Después de un lustro ya tratando de desbrozar las claves de una crisis cuyo origen no está sino en nuestros propios errores, corremos el riesgo de distraernos con la tenue luz que algunos dicen ver de nuevo al final del túnel de la larga noche de los tiempos.

Antonio Ponce
Antonio Ponce

Sin embargo, tanto esta visión como la resignación con la que hemos cruzado el largo lustro de esta crisis no son sino signos evidentes de nuestro escaso apego a la inteligencia activa y de  nuestra inclinación atávica hacia la cultura del milagro.

Como bien sabían nuestros  clásicos, el sino impone graves trabajos a quienes se sienten capaces de superarlos demostrando así la verdadera dimensión humana y su permanente superación de los límites establecidos por las generaciones precedentes.

Lo peor que de nuestra generación, de esta comunidad andaluza y de nuestro país, podría escribir la historia futura sería el baldón que supone no haber sabido estar a la altura de las circunstancias.

La profunda devaluación  de nuestra realidad hoy no es sólo de carácter económico, sino humano en toda su extensión, como se demuestra al ver que nuestra sociedad sigue sintiéndose impotente ante los millones de personas que se deslizan por la pendiente de la pobreza, la desesperanza y esa resignación colectiva que nos aboca a confiar sólo en los milagros, en los cambios de tendencias y en la luz de esa lámpara mágica que permanentemente se nos quiere hacer ver al final de un camino para el que nadie ha demostrado tener el verdadero mapa de la situación.

En este sentido, hoy más que nunca, estamos obligados a ver detrás de cada dato económico y cada curva en el balance la cara humana de millones de personas que dependen de las decisiones de las élites políticas y económicas. Nuestra contabilidad tiene hoy la ineludible responsabilidad de mirarse en el espejo humano de una sociedad que nos pide mucho más que un dato, algo  más trascendente que un balance de coyuntura.

Nada hay peor que la alienación en momentos en los que se necesita una fuerte apuesta por la realidad y el esfuerzo compartido frente a un reto que no es mágico ni en sus orígenes ni puede serlo tampoco en sus soluciones.

En este escenario, nuestro mejor aval es la experiencia de un pueblo que durante siglos ha demostrado saber levantarse y navegar contra las inclemencias sin detenerse a escuchar el sonido que nos envían las sirenas de los tópicos. Andalucía y España por extensión tienen resortes más que suficientes para superar cualquier avatar. Para ello es imprescindible una gran dosis de confianza y autoestima, y el destierro del tópico fácil y gratuito con el que a veces quieren alejarnos de la verdadera realidad.

Nadie que se valore como persona libre puede sentarse en la cuneta a la espera de ese tren que nunca ha de llegar si no es con el esfuerzo colectivo. Antes bien, el futuro es hoy más que nunca de quienes creen en sí mismos y en su capacidad para transformar la realidad. Y es en este convencimiento, que ha de ser colectivo y compartido, donde se apoya el mejor de los proyectos de un pueblo, una comunidad y una nación que se    precie.

Dejemos ya la cultura del lamento para quienes buscan excusas con las que cubrir la mediocridad, y abordemos de una vez, con decisión y energía, el mayor y noble de nuestros proyectos colectivos: el saber estar a la altura de una situación que por ser el resultado de nuestros errores es también susceptible de ser superada con nuestros aciertos.

Antonio Ponce, presidente del Consejo Andaluz de Cámaras de Comercio