Dice el sabio refranero español: "Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar". Nada más ilustrativo y recurrente para explicar el comportamiento de la bolsa en los últimos meses. Y es que la alta volatilidad se ha adueñado de los principales parqués bursátiles debido a la incertidumbre y a la crisis de confianza inversora que vivimos en estos momentos. Primero, fue la desaceleración del mercado de la vivienda la que castigó a constructoras e inmobiliarias españolas, efecto Astroc incluido. Luego, surgió el miedo al contagio de la crisis hipotecaria americana (subprime) y, cuando todos parecíamos convencidos de que no había por qué preocuparse, salta la liebre del Northern Rock. El banco inglés, quinto de su país en el negocio hipotecario, tuvo que pedir el pasado mes de septiembre el auxilio del Banco de Inglaterra, previa autorización del ministro del Tesoro, por problemas de liquidez, algo que no sucedía desde hacía 30 años en el Reino Unido.

Mientras tanto, el IBEX-35, fiel indicador del mercado español, sigue sin levantar cabeza desde el mes de mayo, basta observar la siguiente figura donde se reflejan las cotizaciones diarias del selectivo en lo que va de año.

A pesar de las palabras tranquilizadoras de nuestro ministro de economía, Pedro Solbes, descartando la posibilidad de una crisis como la americana o la inglesa en nuestro país, lo cierto es que las familias españolas están endeudadas hasta las cejas. Y aunque, de momento, el BCE ha mantenido el precio del dinero en el 4%, lo más probable es que, a finales de año, tengamos una subida de un cuarto de punto adicional, con la consecuente escalada del Euribor, el cual podría cerrar el ejercicio en torno al 5%. Con este escenario, son cada vez más numerosas las familias que llegan apuradas a fin de mes, con el consecuente empeoramiento de los ratios de morosidad, al menos en el segmento de préstamos al consumo. Y como "en perro flaco todo se vuelven pulgas", el riesgo verdaderamente estriba en una posible traslación de la morosidad al crédito hipotecario. Crucemos pues los dedos y, de momento, apriétense los cinturones porque la crisis no ha hecho nada más que empezar.

jmferdom@upo.es