Saldrá a la luz este artículo cuando con toda probabilidad conozcamos al sucesor de Juan Pablo II, según se desprende del ligero equipaje con el que han acudido al Vaticano los cardenales; después de que Pío IV congelara los sueldos de los asistentes al cónclave y que tras cinco días de primeros intentos electorales racionara la comida para evitar cónclaves largos, iniciándose una tradición de elecciones breves, cuyo refrendo sin el concurso popular tuviera otros antecedentes en el comienzo del segundo milenio. Los grandes acontecimientos no suelen coger desprevenidos a los medios de comunicación, que tienen preparados informes, documentales y dosieres, previos a la muerte de los grandes líderes

 No obstante, sobre todo en prensa, no se recuerdan tantas páginas extraordinarias en días seguidos a un fallecimiento como en la muerte del Pontífice, lo que ha obligado a la prensa, radio y televisiones mundiales a reforzar a sus corresponsales y enviados a Roma. Muchas de estas informaciones surgidas desde la propia estructura de comunicación de la Iglesia, gracias a lo cual los ciudadanos del mundo han podido conocer detalle a detalle toda la milimétrica, estudiada y controlada comunicación protocolaria de la Santa Sede, desde como comunicar el fallecimiento, el traslado del cuerpo inerte, la celebración del entierro, lugar, cripta, detalle íntimos de los mismos o la nueva elección de Papa, en fin todo eso de lo que ustedes ya son expertos. El despliegue informativo lo ha sido también sin precedentes. la Plaza de San Pedro y alrededores se convirtió nada más conocerse el esperado fallecimiento del Papa en un inmenso plató de televisión, gracias a las 60 cámaras desplegadas por la televisión pública italiana RAI y por la señal conjunta ofrecida con el Centro Vaticano de Televisión. Una apuesta clara de los signos de los tiempos, por la comunicación y para cuyo magisterio Karol Wotjyla supo estar abierto, como asimismo la Institución Eclesiástica en tan magno suceso facilitando la información de las exequias, llegando a más de 90 países de todo el mundo, entre ellos a países sin tradición católica a través de Al – Jazira (Qatar), Al Arabiya (Emiratos Árabes), Al Iraqiya (Iraq) o la tv Siria por satélite, el canal público israelí y uno privado, las televisiones africanas del Congo, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial o Nigeria, y en Croacia, a través de las televisiones instaladas en lugares públicos. Sin olvidar el despliegue europeo o americano con las cadenas en abierto CBS, ABC y NBC y las de cable CNN, Fox News y MSNBC y las de idioma español Univisión y Telemando. En todo este gran despliegue mediático no han faltado las anécdotas como la no emisión del funeral por la televisión China, la tardanza de reacción del presidente español o la visita a la catedral de la Habana de Fidel Castro por el Papa amigo de Cuba, decretando tres días de luto; mientras algunos diputados españoles del PSOE, IU y ERC permanecieron sentados durante el minuto de silencio en una incomprensión de las lecciones de comunicación con el entorno expresadas por Juan Pablo II en vida y recibidas por todo el orbe, y de la que son ejemplo sus escritos y hasta sus discos, para este Papa considerado mediático y al que ayudó su etapa teatral. No corresponde hacer balance en este artículo de los 26 años del Papa más viajero, (sólo 13 veces a Africa, visitando 40 países de este continente), el sacerdote polaco que vivió la represión nazi, defendió la democracia en el mundo, la paz frente a Bush, fue testigo e impulsor de la caída del telón de acero y el muro de Berlín, se hermanó a las religiones, y practicó la apertura hacia fuera. El mismo que tuvo en su debe lecciones sin explicar de la gran obra de Juan XXIII, el Vaticano II, para una Institución menos jerarquizada o una iglesia comprometida con la Teología de la Liberación que rechazó. En definitiva, al que permitieron la apertura hacia fuera mientras permanecía cerrado lo de dentro, entre ello los conflictos económicos de la Banca Ambrosiana y los casos de pederastia en la Iglesia americana. De la cobertura mediática a la que se apuntó nuestro país, basten citar las alabanzas a través de las cartas al director en prensa de los espectadores, cada una con su sello, sus comentaristas y su estilo con mayor y menor acierto, pero todas desplegando su oferta en programas especiales y en la matinal del sepelio. Con la excepción de aquellas que al albur del territorio sin ley de las televisiones locales, siguieron con su oferta de contactos sexuales en horarios considerados infantiles y de lo que espero tomen buena nota los futuros Consejos Audiovisuales. En el terreno de lo estrictamente mediático, otras consideraciones merecen ser tenidas en cuenta. La afluencia mayor del peregrinaje que se recuerda hacia Roma por encima de los tres millones, obligó a seguir la ceremonia por pantallas gigantes distribuidas por la ciudad ya que in situ solo podían seguirla 300.000 personas. La Iglesia dio muestras de estar al tanto de esto, (no olvidemos que está considerada como la mayor organización comunicadora de la historia) y permitió mostrar al Papa muerto antes de la exposición pública, inclusive dejando que funcionaran los móviles de última generación como cámaras fotográficas. Móviles que sirvieron de improvisados reporteros para narrar el acontecimiento a familiares y amigos que no pudieron acudir a la despedida última. La competencia entre las cadenas y los diferentes medios fueron asimismo alimento de la abundante información emitida. Si bien la Jerarquía nos hizo llegar la apertura del acontecimiento para cerrarse en lo referente a la elección Papal, algunos vaticanistas han realizado defensa de candidatos, el más beneficiado ha sido el caso del todopoderoso Prefecto de la Congregación de Santa Fe, (antigua Inquisición) y Decano del Sacro Colegio, el cardenal Ratzinger al que ha correspondido el protagonismo de gran parte de los actos, como la ‘Santa Misa Pro Eligendo’ y que ha contado con un grupo de fieles radicales, ‘los ratzinguer boys’ que han realizado una avalancha por internet para defender su candidatura. Mientras tanto las bases populares de la Iglesia han demandado la continuidad en la apertura, mayor ecumenismo interior en la estructura, y atención a los problemas más actuales, reclamando una pronta santificación de Juan Pablo II por aclamación popular, parecido a la participación de las bases cristianas en el primer milenio para la elección de Papa. Esperemos que el Espíritu Santo tome buena nota de estas aperturas insoslayables hacia los nuevos tiempos y los nuevos medios. Mientras tanto los perjudicados mediáticos de todo esto han sido ‘los pobres Carlos y Camila’ que han pasado casi desapercibidos en relación a lo que esperaban. Gracias Santo Padre.