Circula en estos días por medios de información el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, un poco tarde, es cierto, para las necesidades de conocer acerca de los grandes temas los ciudadanos, dada la escasa opinión generalizada al respecto. Aunque Federico Jiménez Losantos en su tertulia mañanera y magazine de la COPE, con su “paulatina histeria informativa”, lo trate diariamente para defender su ¡no!, dando pie a que conozcamos por contra los alegatos de famosos, famosillos y famosotes por el ¡sí!

Si damos una ojeada al ya famoso Tratado, observaremos una escasa atención a la importancia que para la Unión tiene la comunicación y su industria. No en balde es un asunto al que sus comisiones han dedicado no pocos esfuerzos, en especial a temas como la saturación publicitaria, la violencia infantil, la monopolización y competencia, o el endeudamiento como competencia desleal de las televisiones públicas, léase la RTVE. El Título II de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión cita en el Artículo II-71 referido a la libertad de expresión y de información: se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo. En el Capítulo V Sección 3ª, dedicado a la Cultura se recoge: …la acción de la Unión Europea tendrá por objetivo fomentar la cooperación entre Estados miembros y, si es necesario, apoyar y complementar la acción de estos en los siguientes ámbitos:

a) la mejora del conocimiento y difusión de la cultura y la historia de los pueblos europeos.
b) la conservación y protección del patrimonio cultural de importancia europea.
c) los intercambios culturales no comerciales.
d) la creación artística y literaria, incluido el sector audiovisual.

Fuera de estas alusiones hay que acudir a lo que los amantes de lo semiótico y similares llaman “subliminalidad”. O, dicho en romano paladino, para entendernos, leer entre líneas. Por ejemplo en la Parte III, subsección 3ª dedicado a Libertad de Prestación de Servicios se habla de la prohibición de restricciones a la libre prestación de servicios, siendo éstos los de actividades de carácter industrial, mercantil, artesanales y propios de actividades profesionales libres. En esta misma Parte III o de las Políticas y el Funcionamiento de la Unión, en la Sección 5ª, Normas sobre la Competencia, en la Subsección 1ª, Disposiciones aplicables a las empresas, se menciona: Serán incompatibles con el mercado interior y quedarán prohibidas todos los acuerdos entre empresas, las decisiones de asociaciones de empresas y de prácticas concertadas que puedan afectar al comercio entre los Estados miembros y que tengan por objeto o efecto impedir, restringir o falsear el juego de la competencia dentro del mercado interior y en particular, los que consistan en: fijar directa o indirectamente los precios de compra o de venta, limitar o controlar la producción, el mercado, el desarrollo técnico o las inversiones, y repartirse los mercados o las fuentes de abastecimientos.

Si bien todo texto constitucional por su esencia ha de ser un marco general, la importancia de la comunicación y su industria merecería mayor letra. Sin ir más lejos la Investigación y Desarrollo Tecnológico y Espacio tiene dedicado una Sección, la 9ª con Artículos III desde el 248 al 255 y donde se reconoce un espacio europeo para la investigación y los investigadores, la ejecución de programas y la cooperación en un Programa Marco anual. La defensa y el florecimiento de las culturas de los Estados miembros, la conservación y protección del patrimonio cultural y sus regiones, la diversidad dentro de la globalidad, merecería mayor atención al fenómeno comunicacional propio como forma de existencia de esas culturas, de la Europa de las Regiones, para atender una industria propia competitiva frente a la colonización audiovisual norteamericana, principalmente. Hace poco el profesor catalán Parés i Maicas, y creo recordar asimismo, Juan Luis Cebrián, recordaban el histórico Informe Mc Bride de los 70, defendiendo medios ciudadanos propios, regionales y de proximidad frente a los grandes monopolizadores culturales audiovisuales. No quiero terminar este artículo sin dedicar una doble felicitación, la primera al maestro de tantos episodios radiofónicos, televisivos y periodísticos, que diariamente con Protagonistas, escribe joyas periodísticas, En menos que canta un gallo, merecedoras de estar en las bibliotecas universitarias, Manuel Martín Ferrand; Micrófono de Oro de la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión. La segunda al profesor Rafael Camacho, por su Tesis sobre Modelo de Financiación de la Televisión Pública, que tendrá su Antítesis, imagino, cuando deje su responsabilidad como director general de RTVA.