Lamentable espectáculo el que está ofreciendo en estas semanas la "teletonta" sobre estos jóvenes que "ni estudian, ni trabajan, ni viven". Simplemente sobreviven gracias a unos progenitores que no saben o no se atreven a contarles que la vida es algo más que un paseo en el que los subsidios de padres y administración permiten llegar al dia siguiente.

Lástima que no "arraige" de verdad el realismo de pueblos como Haití, el Chad, o cualquier barrio periférico de una gran ciudad sudamericana, en el que mucha gente revuelve en las basuras algo que llevarse a la boca. Mal ejemplo el de esta sociedad consumista, incapaz de formar ciudadanos capaces de dar un sentido a su vida a través del esfuerzo, el trabajo y la autoridad.

La formación sigue siendo el camino que nos permite no sólo acceder a un puesto de trabajo, sino defenderlo y mantenerlo, mucho más en el momento especial que vivimos, cuando la competencia es feroz y la ambición de otros jóvenes bien petrechados de masters, bien alimentados de  teorías y ávidos por  justificar sus muchas horas de estudio, podría ser una amenaza para otros colectivos que no han sido capaces o ni siquiera se han planteado la necesidad de estar al día.

Poco importa en qué forma se haga la formación, siempre y cuando sea útil. Lo que cuenta es que sea polivalente. Es bueno que un camarero sepa también algo de marketing para disponer las mesas y aproximar las bebidas que vende a su público interpretando sus necesidades; y que un mecánico sepa informática y también electrónica, para tecnificar su trabajo accediendo a elementos de control más sofisticados y así poder atender mejor a sus clientes.

Lo más importante en un plan formativo es empezar bien, elegir lo más conveniente y que además tenga mejor salida laboral y se comprometa a realizarlo, sacrificando lo necesario para llegar al final. No todas las personas son iguales, y no sólo desde la óptica de los conocimientos, pues algunos aún sin tener conciencia de ello, tienen más talento que otros, pero teniendo en cuenta que sólo se aprende practicando, al final todo depende de la actitud y en eso todos tenemos las mismas posibilidades.

En la formación empresarial lo que menos importa es el diploma y lo que más, las ganas de conocer y la experiencia de la práctica, que se aprende sabiendo hacer. Y esto garantiza la suficiente autoestima para que exista el estímulo de hacerse bien.

Una buena formación sin duda nos hace más libres y autónomos, nos permite disfrutar los resultados, ayuda a proyectarse y crecer hacia nuevas experiencias marcando nuevos límites a la creatividad personal, contribuyendo al desarrollo personal. También facilita una visión más amplia y global del mundo laboral, proporciona criterio y ése es el medio para asegurar una mejor calidad de vida con ingresos estables a los que todos aspiramos.