cuando se produzcan y amenacen con contaminar al resto del mundo.

Desde esta nueva sección de la revista Agenda de la Empresa le deseamos al nuevo director gerente, Rodrigo Rato, mucha suerte al frente de dicho organismo, el cual está llamado a ocupar un lugar de primer orden en la economía mundial en las primeras décadas del siglo XXI.

juan.rodriguez@uca.es