Los juristas sabemos muy bien lo que significa vivir bajo sospecha, que es casi lo mismo que estar imputado de algún hecho, a la espera de que pueda esclarecerse y en todo caso seguir la instrucción de la causa hasta el posible procesamiento o la exclusión de cargos, todo eso dicho de la forma menos ortodoxa posible, para facilitar la comprensión, lo malo de esta situación, especialmente para el “no culpable” es que su imagen pública, siempre queda dañada, lo bueno para el supuesto culpable, es que hasta el final del proceso, “in dubio pro reo” por tanto se siembra cierta duda, y no tiene nada que perder. Podríamos llevar esta metáfora al estado y así se resumiría la situación actual; para mí, una vez más se acude al viejo tópico de los cobardes, que consiste en echar la culpa a otros, una vez absuelto el sistema bancario, con propina incluida e impuesta la pena, por su codicia, consistente en fomentar las asociaciones entre ellas, y a pesar de estar obligados por la Union Europea, menos mal, a realizar algunas “reformas” que no se hicieron en su día, ahora hay que echar la culpa a las autonomías.

Es cierto que al final todo se paga y sigue pendiente la factura de las chapuzas que los padres de la patria cometieron a finales de los 70, jugaron al ‘amor libre’ que era la moda de Wodstock y se inventaron el ‘café para todos’, pues con las heridas abiertas de la pasada dictadura, dicen que no se podía hacer otra cosa. Desde entonces y hasta la fecha, nada se ha avanzado en este toma y daca y el papá estado se ha limitado a repartir siempre a regañadientes entre comunidades, regiones, o provincias- la verdad es que nadie sabe donde acaba y empieza cada cosa- lo que ha ido recaudando.

Lo que pasa es que, queriendo socializar todo y evitar los agravios comparativos, han construido unas brechas, que en mi opinión, no pueden ya repararse, esto es lo que les pasa a los malos arquitectos cuando construyen sin planos, no ha habido proyecto de país, más allá de la ‘una,grande y libre’ del 39, y aquí nadie sabe a donde va, con 17 administraciones multiplicadas y con los mismos desajustes entre comunidades pero ahora agravadas por dos problemas, las ‘deudas’ y el peor la incomprensión, la desconfianza, la acusación mutua, llegándose a plantear si Extremadura necesita una TV pública o pagar 12.000 euros, en traducciones para cada acto del Senado, por cierto, que la gente tampoco sabe bien, para qué sirve.

Los ingleses, alemanes o franceses, no dejan de reirse y también ‘cabrearse’, porque este pequeño país del sur, que forma parte de los PIGS (Portugal, Irlanda,Grecia…) y que han necesitado ayudas se permite estos lujos, tampoco se explican porque hacemos tan mal las paellas, o por qué no todos bailamos flamenco, pero seguro que lo que les preocupa más que madruguemos tan poco y estemos en la cola de productividad, que sigamos huyendo de las reformas importantes en educación, jurídica o laboral, que se prejubile gente con 50 y pocos años a costa de todos, mientras se debata alargar la jubilación general a los 67, que haya tanta gente subsidiada, que no haya copago en Sanidad, que los padres ataquen a los profesores o que los programas más vistos sean la ‘telebasura’.

Porque la riqueza real de un país hay que buscarla en sus valores, la confianza de su gente en el futuro y sobre todo en su aportación de riqueza al conjunto, o sea esfuerzo, trabajo y más compartir y menos hablar. En fin, mejor frivolizar, porque nos hemos ganado a pulso, estar ‘bajo sospecha’, tenemos un ‘Premier (ZP)’ que se ha pasado dos años negando la crisis, una oposición que tiene grabado el disco del ‘no a todo’ y toneladas de demagogia por parte de todo el mundo, si el camino es trabajar más, aunque sea para ganar credibilidad, ¡hagámoslo ya!, no dejemos solas a las empresas que exportan y trabajan, ni a los autónomos que crean riqueza, ¿no sería mejor subvencionar los valores? Educar en este sentido, formar a los padres, alimentar el espíritu emprendedor de los jóvenes, en vez de apoyar las oposiciones públicas, puede que lo que no se ha dicho de forma suficiente y contundente sobre esta crisis, es que ‘la culpa es de todos’.