Mi hijo -me decía Don Contradictorio- está engordando a ojos vistas, desde que no come en mi casa. Le digo que cuide lo con qué se alimenta, pero no me hace caso y se atiborra de esta comida moderna de hamburguesas y refrescos. Se va a comvertir en un hijo "fati".

– Tienes razón en preocuparte, porque no se presta la atención necesaria a los alimentos y las consecuencias son fatales para la salud. Lo malo es que el mercado está lleno de productos que se ponen de moda con propagandas mentirosas, los compradores engañados los consumen y las consecuencias negativas para la salud, se manifiestan años después.

– Es lo que le digo a mi hijo, pero no me hace caso y me llama "antigualla". Yo le digo, que seré eso, una antigualla, pero que el puchero que como me sienta de maravilla, por no hablar de la "tostá" con aceite virgen.

– Tienes mucha razón. La comida tradicional ha confirmado a lo largo de los años, diría siglos, sus bondades, aunque te diría que hay que elegir bien los productos con que se hacen. Estos tienen que ser de calidad, o como se dice, productos "frescos". A lo que añadiré otras dos condiciones: que se mantengan lo más posible su estado natural y que en toda comida haya frutas y legumbres.

– La verdad es que cuando comemos y bebemos, no nos damos cuenta de que estamos metiendo en el cuerpo, aquello de lo que se tienen que alimentar las células tras un complicado proceso de descomposición química en el que nuestros jugos gástricos, las encimas y un largo etcétera, juegan un papel determinante, hasta que los alimentos, en la forma adecuada, alcanzan las células. No me meteré en estos complicados procesos, pero como base de nuestra alimentación, también debemos tener presente las recomendaciones de los expertos en la materia. Aquí en Andalucía, nos recomiendan la conocida "dieta mediterránea"… nuestra comida tradicional.