Reconozco que voy a escribir un artículo ‘utópico’. Recuerdo que en un verano, precisamente, en los cursos de la Magdalena, ‘Universidad – Internacional Menéndez y Pelayo’, el profesor Ramón Tamames hablaba del “horizonte utópico” como una forma, si no me falla la memoria, de transgredir, de cambiar las cosas. Andaba yo por aquel entonces pasando mi estación estival emitiendo programas radiofónicos desde las universidades de verano para Radio Nacional de España, mientras algunos asistentes a los cursos aprovechaban sus vacaciones para ampliar conocimientos, debatir propuestas y actualizarse, dándose algún que otro chapuzón de vez en cuando, inclusive en las noches del Cantábrico donde coincidíamos periodistas, cursillistas y profesores. Pero por si no es ésta una de vuestras motivaciones, al hilo de lo que esta revista indaga sobre las propuestas vacacionales de nuestros empresarios, voy a permitirme un consejo imposible: darle también vacaciones al móvil; con permiso de Movistar, Amena, Vodafone…, espero sepan compensar la publicidad gratuita con mi propuesta.

Desde la existencia de los teléfonos sin hilos, por repetidores y conexión satélite, ya no sabemos salir sin el pequeño aparato de diseño, cada vez más variado, de complejo uso y prestaciones. Nos hemos convertido en ‘moviladictos’. Hasta el punto de cambiar nuestros hábitos, y educación ciudadana; es usual que estemos inmersos en una conversación privada, o de negocios y suene el móvil, y nuestro interlocutor no sólo comprenda, sino que autorice casi complacientemente a interrumpir el diálogo. Y nos identificamos a tal punto, que por ‘Bip’, diferentes sonidos musicales o incluso incorporando la canción de nuestro artista favorito, lo personalizamos, más o menos. Con lo cual es posible que de aquí a algún tiempo surja algún estudio psicológico de personalidad a través de los signos audiovisuales del móvil. Propongo material para una nueva tesis doctoral…

Y así es posible que en el momento clave de un diagnóstico médico, en una declaración amorosa, en una confesión, piénsese tambien en el clásico confesionario eclesiástico, o en una meditación espiritual, suene el móvil. Y hasta puede que en un viaje eterno porque nos llamaron del más allá, en ese instante clave de nuestra ascención trascendente, nos interrumpa el móvil. Puede ser con la quinta de Beethoven, la fantástica de Berlioz, o con la última heavy de turno o de hardcore. Pero también puede ser con un ritmo de salsa, de chotis, sevillanas o un gregoriano llegado el caso. Podríamos dar un salto en nuestro inteligente aparato y sonar en función del que llama, ayudaría a identificarnos más y a aburrirnos menos.

En nuestra dependencia, ya casi no imaginamos cómo era nuestra vida antes, sin embargo era. ¡Vivíamos! He comprobado, cuando me lo he olvidado, que al día siguiente he seguido vivo y no pasó nada. Y sin embargo nos ayuda a gestionar cosas, a ahorrarnos tiempo mientras paseamos o sacamos al perro. Para los jóvenes y los niños es hoy un sistema tan necesario como el ordenador, se descargan fotos, se comunican mensajes y hasta declaraciones que han sustituido el cara a cara. “T confis K T Qiro”… “Yo +…”; es todo un nuevo fenómeno cultural, un nuevo lenguaje, que no sabemos si conseguirá salvar la barrera de la Academia de la Lengua. A la que supongo preocupará por la reducción de su uso. Ya era reducido en las nuevas generaciones sin móviles y sin lectura, no sabemos todavía hasta que punto empobrecerá.

El móvil visto de otro modo, nos libera paradógicamente: “discúlpame cariño, estoy en una reunión de empresa…”, -mientras se desconecta en la mesilla de noche del hotel bajo la mirada cómplice del acompañante. Pero es también una forma de control, recibimos la llamada del jefe, para recordarnos un trabajo o para saber qué estamos haciendo. Y sobre todo se ha convertido en una forma de comunicación repentina, para convocarse estudiantes universitarios a una gran fiesta, para acudir a una manifestación de apoyos inquebrantables o para decir no a la guerra. Es una nueva forma de poder, de movimiento de masas sobre el que habrá que reflexionar. Mientras tanto, te propongo para las vacaciones, pues eso, reflexión sin el móvil, búscate por ejemplo un pueblo tranquilo, donde no puedas conectarlo, y escucha sonidos auténticos. Libérate de la llamada inoportuna que te recuerda las tareas que te esperan al regreso, desconéctate y conectate a otras cosas del mundo que tenías olvidada, porque el mundo existe sin tu móvil. Y si la enfermedad de la “moviladicción” es incurable, al menos usa un nuevo móvil para el verano, y no le des el número salvo a tus más allegados familiares. Y apúntate a la lectura, si no eres de los que aguantas muchas páginas al menos a la prensa y a la poesía, ¡fíjate que cosa más hermosa de Eduardo Ferreras escrita en Marchena!: “tras la calma de azules, menosprecio – por todo lo que es falso y desvalida – por todo lo que ciega a lo que arde. – En esta Paz de campo, sólo aprecio, – como lujos supremos de la vida, – silencio… soledad … y luz de tarde.