El pasado 5 de noviembre India lanzó su primera misión a Marte, consistente en una sonda, llamada Mangalyaan, que orbitará alrededor del planeta rojo. Si la sonda es capaz de llegar a Marte en septiembre del año que viene, India se convertirá en el cuarto territorio del mundo, después de Estados Unidos, Europa y la Unión Soviética, con la tecnología espacial suficiente para realizar misiones interplanetarias.

Alejandro López Ortega
Alejandro López Ortega

Si bien es verdad que varios sistemas de la sonda han sido diseñados y fabricados en otros países (por ejemplo, el Jet Propulsion Laboratory de la NASA ha participado en los sistemas de comunicación y control), el hecho de que India sea capaz de poner su tecnología al nivel de los países occidentales no debe tomarse como un hecho aislado. Otro país con características sociales y económicas parecidas, China, ha estado impulsando en los últimos años su programa espacial y tiene ambiciosos planes para misiones a la Luna y Marte. En aeronáutica, el fabricante chino COMAC piensa lanzar en 2015 el C919, un avión que sobre el papel podría competir con los populares Airbus A320 y Boeing 737, cambiando por primera vez en veinte años el panorama de la aviación comercial.

Durante años, India y China han basado su crecimiento económico en manufacturar productos para Europa y Estados Unidos. Esto propició en cierto modo que estudiantes de estos países llegaran en masa a los países occidentales y poblaran las mejores universidades tecnológicas. Debido a las dificultades para conseguir visados de trabajo, muchos de estos estudiantes volvieron a sus países de origen, importando los conocimientos adquiridos en el exterior. Gracias al crecimiento económico, las universidades y centros de investigación de China e India tienen ahora los medios técnicos y humanos para competir, de tú a tú, con las regiones que tradicionalmente han estado más avanzadas en ciencia y tecnología. Aunque muchos estudiantes de estos países siguen llegando a los centros universitarios europeos y americanos, se puede decir que la investigación que se desarrolla en sus países de origen es ya de primer nivel. Además, estos países tienen a su favor la existencia de una gran cantidad de mano de obra todavía relativamente barata y cada vez más especializada. Todo esto hace posible que India y China hayan dejado de ser expertos en la “ingeniería inversa” (desmontar un producto para comprender como se hizo y poder replicarlo) para pasar a poner en entredicho la predominancia tecnológica de los países occidentales.

Es todavía incierto que India y China puedan conseguir equipararse tecnológicamente a Estados Unidos, Europa y Japón. Aún existen ciertas reticencias debidas, principalmente, a la percepción de que los productos manufacturados en estos países suelen ser de baja calidad. Esta percepción ha frenado, por ejemplo, las ventas del avión COMAC C919 (casi todas las pedidos de este avión son de aerolíneas chinas) pero ya algunos operadores de bajo coste como Ryanair han expresado interés por el modelo. Si los productos aeroespaciales que desarrollen en los próximos 5 ó 10 años son exitosos, entonces podremos empezar a hablar de una competencia real con las potencias occidentales. Hasta entonces, la industria espacial, fundamentalmente gubernamental, debe estrechar los lazos de unión con los programas espaciales de estos países emergentes para así conseguir que la exploración espacial sea realmente un esfuerzo internacional conjunto. Por otro lado, la iniciativa privada aeronáutica debe empezar a prepararse para los nuevos retos que se avecinan, empezar a pensar en competir con productos que supuestamente serán más baratos y tecnológicamente similares y nunca subestimar el potencial tecnológico y humano de China e India.

Alejandro López Ortega. Doctor en Ingeniería Aeroespacial