Si hay algo que está pulverizando esta crisis, además de otras muchas cosas, son los precedentes. Ejemplos y experiencias, precedentes al fin y al cabo, hay en la resolución de otras crisis. Pero en esta, las recetas utilizadas con anterioridad, son directamente eliminadas del cuaderno de bitácora que los capitanes que mandatan la Eurozona, y la propia UE, están utilizando para fijar el rumbo. Más que llegar sanos y salvos, a puerto, pareciera que lo que pretenden, sin ningún género de dudas, es hundir el barco, la flota y que ondeen en el horizonte otras banderas.

La UE  y sus miembros tienen un problema de legitimidad. Un problema sin precedentes. La legitimidad de origen la ha perdido con el ejercicio del gobierno. Una circunstancia en la que concurren, además, los gobiernos de los países miembros. Por si no fuera poco el grave problema de no cumplir los programas electorales se están proponiendo medidas, como la fijada para el caso de Chipre, que echan por tierra cualquier atisbo de esperanza. La escalada en la dirección incorrecta es preocupante. La intensidad de los actos es atroz.

Tal y como establece la Real Academia de la Lengua, por precedente entendemos “aplicación de una resolución anterior en un caso igual o semejante al que se presenta”. Pues bien, dicha acepción ha sido borrada del mapa. Directamente. Sin anestesia.

Frente a ella, se impone, la percepción de que la resolución de esta crisis está sentando precedentes. La dicotomía entre nuevos y antiguos usos es clara. La justificación radica principalmente en una explicación sencilla, a la vez que muy, muy sesgada. Y para ello se ha perfilado una sutil estrategia de comunicación que está calando como el agua fina:  “…sabemos lo que hay que hacer  y lo vamos a hacer…”. Les suena … ¿verdad? Un sofisma que ha hecho fortuna en nuestro país de la mano de un argumentario político, elevado a las alturas, por aquellos que sólo usan burdas excusas y falacias para imponer, sin remordimiento alguno, la más injusta de las políticas: aquella que aniquila derechos, libertades y oportunidades.

La literalidad de las explicaciones, aclaraciones y acciones de los responsables en las diferentes esferas, a saber: “no nos temblará el pulso”, “se pactó una indemnización en diferido” , “nuestro interés es españolizar a los niños catalanes”, “gobernar es a veces repartir dolor”, son ejemplos meridianos de los nuevos usos y costumbres que obvian anteriores precedentes y pretenden sentar precedentes.

Y eso es, claramente, lo que se quiere hacer con esta crisis. Reescribir la historia, la intrahistoria y explicar los últimos años vividos como un maldito sueño del que somos responsables todos por igual. Nada tiene que ver nuestra responsabilidad, nuestra condición, la gestión propia, cómo hemos guardado nuestra economía doméstica y qué nivel de exposición hemos tenido a productos nocivos (ya fueran financieros, inmobiliarios o de cualquier otro tipo).

Ante esta preocupante visión política, económica y social, el poder financiero se ha puesto por delante de cualquier otro (y ha logrado encontrar poderosos aliados). La soberanía popular ha sido raptada por una democracia representativa de segundo y tercer nivel que hace de muro de contención. Cualquier cosa se justifica sin apenas esfuerzo. No hay un minuto que perder. Aunque las demandas de la población no estén alineadas con los gobiernos se ha instaurado el lema del despotismo ilustrado con una variante: “Todo para el pueblo, sin el pueblo” y a veces… “en contra del pueblo”. O su versión más moderna: “El gobierno del pueblo, pero sin el pueblo”. Pura expresión de neo-despotismo ilustrado.

De ninguna manera es posible utilizar mecanismos, políticas o estrategias anteriormente probadas y testadas. En ningún caso, los gobiernos son capaces de poner en valor acciones y medidas que en otras circunstancias fueron posibles. Por ejemplo la Cumbre Extraordinaria del Empleo, celebrada en Luxemburgo en 1997, y la Estrategia Europea para el Empleo que se puso en funcionamiento como resultado de  aquella Cumbre. Un enfoque de coordinación y colaboración que acompañado de un  intenso esfuerzo presupuestario trataba de poner al empleo en la cúspide de los objetivos a conseguir.

Pero nada puede ser como antes. So pena de que defender el pasado significa no encontrar soluciones, ni a corto, ni a medio/largo plazo. Es la política de las reformas impuestas que se justifica por sí misma. La problemática a la que nos enfrentamos requiere de grandes sacrificios si se pretende mantener un mínimo de cordura (curiosamente la cordura a la que se hace referencia es la que permite mantener estatus, poder y posibilidades a los mismos de siempre) y de esperanza (que todos buscan y nadie encuentra). Lo demás es el caos, la desobediencia, la insurrección… el terror (eso, al menos, es lo que quieren hacernos creer).

Por supuesto, cualquier acción de gobierno, que dé forma al plan orquestado para salir de la crisis por altas esferas y poderes (que mucho tiene que ver con nuestro hundimiento económico y financiero), viene acompañado de su versión ‘Participa 3.0’. Se trata de promover la participación individual en las redes sociales, de manera que quede patente el malestar, la indignación, la contrariedad, o el aplauso de la ciudadanía ante cualquier acción política. Pocas serán las veces, desgraciadamente, que se promueva una participación activa, organizada, colectiva, clásica o a la antigua usanza. En España la figura del referéndum, a pesar de estar muy denostada desde la época de Franco, es un instrumento que no se ha querido explotar políticamente y queda , meridianamente claro, que es vital para la salud democrática de nuestro país que la población participe en la toma de decisiones sobre su futuro próximo. Ni que decir tiene que también se puede hacer a través de las diferentes versiones de democracia 4.0, pero eso es harina de otro costal.

Y a pesar de todo ello, a pesar de ese interés desmedido por eliminar precedentes y sentar nuevos precedentes,es factible, posible y creíble otro modelo. Un modelo que sea fruto del diálogo, la negociación y la participación.

El ejemplo del Acuerdo para el Progreso Económico y Social de Andalucía es un botón de muestra. Un ejemplo de cómo desde el diálogo social es posible encontrar salidas solidarias a la crisis económica y social que padecemos.

 

Un paradigma de cómo es factible anteponer la necesidad urgente de crear empleo y mantener un modelo social justo a otras prioridades sobre la base de buscar consensos entre todos los interlocutores. Patrón de comportamiento que se justifica al entender que los andaluces hemos de ser los protagonistas de nuestra propia recuperación económica, respetando los avances realizados en materia de igualdad y justicia social.

Desde el mundo sindical hemos asumido el compromiso de desarrollar los acuerdos suscritos. Nuestro interés radica en la búsqueda y puesta en marcha de respuestas inmediatas a los problemas de los trabajadores y trabajadoras andaluces (los que trabajan y los que quieren trabajar y no encuentran trabajo). Tenemos la obligación ineludible, forzosa, urgente e inmediata de ayudar a dar respuesta a sus grandes problemas y esta manera de llegar a acuerdos y ponerlos en carga puede funcionar.

Hay precedentes, aunque otros no quieran reconocerlos ni hablar de ellos.

Manuel Pastrana Casado, secretario general UGT de Andalucía